¿Quién es Serguei Lavrov, el «Señor no» que agita la amenaza nuclear de Putin?

Como máximo diplomático ruso durante la invasión de Ucrania, el ministro de Exteriores  encarna la desafiante postura del Kremlin, con una combinación de dureza y sarcasmo.

El ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, aseguró este miércoles que el presidente estadounidense, Joe Biden, sabe que la única alternativa a las sanciones contra Rusia es una Tercera Guerra Mundial y que sería «una guerra nuclear devastadora», en declaraciones la televisión catarí Al Jazeera.

Rusia se enfrenta a unas sanciones económicas mundiales debido a su decisión de invadir Ucrania. Biden «tiene experiencia y sabe que no hay alternativa a las sanciones, sino la guerra mundial», afirmó al canal árabe Lavrov, que agregó que «la Tercera Guerra Mundial sería una guerra nuclear devastadora».

Mordaz, brusco y seductor, el inoxidable jefe de la diplomacia rusa pasó en unos días de ser un temido y talentoso negociador a un paria en la escena internacional, al punto de ser boicoteado durante sus intervenciones en la ONU.

Nombrado ministro de Relaciones Exteriores por Putin en 2004, este hombre alto y voluntariamente rudo, es objeto de sanciones internacionales por su papel en la guerra en Ucrania.

Lavrov ha sido el principal estratega de la política exterior rusa desde hace décadas. (Alexei Nikolsky, Sputnik, Kremlin Pool Photo via AP, File)

Aunque el presidente, Vladimir Putin, dirige sin trabas la política exterior del país, Lavrov transmite el mensaje de Moscú con un estilo directo poco habitual en un diplomático.

De 71 años y con 18 en el cargo, ha visto las relaciones con Occidente pasar de casi cordiales a abiertamente hostiles, y tocar un catastrófico fondo con la guerra de Rusia contra Ucrania.

El único ministro de Exteriores ruso que ejerció el puesto durante más tiempo fue el ministro soviético Andrei Gromyko, que lo fue durante 28 años. Como Gromyko, que fue apodado Señor Nyet (Señor No), Lavrov se ha convertido en un símbolo de la intransigente política exterior de Moscú ante Occidente.

No se anda con rodeos cuando se trata de defender lo que considera los intereses de Moscú, y ese estilo debe gustar al presidente de Rusia, conocido por su dura retórica.

En 2008, Lavrov respondió a un reproche del entonces secretario británico de Exteriores David Miliband con un «¿quién (maldición) es usted para darme lecciones?».

Lavrov, que no pertenece , a priori, a su círculo más próximo- hacía gala, hace solo unas semanas, de su habilidad para embaucar a sus interlocutores.

Al recibir a mediados de marzo a su homóloga británica Liz Truss, que viajó a Moscú para intentar evitar una guerra en Ucrania, le preguntó: «¿Reconoce usted la soberanía de Rusia en las regiones de Rostov y Vorónezh?». La ministra, que realizaba su primera visita a Rusia, cayó en la trampa. El Reino Unido no «reconocerá nunca» la soberanía de Rusia en esas regiones, replicó, a pesar de que Rostov del Don y Vorónezh son, simplemente, dos ciudades rusas próximas a Ucrania.

Trampa


El error, que fue rápidamente corregido por el embajador británico, llevó a Lavrov a declararse «decepcionado» por la conversación. Llegó incluso a acusar a su homóloga de haberse preparado mal para la reunión. 

Esa emboscada simboliza la transformación que ha protagonizado Lavrov en los últimos años, pasando de ser un maestro de la diplomacia respetado incluso por sus enemigos a un arma ofensiva del Kremlin.

Lavrov tiene una especial aversión a los fotógrafos y se muestra molesto por el ruido de las cámaras.
En una conferencia de prensa, murmuró una maldición en el micrófono, al parecer enojado por el revuelo de periodistas. La expresión se convirtió en un meme, y en una frase muy popular en camisetas para el público patriótico ruso.

«Lavrov, sancionado justamente por Estados Unidos y la Unión Europea, era mi adjunto en los años 1990. Antes, me apoyaba. Hoy, vigilaría mis espaldas si estuviera detrás de mí», dijo de él el exministro ruso de Relaciones Exteriores Andréi Kozyrev, que ejerció durante el mandato de Boris Yeltsin en los años 1990.

Recientemente, ha lanzado una campaña instando a los diplomáticos rusos a dimitir en protesta contra la guerra.

Ahora, Serguéi Lavrov, un ferviente defensor de la invasión rusa de Ucrania, figura -como Vladimir Putin- en la lista de personas sancionadas por la Unión Europea (UE). 

El Reino Unido y Estados Unidos también lo sancionaron y el Departamento del Tesoro estadounidense lo calificó como el «principal propagandista» de Putin por haber «propagado el falso relato de que Ucrania es el agresor».

Los embajadores de la mayor parte del mundo le dieron la espalda a Lavrov cuando habló sobre Ucrania. (Salvatore Di Nolfi/Keystone via AP, Pool)

El martes, en una muestra de solidaridad con Ucrania, muchas delegaciones, incluyendo las de países occidentales, boicotearon la intervención de Lavrov por videoconferencia en la sede de la ONU en Ginebra. Poco antes de la difusión de su video, los diplomáticos occidentales abandonaron el debate.

Afrenta


Una afrenta para un hombre que se había ganado el respeto de sus pares por sus conocimientos del funcionamiento de la ONU durante los diez años que fue embajador de Rusia ante esa organización, a partir de 1994.

Aunque a algunos les parece exasperante, logró entablar buenas relaciones con varios de sus homólogos, como el exsecretario de Estado estadounidense John Kerry, durante las negociaciones del acuerdo sobre el programa nuclear iraní de 2015.

Lavrov, que habla con soltura el cingalés, además del inglés, por su etapa como diplomático en Sri Lanka, goza de popularidad en Rusia. Dirigió la lista del partido en el poder en las elecciones del año pasado.


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