Los dedos mágicos del Dr. Hoffman: historia del primer viaje lisérgico

El 16 de abril de 1943, que también fue viernes, el químico suizo ingirió involuntariamente LSD mientras manipulaba la sustancia en su laboratorio.

«Viernes 16 de abril de 1943: me vi forzado a interrumpir mi trabajo en el laboratorio a media tarde y dirigirme a casa, encontrándome afectado por una notable inquietud, combinada con cierto mareo. En casa me tumbé y me hundí en una condición de intoxicación no desagradable, caracterizada por una imaginación extremadamente estimulada. En un estado parecido al del sueño, con los ojos cerrados (encontraba la luz del día desagradablemente deslumbrante), percibí un flujo ininterrumpido de dibujos fantásticos, formas extraordinarias con intensos despliegues caleidoscópicos. Esta condición se desvaneció dos horas después”.


Estas palabras fueron escritas por Albert Hoffman y lo que cuenta en ellas es un viaje, pero no cualquier viaje: el primer viaje experimentado con dietilamida de ácido lisérgico o, lo que es lo mismo, LSD. Un viaje involuntario que abrió algo más ciertas mentes.
Hoffman, un químico suizo recibido con honores en la Universidad de Zurich, venía trabajando desde hacía bastante tiempo en las posibilidades medicinales del ácido lisérgico para la compañía farmacéutica Sandoz. Luego de decenas de intentos de sintetizar esta sustancia proveniente del cornezuelo, un hongo que suele alojarse en el centeno, para tratar problemas circulatorios el proyecto fue cancelado por resultados insatisfactorios.
Pero Hoffman se guardó un último intento y ese 16 de abril, que, como hoy, también fue viernes, volvió sobre la fórmula en la que había trabajado, el LSD-25 para ver qué pasaba. Y lo que pasó fue el primer viaje lisérgico de un ser humano. Evidentemente, lo dedujo el propio Hoffman días después, consumió involuntariamente algo del ácido que había quedado adherido a sus dedos.
Obviamente, tras experimentar todas aquellas sensaciones narradas en su diario, Hoffman fue por más, ahora de manera deliberada. En su libro “Historia del rock y las drogas”, Harry Shapiro cuenta que Hoffman disolvió una milésima parte de un gramo en 10 centímetros cúbicos de agua y se sumergió en un viaje lisérgico de varias horas.
Pero como sucede como casi todas las cosas de este mundo, tuvieron su origen militar. Un año antes de que Hoffman “viajara al cielo con diamantes”, un grupo de científico reclutados en Washington por la Oficina de Servicios Estratégico, la antecesora de la tristemente célebre CIA, trabajaron en la búsqueda de una “droga de la verdad”, es decir, una sustancia para ser utilizadas en interrogatorios de inteligencia. Pero los resultados fueron decepcionantes: bajo los efectos de las sustancias probadas -cafeína, barbitúricos, alcohol, mescalina, marihuana- pasaba cualquier cosa menos que las personas hablaran.


Recién en 1947 se hicieron los primeros informes públicos sobre el LSD y los muchachos de la CIA creyeron que habían dado con la droga para abrir mentes y soltar lenguas, pero los experimentos fueron terriblemente deccionantes. Llegaron a la conclusión de que se trataba de una droga psicomimética, es decir, que sus reacciones se parecían demasiado a las reacciones psicóticas
Aunque el LSD esté directamente relacionado con el rock, no fue la música sino la literatura la que primero le abrió la puerta de sus mentes al ácido lisérgico. Aldous Huxley, autor de “Un mundo feliz”, experimentó con LSD bajo la supervisión de Humphrey Osmond, un psiquiatra inglés que se había interesado en la relación entre esquizofrenia y LSD. Huxley describió su experiencia lisérgica en el libro “Las puertas de la percepción”. Allí, explicó que el ácido abría esas puertas del cerebro humano hacia sensaciones, colores, sonidos e imágenes que en circunstancias normales el propio cerebro filtra.


Las experiencias lisérgicas con Huxley cambiaron en Osmond el sentido de su propio trabajo con la sustancia al punto de que era evidente que psicomimético, aquel término acuñado por la CIA, no incluía el viaje completo y lo reemplazó por psicodélico.
Para entonces, el LSD era furor entre los ricos y famosos de Costa Oeste norteamericana (en New York City pasaban otras cosas). Los viajes en ácido eran debidamente planificados y se hacían bajo la estricta supervisión de un guía que preferentemente haya “viajado” antes.
Pero mientras los ricos y famosos pretendían que los viajes lisérgicos se mantuvieran “entre nos”, un excéntrico psiquiatra de Harvard tenía otros planes para el LSD. Timothy Leary, el excéntrico psiquiatra en cuestión, fue quien, junto al poeta de la generación beat Allen Ginsberg, “democratizó” el LSD. Ginsberg era el nexo entre los experimentos de Leary y sus amigos poetas y músicos, que no eran rockeros, sino jazzeros, entre ellos, Thelonius Monk, Dizzy Gillespie y John Coltrane. El rock lo abrazaría tiempo después, pero es será otra historia. U otro viaje.

Algo más sobre el singular Dr. Hoffman: tres días después de haber experimentado involuntariamente con LSD, decidió hacerlo de manera voluntaria. Por las dudas, ese día decidió volver a su casa en bici. Tal circunstancia motivó unos cuantos años después, en 1985, a otro científico, Thomas Roberts, por entonces docente de la Universidad del Norte de Illinois, a tomar ese día 19 de abril como el Día de la Bicicleta. Con el tiempo, la celebración se extendió por todo el mundo. La idea de Thomas fue recordar aquel viaje de Hoffman, sin aclarar cuál de los dos: si el viaje lisérgico en su laboratorio o el no menos digno de ver viaje en bici bajo los efectos del LSD.


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