Los paisajes de la dictadura, en el Bafici
En tiempos en que la última dictadura argentina es debatida con intensidad, el cine se plantea como una herramienta más de pensamiento. Sin embargo, lejos de fórmulas más transitadas, como los documentales testimoniales o de archivo, el Bafici exhibe dos trabajos de directores nacidos en los 70, Jonathan Perel y Martín Oesterheld, que abordan los años de plomo a través de la observación de ciertos paisajes y edificios. En el caso de Perel se trata de “17 monumentos”, filme que forma parte de la competencia argentina del Buenos Aires Festival de Cine Independiente (Bafici) y en el que el director muestra los 17 monumentos erigidos a lo largo del país en los antiguos centros clandestinos de detención, consistentes en tres pilares en los que se lee “Memoria, verdad y justicia”. Por otro lado, en la sección “Odiseas del espacio” se presenta “La multitud” de Oesterheld, hijo de desaparecidos y nieto del célebre autor de la historieta “El Eternauta” (Héctor Germán Oesterheld, secuestrado en 1977). En el filme observa dos proyectos ideados durante gobiernos de facto en la ciudad de Buenos Aires y actualmente abandonados: la Ciudad Deportiva de la Boca, construida en tiempos de Juan Carlos Onganía (1966-1970), e Interama, parque de diversiones inaugurado hacia el final de la última dictadura. “Lo que tiene un horror como el de la dictadura es que es un desafío para el cine o para cualquier otro arte tratar de registrarlo”, dijo Perel, quien en su primer largometraje, “El predio”, también un documental de observación, se internó con su cámara en el predio de la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). “Encuentro que en los sitios donde ocurrió el exterminio y la tortura hay alguna huella o fantasma habitándolos que me permite construir una estrategia narrativa saliendo de caminos más transitados”. Por su parte, Oesterheld contó que le interesaba lograr con su ópera prima “un montaje repetitivo y frontal que generara un tipo de empatía con el espectador que, frente a esas imágenes, está obligado a generar una respuesta, algún recuerdo de tipo emocional en relación a la dictadura”. Autos abandonados en los que crecen plantas sin control, montañas rusas en desuso ennegrecidas por el polvo: los predios que muestra Oesterheld parecen la escenografía de una película de ciencia ficción. La propuesta de Perel es aún más radical: su película consiste en 17 planos fijos, de alrededor de cuatro minutos cada uno, en los que, sin diálogos ni sonido más que el ambiente, muestra los monumentos erigidos frente a antiguos centros clandestinos de detención como Campo de Mayo, en la provincia de Buenos Aires, o la Escuelita de Faimallá, en la provincia de Tucumán. “Mi película es sobre los 17 monumentos existentes y no sobre los centros clandestinos en sí. Me interesaba una película que sea un viaje por todo el país para dar cuenta de la dimensión de ese plan de exterminio”, apuntó Perel.
En tiempos en que la última dictadura argentina es debatida con intensidad, el cine se plantea como una herramienta más de pensamiento. Sin embargo, lejos de fórmulas más transitadas, como los documentales testimoniales o de archivo, el Bafici exhibe dos trabajos de directores nacidos en los 70, Jonathan Perel y Martín Oesterheld, que abordan los años de plomo a través de la observación de ciertos paisajes y edificios. En el caso de Perel se trata de “17 monumentos”, filme que forma parte de la competencia argentina del Buenos Aires Festival de Cine Independiente (Bafici) y en el que el director muestra los 17 monumentos erigidos a lo largo del país en los antiguos centros clandestinos de detención, consistentes en tres pilares en los que se lee “Memoria, verdad y justicia”. Por otro lado, en la sección “Odiseas del espacio” se presenta “La multitud” de Oesterheld, hijo de desaparecidos y nieto del célebre autor de la historieta “El Eternauta” (Héctor Germán Oesterheld, secuestrado en 1977). En el filme observa dos proyectos ideados durante gobiernos de facto en la ciudad de Buenos Aires y actualmente abandonados: la Ciudad Deportiva de la Boca, construida en tiempos de Juan Carlos Onganía (1966-1970), e Interama, parque de diversiones inaugurado hacia el final de la última dictadura. “Lo que tiene un horror como el de la dictadura es que es un desafío para el cine o para cualquier otro arte tratar de registrarlo”, dijo Perel, quien en su primer largometraje, “El predio”, también un documental de observación, se internó con su cámara en el predio de la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). “Encuentro que en los sitios donde ocurrió el exterminio y la tortura hay alguna huella o fantasma habitándolos que me permite construir una estrategia narrativa saliendo de caminos más transitados”. Por su parte, Oesterheld contó que le interesaba lograr con su ópera prima “un montaje repetitivo y frontal que generara un tipo de empatía con el espectador que, frente a esas imágenes, está obligado a generar una respuesta, algún recuerdo de tipo emocional en relación a la dictadura”. Autos abandonados en los que crecen plantas sin control, montañas rusas en desuso ennegrecidas por el polvo: los predios que muestra Oesterheld parecen la escenografía de una película de ciencia ficción. La propuesta de Perel es aún más radical: su película consiste en 17 planos fijos, de alrededor de cuatro minutos cada uno, en los que, sin diálogos ni sonido más que el ambiente, muestra los monumentos erigidos frente a antiguos centros clandestinos de detención como Campo de Mayo, en la provincia de Buenos Aires, o la Escuelita de Faimallá, en la provincia de Tucumán. “Mi película es sobre los 17 monumentos existentes y no sobre los centros clandestinos en sí. Me interesaba una película que sea un viaje por todo el país para dar cuenta de la dimensión de ese plan de exterminio”, apuntó Perel.
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