Lugano llega con su música al Centro Cultural Kirchner
El músico de Bariloche se presenta este viernes en el ciclo Piano Piano. En una entrevista con “Río Negro” habló de sus inicios y la política cultural.
CULTURA
Por Teresita Méndez
teremendez@live.com.ar
Residente en esta ciudad desde hace veinticinco años, el músico Hernán Lugano prepara equipaje para ofrecer un recital en el Centro Cultural Kirchner a fin de mes. Reseña de una conversación en la que convergen pasión y sentido crítico con la música como hilo conductor.
Interesado en el proceso artístico, las influencias que lo nutren y el rescate de improntas desde una particular mirada, el músico Hernán Lugano descolla por dominio técnico, versatilidad y creatividad. Invitado a participar del Festival Internacional Piano Piano –ciclo que cuenta con la curaduría del brasileño Benjamin Taubkin-, ofrecerá un recital el viernes 31 de este mes desde las 20 en el salón La Cúpula del Centro Cultural Kirchner.
Un ameno diálogo junto al teclado -al que luego acudiría accediendo a la solicitud para registro fotográfico- en su casa, permitió una aproximación a fundamentos de una elección de vida. Palabras y sones conjugados en creación.
“Uno empieza involuntariamente con la música, como jugando. Te da placer, te transporta; lo que sea, no importa. Estudiás, tenés que investigar. Al comienzo sos como una isla dentro de un gran universo, con el tiempo te das cuenta que alguien hizo cien años antes lo que considerás un descubrimiento”. Considera la originalidad como pasaje a la trascendencia del músico. Ejemplo de cambios culturales, sean o no expuestos en su momento, es el de “Remo Pignoni, pianista de Rafaela (Santa Fe), que incorporó al folclore una serie de armonías que Ariel Ramírez pone en práctica como dos décadas después”.
La investigación en la que está embarcado Lugano involucra la búsqueda de registros de los orígenes del piano en el país “quiénes y qué tocaban. Hay muchos aspectos que todavía no están analizados o estudiados”. Como testimonio de hallazgos exhibe fotocopias de un tratado sobre 425 años de música argentina al que accedió en la Biblioteca Sarmiento.
Buen momento para puntualizar que, además de estantes repletos de música registrada en diversos soportes, Lugano atesora libros rescatados de la casa paterna que remiten, por caso, a La Guerra al Malón del comandante Manuel Prado.
“Todo forma parte de la búsqueda”, dice. “Hay que tener un poco de curiosidad, o en todo caso tratar, porque nuestra cultura ha sido tan poco documentada, o de manera tan fragmentada, que tenés que tener un interés real para llegar a algún tipo de verdad” más allá de la propia, asentada en una afirmación como “mi maestro me dijo tal cosa”.
Algunos pianos llegaron “de Europa a Buenos Aires, otros por el Alto Perú a Santiago del Estero o Tucumán que eran como polos culturales. Por eso digo que cuando un músico arranca es una isla. Empezás a mirar alrededor y hay mucha confusión. Me pasó de pibe, me salvó la curiosidad. Uno va conformando una especie de cuadro. Todavía se enseña que Colón descubrió América pero hay mapas de Ptolomeo, referencias de los griegos y fenicios, de los vikingos sobre estas tierras. Los españoles colonizaron, pero antes pasaron cosas; con la música es lo mismo”.
En términos planetarios, acota, “Argentina es una especie de estación terminal, el fin del mundo. Gracias a la tecnología digital comenzó a variar el panorama signado por la idea de que era tierra de nadie y a nadie le importaba lo que pasó acá”.
Quienes “salvaron la historia del tango son los coleccionistas, tipos fanáticos a los que les tocó vivir la época. Es gente que estudió, inclusive son escritores no son músicos, por ahí están más concentrados en el DNI de (Carlos) Gardel. No hay registros de cómo se tocaba el tango antes de la primera grabación.
“Es lo que me interesa como músico, ¿cómo transmitís una cultura si no tenés conocimiento de sus elementos? Me lo decía Horacio Ferrer, el problema es que somos escritores, hablamos de lo que podemos hablar. Cuando dicen que el tango viene de la habanera o el tango andaluz, quiero que me lo muestren con ejemplos concretos, con música. Recién ahora está analizándose eso, cómo se conformó culturalmente este país. Cuando hablamos de pueblos llamados originarios deberíamos decir preexistentes, no sabemos que hubo antes. Hay una mezcla de elementos distinta según la región, el componente étnico tiene mucho que ver con cómo van definiéndose las raíces de la cultura”.
Lo mismo con el jazz. “Falta un revisionismo histórico de la cultura en todos los ámbitos”, considera.
Los inicios (dixit)
“Empecé con guitarra, en mi casa había muchos instrumentos. Papá tocaba la guitarra, el bombo y era buen bailarín; mi mamá, el piano. Oscar y María Cristina. Mis hermanos Javier, Mariana y Cecilia también, pero el único que se dedicó profesionalmente fui yo.
“Comencé a tocar, después más seriamente cuando tenía quince años. Tocaba hacía cinco, de oreja. Al principio tomé algunas clases, era un alumno bastante malo. Me daban partituras para estudiar, algo me llamaba la atención y me colgaba con eso, era como una rama de árbol que conducía a otra parte e invitaba a improvisar, a componer. Volvía a la clase, le mostraba lo que había hecho al profesor y él decía muy bien, pero ¿y Mozart?
“Escuché y estudié pero ya tenía claro lo que quería. La música es algo muy amplio, al principio todo se canaliza a través de un instrumento pero mis inquietudes estaban más orientadas a la creación. El estudio de la técnica fue más por necesidad.
“Conozco gente con no poca frustración que ha estudiado diez o doce años y no sabe bien para qué. Volvemos al tema de la educación, en líneas generales falencias en todos los órdenes, acá y en otros lugares también. Focalizada en generar instrumentistas, en repetir cosas inventadas hace trescientos años, obsoletas; o con elementos muy válidos pero desde el lugar y el tiempo que a uno le toca vivir. Desde entonces todo cambió, el mundo cambió”.
Versatilidad
Lugano relaciona su particular versatilidad con la niñez. “En mi casa escuchábamos a Frank Sinatra, folklore, música tropical. Todavía tengo discos de pasta y vinilos”. Por otra parte, el pianista “-no quiere decir que no pase con otros instrumentos-, por una inserción en el territorio laboral está casi obligado” a transitarla. “Me gusta tocar tanto folklore como tango, blues o jazz. En la práctica musical nunca cerré la puerta a nada dentro del repertorio popular”.
Tener contacto con músicos como Natalio Zuber, que interpretan “polcas, clásicos del jazz y un tipo de tango que ya nadie más toca es muy interesante porque comprobás que la cultura es algo que se mueve. Nosotros también somos actores, en relación a los gustos del público. Y ahí nos metemos en un territorio donde estamos, diría que hasta perdidos. Los gustos de los públicos son manipulados por los medios. Quizá cincuenta o sesenta años atrás no era así. Hoy las orejas de la gente son como manejadas, como cuando vas a super y los alimentos más vistosos y caros son de más fácil acceso”.
“Gente” es un concepto “tan general. En tanto lo definamos, llegamos a la injerencia del Estado en sus programas o proyectos culturales a corto, mediano y largo plazo. Argentina no los tiene en cuanto concepto amplio. En Bariloche la gente es una cosa, en Tucumán es otra. ¿De dónde viene el gusto de la gente? Si no le mostrás, nunca se va a enterar que algo existió.
“Cuando investigo aparece música tremenda del mundo. Lo que no veo no me sirve. Ahí es donde debería intervenir con seriedad el Estado, generando proyectos, involucrándonos. La crítica no es a ningún gobierno en particular, históricamente Argentina adolece de proyectos culturales que superen el proselitismo cultural. (Néstor) Kirchner decía que el Estado debe proveer de cultura a aquellos fuera del mercado. Hoy no tenemos eso, están mal utilizando los recursos públicos.
“En el minimundo local –sostiene- los responsables del área son como un técnico de fútbol que desconoce a los jugadores de su equipo. No hubo ni hay proyectos. No hay cambios. Que alguno de los candidatos diga cuál es su proyecto cultural. Y que no sea hablar de los pibes de los barrios, eso es y siempre fue una falta de respeto.
“Un proyecto tiene que incorporar a los artistas. Si los convoco a anotarse, personas como Natalio Zuber o Rubén Hidalgo no van a ir. Como mínimo, deberían contar con una base de datos. Esto es Bariloche, capital cultural con un nombre, y nos sobran artistas de los que sentirnos orgullosos.
“Todos formamos parte de este conjunto. Entre los músicos hay disidencias. Es como si dijera que en un hospital los médicos con treinta años de carrera están impedidos de trabajar porque son mayoría los que están en segundo o tercer año de la carrera de Medicina. Desde el punto de vista laboral, entre nosotros estamos muy desencontrados. No tenemos un sindicato que nos aglutine en términos de derechos laborales, parece ser que cualquiera puede hacer lo que quiere. Amigos que porque realizan otra actividad creen que tienen derecho a tocar gratis en alguno de los cuatro lugares donde pagan, bastante mal, y restan posibilidades a músicos que viven de esto”, plantea.
Todo tiene que partir desde arriba, expresa Lugano, “de alguna manera vivimos en un sistema piramidal, al que le guste el marxismo que vaya a vivir a otro lado, este es capitalista y piramidal. Desde la cúspide los gobiernos deberían actuar, con proyectos, con recursos y gente capacitada que no tenemos. Sacarse una foto no representa ninguna inserción en la cultura local, no contribuye al mejoramiento de la vida cotidiana de la gente y tampoco da trabajo a los artistas”. En veinticinco años de residencia en esta ciudad “nunca fui convocado a tocar en la Fiesta de la Nieve, lo hice invitado por grupos”.
Si no fuera “por el esfuerzo particular de los artistas… Se les da la espalda de manera pasmosa. No tenemos siquiera un circuito provincial. ¿Hay federalismo, igualdad? Mandame a tocar a la Línea Sur, a Mendoza, un intercambio. Nosotros no tenemos contacto ni con músicos de San Martín de Los Andes. A veces te conocen más por lo que dijiste que por lo tocaste; y me interesa que sea por la música pero no tengo empacho en decirlo. Entre los músicos todos pensamos lo mismo pero no hablan porque no los van a llamar. Para la limosna que te van a tirar… Pasa como las marchas por la marihuana, no va nadie porque no quieren fotos”.
Identidad cultural
“Si los recursos presupuestarios municipales del área de Cultura ascienden a unos veinticinco millones de pesos, ¿alguien hace una auditoría? ¿quién decide su destino?”, inquiere. Debería existir al menos “un protocolo de contrataciones. No para jerarquizar quien es mejor o peor, sino al menos respetar la trayectoria de cada uno y decidir qué quieren ofrecer”.
Lugano dice visualizar una ausencia de “revisión de nuestra propia cultura. La identidad existe, vas a tocar a cualquier lugar y distinguen una forma especial de tocar. Está en la piel. Lo que pasa es que está todo tapado, no se quiere ver. Las particularidades locales están en el que pinta, en el que toca música, en el que escribe. Pero el artista aparece disociado de su propia comunidad. La Ley de Medios estipula un porcentaje de programación local, acá consideran que con dos horas de transmisión de un cumpleaños de 15 están cumpliendo con ese requerimiento”.
Las “directrices tienen que venir de quienes saben más que nosotros” pero provienen de personas inmersas en un “proselitismo cultural que dicta traer artistas de mercado para sacarnos fotos con plazas llenas para decir: mirá lo que hicimos. Pagando doscientos mil pesos a la Mancha de Rolando que no deja nada, que es un despilfarro de los recursos públicos y marca la poca ética de quienes cantan algo sobre el escenario y hacen lo contrario”.
Por otra parte, “ya son millonarios, están instalados en el mercado. Con los casi dos mil millones de pesos de presupuesto con que cuenta Cultura en el país podríamos formar orquestas…”.
En este sentido, Lugano informa que el año pasado elaboró un proyecto que propone la creación del Centro para las Artes Musicales y Universidad Nacional de Música de San Carlos de Bariloche.
DeBariloche
Comentarios