Marta Lagos: “Chile está desbordado de anomia: se han roto todas las ligaduras sociales”

El estallido social y la violencia reflejan una “ausencia de vínculos, lazos sociales necesarios para que una sociedad funcione y tenga un propósito, un sentido de futuro”, asegura la encuestadora y analista política. Asegura que sin cambios “grandes, profundos y audaces” que desmantelen la enorme desigualdad en Chile “podríamos estar suicidándonos como país”.

El reciente estallido social es el reflejo de una “profunda anomia que inunda a toda la sociedad chilena”, asegura la encuestadora y analista política Marta Lagos. Y define a esta anomia como la “ausencia de vínculos, lazos sociales necesarios para que una sociedad funcione y tenga un propósito, un sentido de futuro”. La fundadora de la firma MORI y el Latinobarómetro asegura que sin cambios “grandes, profundos y audaces” que desmantelen la enorme desigualdad en Chile “podríamos estar suicidándonos como país”. Y sostiene que, aunque es tarea de varios gobiernos, es al de Piñera al que le corresponde dar el primer paso, el “más importante, porque diseña el camino”. Sin embargo, advierte que hay sectores de la derecha que “piensan que es posible volver al Chile de antes de las protestas, con solo dejar pasar el tiempo”.

Sus encuestas señalan que hoy un 60% de los chilenos se percibe como de clase baja y un 52% decía no llegar a fin de mes. Es decir que casi la mitad de la población no percibe los beneficios del crecimiento. Un 89% cree que se gobierna en beneficio de grupos privilegiados. Un 39% se decía sin religión y los políticos llegaron al 70% de desaprobación en conjunto. El congreso tiene una aprobación del 5% y apenas 1% dice sentirse representado por los partidos. Un 35% dice “por nadie”. Un 70% exige “garantías sociales” en salud, educación y salario mínimo.

Pregunta: La ultima vez que la entrevisté hablaba como el apoyo a la democracia se estaba erosionando lentamente, usted la describía como una diabetes, que no se ve pero va enfermando lentamente todo el cuerpo. ¿Qué pasó en Chile?

R-Lo que pasó en Chile es que llevábamos muchos años de profundo malestar, que agudizó muchísimo en el 2015 con los escándalos de corrupción. Y el presidente Piñera puso la última gotita que rebalsó el vaso, tomando medidas que no beneficiaban al grueso de la población, que estaba demandando otras cosas. A este gobierno le interesaba un agenda centrada en el crecimiento económico, con la rebaja de impuestos a las empresas, pero no con cosas como la mejora del ingreso mínimo, por ejemplo. Y se desbalanceó demasiado la cosa. Es como en la entrada de un túnel: había una hilera que avanzaba para entrar y los que estaban al lado veían que su fila no avanzaba y presionaron para entrar.

P-¿Y ese reclamo tan fuerte tomó por sorpresa a la clase dirigente?

R-Bueno, debo aclarar que no fue algo inesperado. Cuando a mí me decían de afuera “Chile está bien”, yo siempre contestaba “no, en realidad Chile no está nada bien”. Si uno mira, hay varias agendas. Una, la de la élite, la que tiene el poder, esa fue la que se sorprendió porque solo analizaban las variables que les confirmaban sus tesis: que en Chile avanzábamos a paso firme hacia el desarrollo y las desigualdades no importaban. Ahora se pegan una palmada en la frente y dicen: “nadie nos avisó” y no es cierto, somos muchos los que veníamos advirtiendo sobre los problemas.

Tenemos a una generación, especialmente aquellos que tienen entre 28 y 38 años, que no tienen nada que perder y entonces rechazan y destruyen todo aquello a lo que no pueden acceder.

Marta Lagos

P-Desde afuera, se ven dos cosas: por un lado la masividad y variedad de las protestas y por otro lado el grado de virulencia que alcanzaron en algunos momentos: incendios y saqueos, etc.

R-Yo creo que la violencia que tenemos hoy proviene de lo que yo llamo anomia. El crecimiento que nosotros habíamos tenido había producido cierta anomia, que es un individualismo exacerbado, sin un propósito de vida que tenga ligaduras sociales . Es decir un cierto sentido de patria, de historia común, un sentido colectivo. La mitad del país ya decidió no participar de la última elección presidencial, un síntoma de anomia importante. Es gente que se sentía alejada del país, de su historia, de las decisiones que afectan a todos. Y la movilización lo que hizo fue profundizar esa anomia, incorporando la faceta cultural y lo socioeconómico. Entonces hoy tenemos a una población que se determina así misma, que no se responsabiliza de nada, sobre todo de lo que le sucede al otro. Según hemos medido, apenas un 14% de los chilenos confían en el otro, es decir que un 86% no confía y le importa muy poco lo que le pase al otro. No hay líderes a quienes mirar ni un futuro al cual adherir. Tenemos a una generación, especialmente aquellos que tienen entre 28 y 38 años, que no tienen nada que perder y entonces rechazan y destruyen todo aquello a lo que no pueden acceder: fíjate que los ataques han sido al metro, a instituciones del Estado, a los malls. El caso del Metro de Santiago es muy simbólico: era muy moderno, equiparable a los de Europa, y ese modelo de modernidad y perfección contrasta con carencias muy grandes y una desigualdad galopante. Y se transformó en un símbolo de lo que la gente no tiene: la mayoría de la gente no tiene ese nivel de modernidad, ese nivel de desarrollo, el país no tiene ese nivel de desarrollo. Por eso a mí no me sorprende que haya sido tomado como blanco . Entonces en vez de hablar de conspiraciones de narcotraficantes e infiltrados venezolanos que quieren destruir el metro, hay que ver a estos lugares atacados como símbolos de lo que Chile no es. Se atacan instituciones públicas, como los carabineros, por ejemplo, que no fueron capaces de mantener el orden público. Esto del vandalismo después de las marchas viene desde el 2011 y jamás pudieron encontrar a un responsable. Lo nuevo es que ahora se multiplicó por cien.

P-Entonces no la sorprende la violencia.

R-No, porque ya estaba todos los días en la calle. Chile es una sociedad fracturada, la anomia hace que no se respete al otro. Y eso ya se veía en el tránsito, en las veredas, en las colas. Esa violencia que se expresa hoy en las calles ya estaba contenida desde hace tiempo en nuestras relaciones interpersonales. Es no quita que en medio del estallido se hayan activado grupos extremos o del crimen organizado. Los alcaldes dan cuenta que en estos días los delitos en sus comunas han bajado, de lunes a viernes, porque los delincuentes están en las marchas aprovechando la situación para saquear. Pero la violencia imperante es también producto de que el Estado ha perdido la capacidad de mantener el orden público, simplemente no saben cómo hacerlo. La combinación de todo esto es suicida. Los vándalos saben que están ante un estado incapaz de mantener el orden público y tienen impunidad.

P-También están la denuncias de graves violaciones a los derechos humanos por parte de carabineros.

R-Mira, te lo reflejo con una anécdota personal. Yo era estudiante secundaria, en el gobierno de Eduardo Frei Montalva en los años 60 y pasé cerca de una manifestación de profesores frente al Ministerio de Educación. Allí me apalearon los pacos, me quitaron la mochila y me dejaron tirada en el piso. No hay ninguna diferencia con hoy. Es una policía que no se modernizó en el gobierno de Allende, ciertamente tampoco en el Pinochet y desde el retorno a la democracia nadie se atrevió a tocar a los uniformados. Este año se descubrieron en todos los cuerpos grandes casos de corrupción, porque no tenían controles suficientes del poder civil, nadie se había atrevido a tocas sus estructuras. Ahora sabemos que no es solo corrupción sino un atraso brutal en su formación, entrenamiento y equipamiento. No pueden mantener el orden público porque no tienen el nivel ni la cantidad que se requiere.

P-Se creyó que el acuerdo para reformar la Constitución y los anuncios de medidas sociales podrían haber calmado la situación pero no ha sido así.

R-Lo que pasa es que el gobierno de Piñera no se da cuenta de qué tiene que hacer. Cree que de alguna manera es posible volver al Chile de antes de las protestas y eso se nota en las redes sociales. Por suerte la derecha está partida y hay una parte se convenció de que se necesitan grandes, profundas y audaces reformas sociales, económicas y políticas que ataquen el centro del problema: la desigualdad. Pero una buena parte de la UDI, el pinochetismo, cree que esto es un problema de la izquierda y eventualmente pasará. Por eso llevamos casi 50 días de todo este tema. Se demoraron 41 días en recibir a algunas organizaciones sociales. Pero recibieron apenas a cuatro. A este ritmo cuando reciban a todos el país va a estar incendiado. Esto es un suicidio como país, como en las películas “hombre muerto caminando” porque hay unanimidad en la opinión de la élite que no es poder (medios, analistas, la academia) sobre el diagnóstico de lo que pasa, pero no hay un criterio unificado en la capacidad de tomar decisiones políticas. No existe la voluntad política de hacerlo, aún. Ciertamente que esta demanda no es culpa sólo de la derecha sino de toda la transición, ya en el primer gobierno de bachelet hubo avisos. Cada uno de los siete gobiernos tiene su porción de responsabilidad. Pero la respuesta a la demanda actual si es responsabilidad de este gobierno

P- ¿Por dónde pasa la búsqueda de salidas, de cómo canalizar esta crisis?

R- Ciertamente no por el discurso más reciente de Piñera, donde dijo que enfrentamos a un enemigo poderoso e invencible. Para empezar, debería dejar de declarar que está en guerra con alguien, porque se alguien es el pueblo de Chile. El presidente todavía no se da cuenta de lo que pasa y cree que hay unos señores de la izquierda que manejan todo, como si las tres millones de personas que salieron a la calles fueran títeres. No hay lógica en esto.

P- En este caso ¿no hay riesgo de una salida autoritaria, a la Bolsonaro?

R- No creo. Por suerte los militares en esta crisis se han mantenido al margen, desde el primer día cuando los convocaron a reprimir. La mayoría de los militares de la época de Pinochet están procesados o condenados y por los últimos hechos de corrupción pasaron a retiro a más de 60 generales. Ya no hay generales vinculados a la dictadura en los mandos. Muchos ni si quiera estaban en el ejército cuando Pinochet era dictador.

P- Bueno, la mayoría de los manifestantes tampoco conoció d formas directa la dictadura.

R- No cabe duda, hoy cualquiera menor de 45 años no puede entender el miedo que tenemos los que tenemos más de esa edad de los militares. No saben lo que la represión en una dictadura y desafían e ignoran a la autoridad. El otro día una turba atacó y casi dio vuelta una tanqueta de Carabineros en la plaza principal. Y no eran encapuchados, era una masa de gente enojada. Eso era impensable antes. Una masa enojada y en el anonimato puede ser capaz de la mayor brutalidad, eso esta muy estudiado en ciencias sociales.

P- ¿Hay alguna salida esta anomia?

R- La llave la tiene el presidente. Pero mientras siga hablando de que acá hay una guerra va a seguir echándole combustible la hoguera. Una parte de la derecha mira lo que pasó en el mayo francés y cree que después de esto viene una respuesta electoral conservadora, como pasó entonces en Francia, un voto favorable a la propuesta de orden. El problema es que país va a quedar para gobernar. No hay que descartar nada. Esta situación de anarquía, de anomia no sé cuánto puede durar. Así es muy difícil convocar a la Asamblea Constituyente. Para empezar, debiera haber voto obligatorio, si no este país se termina. Si hay un referéndum, participa poca gente y gana la derecha con el No, las protestan no terminan más y este país se puede destruir. Pero si vota mucha gente, todos los partidos y dirigentes tradicionales saben que no van a ganar ellos, es un acertijo difícil de resolver. Porque para que salga bien el plebiscito, la clase política tiene que convocarlo bajo reglas que son para perder. Eso Maquiavelo lo describe maravillosamente: el reformador nunca se mata así mismo. Por eso una reforma no es una revolución. Yo en este momento soy muy escéptica, no veo a una derecha con sentido de la historia y que entienda lo que sucede. Tanto en la extrema derecha como en la extremaizquierda hay gente que está impidiendo los acuerdos necesarios para salir de esta crisis. Creen que incluso si sólo quedan cenizas se puede partir de eso. Y podemos llegar a las cenizas.


Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios