Los ’90: la década en la que hubo fiesta en el club de blues local

La escena musical argentina vivió en esos años un formidable auge del género que se reflejó en la visita internacional de legendarias figuras casi olvidadas en sus países que aquí llenaban estadios, y la proliferación de reductos y bandas locales de ese estilo.

A tono con una nueva oleada en Estados Unidos de artistas que renovaron el género, la escena musical argentina vivió en los años ’90 un formidable auge del blues que se reflejó en la visita internacional de legendarias figuras casi olvidadas en sus países que aquí llenaban estadios, y la proliferación de reductos y bandas locales de ese estilo.

Fueron los años en que, posibilitado por un tipo de cambio favorable, B.B. King se convirtió en un visitante asiduo de nuestro país; llegaron nombres como Albert Collins, Albert King, Taj Mahal, James Cotton, Buddy Guy y John Hammond, y figuras de culto como Koko Taylor y Katie Webster; bandas locales como La Mississippi, Memphis la Blusera y Las Blacanblues alcanzaron picos de popularidad; y las noches en locales como Oliverio o El Samovar de Rasputín eran testigo de interminables zapadas con músicos de primera línea.

La Mississippi Blues Band

Pero además fue la época en que, en coincidencia con el rumbo que había tomado el género a nivel mundial, el rock argentino pudo apreciar de cerca e inspirarse en las raíces musicales estadounidenses, en vez de bucear en la lectura que los británicos habían hecho del blues en los `60, tal como había ocurrido y dejado su sello en los artistas de la primera camada del movimiento local.

«En el origen del rock argentino está la música negra clásica. Lo que pasa es que no había espectáculos para esa música. Cuando empezaron a venir los grandes artistas de blues en los `90, la gente se empezó a interesar porque vio que esa música estaba presente de alguna manera en los discos que ya tenía», explicó a Télam Ricardo Tapia, líder de La Mississippi.

«Nosotras veníamos juntándonos con las chicas. Hacíamos versiones de spirituals. De repente, empezó todo ese furor por el blues. Nos agarró con las tablas de surf yendo a la playa.Estuvimos en el lugar exacto, en el momento preciso», apuntó a esta agencia la ex Blancanblus Cristina Dall.

Por un lado, había en Estados Unidos una revalorización de sus propias raíces musicales a partir de la fulgurante aparición de Stevie Ray Vaughan, en los `80, cuya figura tomó un estado mítico al morir, en agosto de 1990, poco antes de cumplir 36 años, en un accidente aéreo. De hecho, su éxito facilitó el surgimiento de toda una camada de nuevos bluseros, entre los también destacaba Robert Cray.

Memphis La Blusera.

El otro gran puntapié para que explotara el género en la Argentina se dio con el suceso obtenido por B.B.King, con su segunda visita al país, en 1991, luego de su primera incursión en 1980.

Así comenzaron algunas movidas de productores que se interesaron en explotar ese nicho, como el caso de Roberto Menéndez, dueño del local Oliverio, quien pidió «ayuda» a varios músicos locales para confeccionar una lista de posibles célebres visitantes.

Eran los tiempos en que la paridad peso-dólar provocó una avalancha de shows internacionales de tal magnitud que hasta se puso de moda la canción «Paren de venir», una parodia del grupo The Sacados ante la solapada queja de los músicos locales que vislumbraban una merma de público en sus conciertos por este fenómeno.

Las Blacanblus.

«Roberto fue uno de los puntales de todo eso. Una noche terminamos de tocar, creo que estaba Botafogo también, y nos comentó que quería traer artistas y nos preguntó quiénes podían ser, así que nos entusiasmamos anotando nombres», rememoró Tapia.

Era muy gracioso pero todos empezaron a hacer blues. Todas las bandas que aparecían, aunque sean de rock, se ponían en el nombre ‘blues band’ porque era la moda».

Cristina Dall, de las Blacanblus.

Así comenzaron a desfilar por nuestro país, con notable éxito, leyendas como Taj Mahal, Bo Diddley, John Hammond, Albert King o Albert Collins; como así también artistas de culto como Katie Webster y Koko Taylor, acostumbradas a cantar en pequeños clubes, quienes se sorprendieron por el interés que despertaban en grandes audiencias por estos lados.

«Como muchos de esos artistas los traía Menéndez, después caían por Oliverio. Así se dio que un día estuviéramos actuando ahí y se sumara Taj Mahal. Hoy lo pienso y es un flash, pero en esa época era algo muy común», contó Cristina Dall, en consonancia con Tapia, quien recordó una larga zapada con Albert Collins en ese mismo lugar.

La avanzada. B.B. King en 1980, junto a Willy Quiroga, Rino Raffanelli, Héctor Starc y su futuro amigo Pappo.

Con el regreso de Pappo´s Blues, luego de la experiencia «pesada» con Riff; la particular relación del Carpo con B.B. King; la popularidad alcanzada por Memphis, que puso al género en la televisión y se convirtió en un fenómeno casi de consumo familiar; y las sorprendentes apariciones de La Mississippi y Las Blacanblues, la escena local acusó recibo de esta nueva oleada.

«Era muy gracioso pero todos empezaron a hacer blues. Todas las bandas que aparecían, aunque sean de rock, se ponían en el nombre ‘blues band’ porque era la moda», ironizó Dall.

Además de los multitudinarios shows de artistas clásicos estadounidenses, la realización durante dos años consecutivos del Festival Alligator, organizado por el emblemático sello de Chicago, en el porteño Estadio Obras; y un show conjunto de Pappo´s Blues, Memphis la Blusera y la Mississippi en el Autopista Center marcaron los puntos apoteósicos de convocatoria de público.

Pero este furor por el blues también dio origen a la aparición de una primera banda local totalmente conformada por mujeres, como ocurrió con el cuarteto integrado por Dall, Déborah Nixon, Viviana Scaliza y Mona Fraiman.

«Hasta entonces, las mujeres no tocaban blues, sólo cantaban. Así que aunque el primer disco se llamó `Cuatro mujeres y un maldito piano´, siempre se remarcaba el tema de las voces y nos invitaban a hacer coros, pero nunca se hacía hincapié en el piano, digamos», subrayó la ex Blacanblues.

A medida que se acercaba el nuevo siglo, este furor local por el blues fue perdiendo fuerza y dejando atrás así su época más gloriosa.

«El blues ahora es una onda boutique, en lugares chicos, para poca gente y todos muy preocupados en el funcionamiento musical. No hay una línea de música negra porque lo social también es diferente. No hay un interés en poner en letras determinadas cosas. Hay muchos artistas que recrean a otros grandes. El blues es ahora algo más estético en donde el foco está puesto en las interpretaciones», analizó Tapia.


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