Memorias de Conesa, un libro con historia

"Vivencias de mi gente II", de Inés Luna, está dedicado al ingenio azucarero San Lorenzo

GENERAL CONESA(ARC) El nuevo trabajo de la recopiladora de historia oral y escrita de Gral. Conesa, Inés Luna, llamado «Vivencias de mi gente II» está dedicado íntegramente al ingenio azucarero de remolacha «San Lorenzo» que fue sinónimo orgullo y progreso en Conesa, además de fuente segura de trabajo durante una década.

Luna nos invita a recorrer el camino de esperanzas y sueños de aquellos pioneros que en 1920 alimentaron esta gesta en plena Patagonia, y que fuera frustrada por intereses poderosos de las grandes azucareras del norte. Sin dudas, un proceso apasionante con final dramático que ha marcado a fuego la historia de esta comunidad, a tal punto que es punto de referencia en la línea de la historia para demarcar los hechos trascendentes de General Conesa.

Días atrás, la escritora presentó oficialmente el libro en un acto en el que participaron el intendente Daniel Contín, funcionarios, escritores como Carlos Espinosa, Jorge Castañeda y Pedro Barnech y público en general.

Con paciencia oriental, esfuerzo y fondos propios, Inés Luna ha recopilado datos, fotografías y documentos de gran valor, ha viajado miles de kilómetros para entrevistarse con Lorenzo Raggio, hijo de Benito Raggio, el emprendedor de esta aventura empresaria, ha realizado decenas de entrevistas para conocer de primera mano como era el ingenio azucarero en toda su dimensión. El resultado es una obra que ilustra de una manera simple, directa y contundente el impacto de su puesta en marcha en el valle de Conesa como también la decepción de su abrupto final. Una obra que sin dudas debería estar en cada escuela conesina para que los alumnos tengan presente aquella iniciativa visionaria, sus pormenores y desenlace, y por qué no, incentivar a la renovación de proyectos de progreso y desarrollo.

Inés Luna, en silencio y sin grandilocuencia, logra rescatar de la memoria al ya mencionado Benito Raggio como máximo impulsor del ingenio y a su amigo Juan Pegasano, fiel escudero en la fábrica. El libro también contiene comentarios de la prensa escrita, y hasta historias de amor que se fueron dando en aquel «pueblo» que se erigió en torno al ingenio. Resultan imperdibles los diálogos e historias de vida de vecinos que fueron empleados del ingenio como Josefina Viana (abuela Ita para todos), María Relinqueo, Rosita la maestra, Alberto Saissac, Delia Tomasini y María René Deyuán, entre

otros.

La autora no deja escapar la construcción del ramal trocha angosta para traer la producción de remolacha, la explosión de la caldera (una bomba según Raggio) que le costó la vida a un operario, la sospechosa aparición de un virus que afectaba a la remolacha y una ley nacional que fijaba cupos al azúcar fueron marcando el camino hacia el final. «La compañía se vio abrumada, acorralada, limitada…Y lo peor, Don Raggio, el hombre-motor de la empresa estaba en cama a consecuencia de un infarto, sin contar con las amenazas recibidas», relata Luna con palabras exactas que describen los últimos momentos del centro azucarero.


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