“Los jóvenes son el futuro”, la vieja frase se llena de preguntas

La incertidumbre aparece como un sentimiento que prevalece. La concepción de tiempo cambió y la pandemia aceleró la precarización de este grupo etario. RÍO NEGRO dialogó con jóvenes y expertos para intentar entender qué les pasa a los jóvenes.

En las plazas, o al borde del canal, grupos de jóvenes toman mate a la tarde, se ríen fuerte de alguna ocurrencia, sacan las cartas del Uno y hacen una ronda para pasar el tiempo. “La juventud es el futuro”, dice un lema que se repite en la sociedad y el tiempo vuelve a la escena. Pero el futuro aparece difuso para algunos, desigual e injusto para otros y pensarlo desde un presente convulsionado por la pandemia, empeora las cosas.

Mateo cursa su último año de secundario. Cuando le preguntan que quiere hacer el año que viene responde relajado. “No se si voy a estudiar, lo que yo veo es que la escuela no me da nada. Aprendo muchas cosas pero no en la escuela, voy para que me den el certificado que terminé. Puedo leer y escribir, pero no veo que gané herramientas que necesito para mi vida”, exclamó.

Camila, a su lado, habla con tono enojada. La pandemia la condenó a estar “embolada en mi casa, sin ganas de nada, por eso quería volver a a la escuela”. Sabe que quiere estudiar nutrición en Regina y no piensa ni en cena de egresados, ni en el viaje, solo en estar en el próximo nivel. “No veo la hora de terminar y empezar la Universidad, quiero que la escuela se termine ya”, sentenció.

Para algunos padres, y docentes es muy difícil interpelarlos. “Al lugar que queríamos llegar como meta en la vida se conseguía con estudio, hoy creen que no se llega por los canales formales, con estudio o trabajo. Están seguros que ese camino no los llevará a nada. Ven que sus padres se esfuerzan y no pudieron ni comprar un terreno, y todo aparece muy incierto”, confirmó Paula Guarnieri, profesora de secundario.

El historiador y doctor en Ciencias Sociales Pablo Vommaro, docente e investigador de la UBA y Conicet sostiene que para entender lo que pasa con los jóvenes hay que pensar que las temporalidades juveniles, las concepciones del tiempo, son distintas que hace 30 años.

“Se desarticuló la temporalidad lineal. Antes uno trabajaba de lo que estudiaba, el que más estudiaba mejor trabajo tenía y se podía ascender a partir del esfuerzo. Además, eso daba progreso económico. Hoy la concepción es simultánea, sinuosa, espontánea, efímera y acelerada a la vez y la pandemia sin dudas acentuó la aceleración de los tiempos”, analizó el historiador.

La incertidumbre aparece como signo en los jóvenes. Foto: Emiliana Cantera.

El sociólogo Gonzalo Assusa, investigador del Conicet, sumó que la pandemia permitió desarrollar la divulgación de conocimiento epidemiológico en clave de ciencias naturales, pero aparecen pocas herramientas para leer lo que significó la pandemia en la sociedad. Assusa hizo foco en que la pandemia no inventó nada, sino que aceleró algunos procesos que ya estaban.

Para Lucas de 16 años este tiempo fue complicado, desde lo psicológico y en la escuela. “Tenía ataques de pánico, ansiedad, me agobiaba estar en casa y lo que pasaba en el mundo”; dice y sabe que lo superará y que va a ser médico, porque desde muy chico siente pasión. Federico, en cambio, a su lado aportaba que “no tengo ni idea que quiero ser. Soy chico para pensarlo”.

La incertidumbre aparece como un sentimiento de desconcierto hacia lo que viene. La juventud está marcada por lo efímero, por lo instantáneo, el aquí y ahora y lo acelerado. Esto convive con el mundo digital y genera una concepción distinta de futuro que hace años.

“No es que no tengan concepción de futuro. Ellos intentan proyectarse, quieren hacerlo, les preocupa y por eso surgen los sentimientos de desazón y angustias”, enfatizó Vommaro.

Para Assusa, es importante destacar que, ahora, quizás aparece en el espectro de lo visible cierta crisis de los jóvenes de clases altas y medias, pero que viene sucediendo con las juventudes populares desde antes. “Cuando como política de gobierno se flexibiliza el mercado de trabajo, la flexibilidad trae una falta de estabilidad en términos económicos y de derechos. Entonces, probablemente la incertidumbre tenga que ver con una lectura realista del contexto, el mercado de trabajo y las ofertas escolares para ese mercado”, explicó.

La juventud está marcada por lo efímero, por lo instantáneo.Foto Andrés Maripe.

Para Franco, esa fue la historia de su casa. La pandemia la peleó sin internet, con el padre que es albañil parado toda la primera parte de la cuarentena. Y cuando le preguntaron por el futuro, respondió que tal vez podría ser electricista y confesó que “no sentí que me acompañaran en este tiempo”.

En este sentido, Vommaro analizó que los baches generacionales son más profundos y se hacen más fuertes en esta época. El adulto intentan imponer un deber ser, una orden. La falta de comprensión intergeneracional se profundiza y tiene que ver con que la sociedad da poco espacio a las voces juveniles, hay muy poca escucha hacia ellos.

“Muchos discursos que intentan criminalizar o estigmatizarlos, lo que hacen es abroquelarlos más. Si se dice que son pibes chorros, vagos, que no quieren estudiar, solo se refuerzan las incomprensiones”, manifestó.

La respuesta a eso no es reponer trayectorias lineales o dar certezas, sino ver como acompañar, con empatía. La frase “los jóvenes son el futuro”, esconde que no los reconocen ahora, que no son interesantes en el presente. Sin dudas hay que darle herramientas para su futuro, pero no les reconoce autoridad en el presente.

El mundo adultocéntrico deja atrás el reconocimiento a la juventud. Desde la política, se cree que se puede decidir, las cosas que a ellos conciernen, sin convocarlos. Es una sociedad que no es capaz de considerar a las juventudes como sujeto activo y protagonista”, concluyó Pablo Vommaro.

La idea de tiempo lineal, cambió. Foto AndrésMaripe.

Sin trabajo y sin oportunidades, el futuro es difuso

“Los problemas existenciales, vocacionales, o, buscar el mango y poder terminar la escuela y cuidar a los hermanos, son distintos. Hablar de problemas de las juventudes nos deja en abstracto. Los problemas de las juventudes no son solo existenciales. Muchas familias perdieron sus ingresos”, dice el sociólogo Gonzalo Assusa y pinta otra cara de una realidad.

En contexto de pandemia, el desempleo juvenil es uno de los principales desafíos estructurales del país. Los menores de 30 años representan alrededor de la mitad de la población desocupada de Argentina.

De acuerdo con los últimos datos del Indec, en el rango de entre 14 y 29 años, la desocupación asciende para las mujeres el 24,9%, por encima del 23,9% de igual período del 2020, mientras que en varones alcanza el 17%, por debajo del mismo trimestre del año pasado (18,5%).

“La pandemia precarizó, degradó, las condiciones de vida de varios ámbitos sociales y los jóvenes fueron los más precarizados. El empleo creció para los jóvenes de los repartos, de los call center, pero cual es el aliciente de formación para un delivery. Sin dudas la precarización deteriora la proyección de futuro”, dijo Pablo Vommaro.

El rencuentro, después del aislamiento se vive con alegría. Foto Andreés Maripe.

En muchas familias los padres se quedaron sin empleo y el hijo joven salió a trabajar, consiguió una changa. En este tiempo, el lugar que nunca dejó de funcionar fueron los comedores y sin dudas, para muchos jóvenes, con un presente tan precario el futuro es incierto.

“Esos también fueron los problemas de la juventud, no solo que no pudieron tener la cena o ir al viaje de egresados”, dijo Assusa. El sociólogo apuntó que el rol del Estado, en este contexto debe seguir siendo el de construir igualdad y sostener derechos.

“Las organizaciones sociales fueron un sostén para muchas familias. De la misma manera que las intervenciones estatales, aunque es un campo enorme y contradictorio en si mismo e interviene para integrar, a veces para excluir, y a veces para matar, pensando lo que fue el policiamiento en la primer cuarentena”, resaltó el sociólogo y agregó que en este tiempo el gran ausente fue el mercado, que no aportó ofertas de peso para resolver problemas prácticos de la población.


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