Lo que viene, una escabrosa negociación con en FMI

Cerrado el capítulo con los bonistas, llega la hora de negociar con el Fondo. El trasfondo político, la responsabilidad compartida y las condiciones que vienen.

Nueva conducción. Kristalina Georgieva reemplazó al frente del Fondo a la polémica y desgastada Christine Lagarde.

Si yo te debo una libra, tengo un problema; pero si te debo un millón, el problema es tuyo”. La cita pertenece al célebre economista británico John Maynard Keynes, y es especialmente pertinente para describir la relación de fuerzas entre Argentina y sus acreedores. Es la lógica que primó en la negociación con los bonistas, y es la misma que servirá como directriz de la estrategia argentina al sentarse con el Fondo Monetario Internacional: el país enfrenta serios problemas en caso de incumplir, pero si ello sucede, los problemas del lado acreedor sin igualmente profundos.
El nivel de aceptación alcanzado en el canje de deuda, sienta las bases para la etapa siguiente en el proceso de desendeudamiento emprendido por el gobierno. El cierre de la re estructuración arroja datos alentadores: con el 99% de los bonistas dentro, la tasa promedio se reduce del 7% al 3,07% y se logra un ahorro fiscal de u$s 37.000 millones en los próximos ocho años. Los u$s 63.000 millones que había que afrontar por vencimientos entre 2020 y 2024, acaban de reducirse más de diez veces hasta los u$s 6.116 millones.

Deuda. La espada de Damocles que condiciona la gestión de Alberto Fernández.


El FMI no estuvo ajeno al proceso. Por el contrario, el organismo se mostró en repetidas ocasiones a favor de la posición argentina, y enfatizó la necesidad de generar un horizonte de sustentabilidad para la deuda pública nacional. Habilitó además a que el país iniciara las conversaciones con los bonistas, antes de acordar con el organismo, algo que escapa a la tradición en este tipo de situaciones.
La carta enviada por el Ministro Martín Guzmán a la titular del Fondo Kristalina Georgieva, dio por inaugurada esta semana la nueva instancia en el camino de cerrar el capítulo de la deuda, acordar con el FMI. Un camino que promete ser escabroso, y en el que habrá que considerar al menos tres aristas: la responsabilidad política compartida por el organismo en la asistencia financiera brindada al país entre 2018 y 2019, el perfil de los vencimientos hasta 2024 pautados en el programa Stand By firmado por la administración Macri, y las condicionalidades que se pondrán sobre la mesa para destrabar la re financiación.

Juez y parte
El FMI publicó hace un par de semanasun documento titulado “Sentimiento de los inversores, mala valoración de la deuda soberana y resultados económicos”. En el mismo se explica el infundado exitismo que sobrevoló el mercado financiero global entre 2016 y 2018 respecto a la economía argentina. Destaca el despropósito de la emisión de un bono a 100 años, y sostiene que las expectativas positivas se “agriaron” a mediados de 2018, derivando en el préstamo más grande que el FMI haya dado a un país desde su fundación en 1944. El documento firmado por los economistas Tim Willems y Ramzy Al-Aminey, no es otra cosa que un mea culpa. El organismo cuya conducción cambió a fines de 2019, admite su parte en el cuello de botella financiero que hoy azota a la economía argentina.
El organismo entregó al país u$s 44.000 millones en un lapso de poco más de un año. La única explicación para semejante asistencia a un país cuya matriz económico financiera ya estaba colapsada, es política. La entonces Directora Christine Lagarde, decidió jugar todas sus cartas a la reelección de Mauricio Macri. No lo hizo por simpatía personal. El interés estuvo puesto en sostener el perfil aperturista y pro mercado del gobierno de Cambiemos. Contó para ello con el apoyo explícito del gobierno de los EEUU, el cuál consideraba a la Argentina como un aliado estratégico junto a Brasil y Chile en cuanto al posicionamiento ideológico y geo político de toda la región. La apuesta salió mal. Aun el blidaje financiero más grande otorgado jamás a un país por el FMI fue insuficiente para que Macri lograra encauzar la economía y ganar las elecciones. El primer gráfico adjunto, detalla la lista de los acuerdos Stand By más grandes otorgados por el FMI en toda su historia. La asistencia recibida por el gobierno macrista, es incluso mayor a la otorgada a Grecia en 2010.


El resultado es que Argentina es hoy el mayor deudor dentro de la cartera del organismo. El segundo gráfico adjunto, muestra la composición de la cartera de deudores del Fondo, hasta antes del inicio de la pandemia. Lo u$s 44.000 millones que el gobierno de Mauricio Macri recibió y dilapidó en un año, equivalían al inicio de 2020 al 46% del total de fondos prestados por el FMI. Cuatro veces más que el segundo país en la lista, cuya deuda representa el 12%, Egipto. El abultado monto, equivale tambien al 6% del activo total del organismo multilateral, y a 32 veces el ingreso operativo neto anual del FMI.


Los datos no hacen más que demostrar lo importante que era para la conducción de Lagarde, sostener al macrismo en el poder. Dejan a la vista también, la responsabilidad compartida que tiene el organismo, en el estres financiero que hoy vive el país. Revelan por último, la imperiosa necesidad interna de cerrar definitivamente el nefasto capítulo escrito entre el propio FMI y la gestión Macri, el cual vuelve a poner en jaque el ya escaso prestigio del organismo.
Será un elemento no menor al memento de negociar, y cuando como es habitual, el Fonde deba auditar y juzgar las cuentas nacionales, a fin de re estructurar los vencimientos pautados en el programa Stand By.

Descarrilado
Así describió el Ministro Guzmán el acuerdo vigente entre Argentina y el Fondo, en la misiva donde solicita al organismo el inicio de la negociación. “Esperamos que las conversaciones y el nuevo programa no repitan lo que la actual Administración considera que fueron los defectuosos presupuestos del Programa 2018”, agrega.
El gobierno buscará apelar a dicha responsabilidad compartida, y el objetivo es desentrañar los vencimientos insostenibles pautados entre 2020 y 2024. El tercer gráfico exhibe lo absurdamente elevado de los pagos comprometidos con el organismo en 2018, especialmente para los años 2022 y 2023. De no mediar negociación, la suma que la actual gestión debería cancelar hasta 2023, asciende a u$s 51.701 millones. Un verdadero dislate, que lejos está de la “sustentabilidad” a la cual la propia Georgieva instó en medio de la re estructuración con los bonistas.

Lo que viene
“Argentina saldrá adelante con sus recetas, no con las del FMI”. Así intentó marcar la cancha el Presidente Alberto Fernández durante una extensa entrevista televisiva esta semana.
Dos cosas son seguras. La primera es que Argentina no pagará lo que comprometió pagar. La invitación a negociar enviada por Guzmán, indica que habrá un nuevo proceso de re estructuración, esta vez con el Fondo. Y como en todo proceso de re estructuración, ambas partes deberán ceder cosas, más allá de los ribetes discursivos a los que pueda apelar la gestión.
Lo segundo es que el FMI impondrá condiciones. Guste o no, el organismo tiene en su poder la carta más fuerte: el haber desembolsado u$s 44.000 millones, de los cuales nadie sabe explicar hoy el destino o el provecho. Tarde o temprano, habrá que pagar. Un dato insoslayable, es el carácter de acreedor privilegiado que históricamente ha tenido el Fondo para con aquellos países a los que asiste, incluida la Argentina. Viene entonces una etapa en la que la agenda deberá hacer lugar para el debate de una serie de reformas. El sistema previsional, incluyendo la edad de retiro, el esquema tributario y la ecuación fiscal, y muy seguramente la estructura de leyes laborales, serán parte de la lista.
Puede el Presidente sostener su tribunero ímpetu discursivo en relación a las remanidas y probadamente fracasadas recetas del organismo. No obstante, el Fondo sigue siendo el mismo Fondo de siempre. Nada ha cambiado en su concepción ideológica de la economía global. Difícilmente pueda escapar sin más, a todas o alguna de las imposiciones de política económica que históricamente lo han caracterizado. Lo que el fondo solicitará, es más ajuste.

En números

u$s 57.000
Los millones que el Fondo aprobó para Argentina en 2018, de los cuales se desembolsaron 44.000.
46%
El porcentaje de la cartera total de deudores del FMI que ocupa la Argentina.

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