La toma «El Mirador» espera los mismos beneficios que los reubicados de Casimiro, sus nuevos vecinos

La toma "El Mirador" de Neuquén, antes "La Laguna", tiene expectativas de lograr el agua y la luz como lo tendrán sus vecinos reubicados de otras tomas en el lote 34, a continuación del basural.

La toma «El Mirador» crece en los fondos del barrio Nueva Esperanza, a un costado del Complejo Ambiental Neuquén (CAN) y en el límite con Centenario, con conexiones de agua para riego en las viviendas y un tendido de luz precarios que les ocasiona problemas constantes.

Son más de 300 casas hechas de nylon y maderas en las cercanías de la planta del EPAS, algunas ya consolidadas con material.

La mayoría de las personas tienen oficios y viven de contrataciones regulares o changas: son albañiles, mecánicos, peluqueras, enseñan inglés y crochet entre otros tejidos en algunas casas, se dedican al comercio, criar animales de granja en algunos casos, choferes en una flota de taxis o en una empresa de servicios petroleros.

Algunas familias vienen de otros barrios de Neuquén y no pocos tienen experiencia de haber vivido de lo que lograban en el basural.

Están a la espera de servicios, como los que se lograron para el lote 34 (a unas 20 cuadras de lugar, por las picadas de la meseta) donde serán reubicadas en poco tiempo las familias que acordaron salir de otras tomas, como Casimiro Gómez o Confluencia.

“Ellos van a tener todos los servicios, y nosotros acá no tenemos nada: hace 5 años que llegamos acá, mi casa era de palets y nylon. Ahora estoy bien”, dijo Sandra Cortés, una de las integrantes de la toma que ya tiene su casa de material.

Sandra Cortés viver hace 5 años en la meseta «queremos los mismos servicios que les van a dar a ellos» (fotos Matías Subat)

Explicó que antes estuvo viviendo en Almafuerte II y hasta casi ocho meses o un año en el basural, casi a la misma distancia que el lote 34. Dijo que siempre compró terrenos pero nunca con papeles. Intentó inscribirse en el Ruprovi (Registro Provincial de Vivienda), pero “saltaba” que tenía un lugar propio a nombre inclusive de su papá, quien también se mudó ahora a la toma.

“Decidimos estar acá en la meseta. Mi marido es albañil y estamos tranquilos, el destino nos trajo para acá”, sostuvo Sandra. Tiene un hijo de corta edad con discapacidad y espera con ansiedad poder acceder al agua y la luz que les prometieron a los reubicados de Casimiro.

“Nos dicen que antes de fin de año, nos llega también, vamos a tener lo mismo”, dijo Abel Orellana, en otro sector de la toma. Es mecánico y hace seis años que recaló en los fondos de Nueva Esperanza “porque no tenía dónde vivir. Estaba en Rincón del Valle, acá es tranquilo, lo único que nos falta la luz y agua”, explicó.

Se calefaccionan a leña. Compran agua en bidones en algunos casos, y en otros sectores, viene el “aguatero”, un camión municipal que les trae agua potable que deja en bidones de 20 litros a la vera de la calle.

Un camión pasa periodicamente para dotar de agua potable. En el extremo este de la toma, se aprovisionan con agua de riego que usan sólo para limpieza y aseo (Matías Subat)

“En las reuniones nos dicen que supuestamente están hechos los proyectos, antes de fin de año nos traen los servicios y acá estamos supuestamente mensurados. Para noviembre tiene que estar todo”, aseguró Abel.

Dijo que el presidente del barrio, de nombre Carlos, presentó en la municipalidad documentación por 362 familias para lograr el acceso a los servicios igual que los reubicados de la autovía.

Milagros Ortiz es la peluquera del sector. Su esposo trabaja en una empresa de servicios y vivían alquilando en el centro. “Hace un año que nos vinimos para acá, en Nueva Esperanza rural, porque mi esposo tenia familiares acá y nos dieron un terreno. El aguatero pasa un día de por medio y nos arreglamos. No tener que pagar alquiler fue un alivio, cuesta un poco acostumbrarse al frío, porque no tenemos revocado. Nos calefaccionamos con gas y con leña”, explicó.

El sector no tiene gas natural y se aprovisionan de garrafas.

Milagros Ortiz es la peluquera del barrio «VInimos acá para dejar de pagar alquiler» (Matías Subat)

La mayoría de los niños van a la escuela 366, o al jardín que está al lado de la salita de salud de Nueva Esperanza, en las inmediaciones del matadero municipal concesionado a la AFR. En su mayoría tienen dosis completas contra el coronavirus, pese al temor de los malestares inmediatos tras la aplicación.

Dos meses sin agua

“Dos meses estuvimos sin agua porque no nos querian dejar, no entraban los aguateros y les cruzamos los autos”, dijo una vecina que explicó la complicación de vivir en un sector de la toma que está en los límites del asentamiento, en la parte mas cercana a la planta del EPAS.

La familia Cortés -Juarez vive sobre la calle Lino al fondo; llegaron desde el sector Los Hornos donde perdieron todo durante la pandemia. (Fotos Matías Subat)

“Acá no entra nadie cuando llueve”, agregó Héctor Cortés, quien explicó que su patrón debió ingresar en 4×4 para pagarle unos días atrás, cuando estuvo enfermo. En otros sectores ingresa la ambulancia o los bomberos junto con la policía de la comisaría 20.

Su esposa Sabrina Juárez, explicó que el agua que aprovisiona las casas en ese sector, viene del agua de purga de la planta del EPAS -ubicada a pocas cuadras de lugar- y que sólo es para riego. “El agua que tenemos acá es del desperdicio que queda cuando purifican y limpian, lo que queda es lo que usamos acá para limpiar y lavar la ropa, no para tomar ni cocinar”, sostuvo.

“Estamos en el límite y nos dicen que esta parte es de Centenario, pero estamos al límite”, sostuvo. Con Héctor vivían antes en el sector Los Hornos, de Valentina norte rural, donde tenían un terreno y un negocio. “La pandemia nos fundió, tuvimos que vender todo para pagar las deudas y nos vinimos para acá, a sufrir porque no nos queda otra”, planteó.

Uno de sus hijos, que está en sexto grado, logró entrar hace una semana a la escuela, porque no conseguía el pase debido a que el establecimiento está colapsado por la demanda de matricula, explicó Sabrina.

“Si abajo corre lluvia, acá es un diluvio. Todo se inunda en poco tiempo”.

Los vecinos de la toma El Mirador aseguran que pertenecen a Neuquén y no a Centenario, como cuando les responden a la hora de exigir servicios. (Matías Subat).-
Son unas 362 familias las que presentaron notas para la regularización en el municipio de Neuquen (foto Matías Subat)
La mayoría de los vecinos se calefacciona con salamandras a leña. La luz en algunos sectores está regularizado, en el extremo este «va y viene» (foto Matías Subat)
La mayoria de las viviendas son precarias en El Mirador o ex Lagunita (foto Matías Subat)
En el límite de la toma, hay familias que viven sin esperanzas de tener acceso a nada (foto Matías Subat)
Talleres mecánicos y negocios son parte de la actividad en los terrenos (foto Matías Subat)

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