Marcelo Berbel junto a poetas que cantan

Entre Hernández y Yupanqui hay numerosos poetas cantados por folcloristas argentinos. En "Los poetas que cantan" editado por la comisión municipal de folclore de Cosquín fue incluido el neuquino Marcelo Berbel.

NEUQUEN (AN).- En la década del cincuenta y en el sesenta se produjo un fenómeno cultural de enorme relevancia. La incorporación de poetas a la música popular de raíz folclórica, unidos a compositores e intérpretes de excepcional jerarquía que fue apreciada por el gran público y que en un impulso extraordinario situaron a muchos temas en la memoria y preferencia popular. Quien así se expresa en la presentación del libro «Los poetas que cantan» editado por la comisión municipal de folclore de Cosquín, es el historiador Félix Luna.

Precisamente la obra que incluye algunos poemas, de la profusa producción de los escritores argentinos, toma entre José Hernández y Atahualpa Yupanqui a representantes reconocidos de diferentes zonas del país. Por la Patagonia, fue elegido Marcelo Berbel, quien ha sido incluido en numerosos repertorios de conjuntos y solistas argentinos, entre los últimos Soledad y León Gieco.

Son contados los autores que forman este volumen, a saber -además de los nombrados- también hay poesías de Ariel Petrocelli, Armando Tejada Gómez, José Augusto Moreno, Manuel José Castilla, Ariel Ferraro, Jaime Dávalos, Pablo Raúl Trullenque, Antonio Esteban Agüero y Ramón Ayala.

Para Félix Luna el libro (ilustrado por el artista plástico Jorge Mattalia) en una edición con la colaboración de la secretaría general de gobierno de Córdoba, es «una conjunción de poetas, autores e instrumentistas o vocalistas que marcaron un nivel incomparable en las expresiones argentinas, elaborando así una buena parte de nuestra identidad como pueblo».

De Berbel, poeta y compositor nacido el 19 de abril de 1925 en Plaza Huincul, se han publicado en esta obra «Punta de flecha», «Rogativa de loncomeo», «El viento y el roble» y «El bosque petrificado». Como se puede ver por los títulos, las letras denotan la recreación del paisaje y costumbres al que pertenece el autor.

A raíz de la publicación, el neuquino recibió incontables homenajes en diferentes provincias argentinas, sea en encuentros culturales, congresos o festivales, según contó a este medio, en los cuales se lo invitó a ofrecer «conferencias sobre la cultura ancestral» y su propia producción.

Del material édito, dos son las obras de mayor difusión de Berbel: en 1980 «La copla nuestra de cada día» y «Jarillal, poemas y canciones» en 1987, pero dijo que es increíble la cantidad de poemas y cantatas conque cuenta, a la espera de publicación. Seguramente, a vuelo de pájaro, como lo evaluó, podría llegar «a llenar treinta libros y quedaría material afuera».

Las costumbres cotidianas

Marcelo que recibió el mejor aporte a la materialización de sus canciones llevadas al disco, por sus propios hijos, Marité y Hugo, en cuyas voces recorrió por años el país, tanto por las placas como en las invitaciones a festivales (sin mencionar a varios intérpretes de relevancia nacional), se ha impuesto desde hace mucho tiempo, una costumbre cotidiana. «Escribo, siempre, todos los días por lo menos una copla. Lo mismo que hago cada día una planta o si se ofrece planto un árbol».

Piensa que con estos gestos es «dador de vida, cada día y todos los días, un multiplicarse desde el lugar que es su razón de ser», como explicó: la siembra. «Mi culto pasa por tres pilares: la música, la letra y plantar»

Dice que se le han hecho tantos homenajes en vida, que prácticamente con él han «cumplido con casi todos los reconocimientos que otros reciben cuando ya no tienen cómo enterarse». Cuarenta nominaciones para diferentes espacios, varias calles -comentó- llevan su apellido, sea por su recuerdo o por el de sus hijos, aparte de salas, bibliotecas, escenarios, plazas, radios. Premiado tantas otras, que ya ni recuerda, salvo si se lo apura y cita como a la pasada el galardón «Cóndor de oro» al creador y numerosos «Pehuén», junto a la designación de ciudadano ilustre.

Un oficio con amigos

Berbel cuenta que era muy pequeño, concurría a la primaria, cuando escribió su primer verso en un pizarrón. El mensaje sorprendió a la maestra, quien le preguntó por el autor. «Es mío» le respondió el muchachito y «queriéndose cerciorar, como sabía que mi padre también escribía, lo llamó y se sacó la duda. Era mío nomás».

Sería su padre, quien guardó la poesía más lejana y completa que, recuerda haya armado a los 13 años. «Le puse por título «Pensaba nomás pensaba» donde ya delineaba lo que quería de la vida y sobre los valores. Cuando la reencontré hace poquito tiempo, me resultó halagador que aquel pibe pensara de esa manera, con la cual sigo coincidiendo hasta el día de hoy»

Si tiene que elegir un libro de los suyo, se inclina por «Adiviniños», hecho en coplas y con adivinanzas, que es el que más quiero «será porque es difícil escribir para pibes».

Más de cincuenta compositores le han puesto música a sus poemas y él mismo ha musicalizado infinidad de material de su producción.

En este oficio, se hizo compinche de muchísima gente. Le tocó relacionarse con «Pablo Neruda -recuerda-, porque publicábamos en la misma editorial Lagos y es amigo entrañable con José Larralde quien incluyó en su repertorio obras de Berbel, entre otras «Piñonero» y el santafesino León Gieco que le grabó «El embudo» en la década de los noventa.

Si es por dejar su huellas, las por ahora tres mil seiscientas coplas inéditas y los ciento cincuenta temas grabados, hablan por él. De todos modos, afirmó que si tiene que hacer un balance sobre publicaciones «no ha habido político que no me haya prometido editarme. Sin embargo nunca cumplieron. Esto me pone contento, porque caso contrario ahora andaría debiéndoles favores que no quiero deberle a nadie».


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