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El futuro tan temido

Los neorreaccionarios proponen un feudalismo tecnológico, dirigido por los CEO de empresas, que esclavizaría a todos “los que no sean aptos para vivir en libertad junto a los fuertes e inteligentes”.

Estamos viviendo la tercera década del siglo XXI, pero la mayoría de la población del planeta sigue pensando los procesos políticos, culturales y sociales con herramientas conceptuales que ya tienen unos 300 años. La tecnología que nos rodea es completamente otra. Los estilos de vida y el consumo masivo son muy diferentes de los que eran hace apenas 30 años. Pero la forma en que pensamos la organización política de las sociedades sigue siendo más o menos la misma.

En los últimos 20 años han aparecido varios pensadores políticos que están tratando de imaginar formas nuevas para la vida social. La gran corriente nueva y contracultural se denomina “el aceleracionismo” porque todos ellos proponen distintas formas de acelerar los cambios que la propia dinámica socioeconómica ya impulsa.

Hay diferencias esenciales entre las distintas corrientes del aceleracionismo, pero todas proponen partir de la realidad actual y acelerarla. La vertiente de izquierda o progresista fue liderada por el británico Mark Fisher (quien se suicidó en 2017, a los 48).

Fisher proponía un movimiento que llamó “realismo capitalista” (como ironía con el realismo socialista y además porque creía que cualquier movimiento político debía partir de aceptar que el capitalismo es la realidad en la que vivimos). Fisher citaba a Fredric Jameson, quien decía “es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”.

Fisher reconoce que el capitalismo no es perfecto ni funciona de manera deseable pero también ve que no hay nada fuera del capitalismo. Por lo tanto, propone que todo movimiento que quiera cambiar el actual estado de cosas debe partir de este supuesto: lo que logre será algo dentro del capitalismo. A pesar de que admite que los sueños utópicos del pasado fallaron (y que algunos de ellos eran monstruosos, como el Gulag soviético) eso no debería hacer que abandonemos la lucha por un futuro mejor para la humanidad.

Así como Fisher es un aceleracionista de izquierda (quiere llevar este sistema a su límite para fundar un futuro nuevo que sea mejor para todos) hay una fuerte tendencia del aceleracionismo de ultraderecha que influencia a muchos políticos poderosos en el mundo (de Donald Trump a los grupos neonazis europeos) además de varios empresarios tecnológicos (como Elon Musk, Peter Thiel, que es uno de los principales inversores en tecnología, y gente del directorio de Google). Ese movimiento tiene hoy dos teóricos principales: Nick Land (nacido en Inglaterra en 1962 y residente en China) y Curtis Yarvin (norteamericano, nacido en 1973).

Land y Yarvis sostienen que la democracia occidental es un experimento fallido y que debería ser sustituida por una monarquía o un gobierno de las grandes corporaciones (ambos son partidarios de los monopolios, ya que creen que las compañías exitosas tienden a monopolizar el mercado). Ambos también apoyan las ideas antiigualitarias y antidemocráticas de la Ilustración Oscura; llamada así en contraposición con las ideas de la Ilustración (que sostuvo los derechos humanos, la democracia política, la libertad de palabra).

Esta Ilustración Oscura defiende incluso la esclavitud, el sometimiento de los débiles a los designios de los directivos de las grandes empresas y propone la destrucción del Estado.

¿Por qué quieren destruir el Estado y la democracia? Porque consideran que esta forma de organización les da ventajas a las personas “falladas”, igualando a los más débiles y menos capaces con los que son más inteligentes y tienen mejores aptitudes.

Detrás de esta corriente hay un fuerte darwinismo social que desea volver a dejar que los “humanos fallados” (que no podrían haber sobrevivido sin ayuda de los demás) no tengan ya ninguna oportunidad de supervivencia.

Land y Yarvis no son populares, pero sus ideas son muy influyentes entre varios de los políticos y empresarios más poderosos del mundo. En su libro “De cero a uno” el empresario Peter Thiel, siguiendo a Yarvis y Land, considera que los países deben ser administrados como una empresa: propone un tecnofeudalismo tiránico que mide la vida humana solo en término de costos y beneficios económicos. Thiel estuvo hace una semana en Buenos Aires para reunirse con el Presidente Javier Milei, quien acuerda con gran parte de toda esta doctrina que se llama también “neorreaccionaria”.

Estamos en un momento político en que se enfrentan las viejas ideas de igualdad, libertad y fraternidad de la Ilustración, las que fundaron las democracias en las que vivimos tres siglos, con las nuevas ideas de los neorreaccionarios que proponen un feudalismo tecnológico dirigido por los CEO de las grandes empresas; un sistema que esclavizaría a todos “los que no sean aptos para vivir en libertad junto a los fuertes e inteligentes”. Su mundo ideal es nuestra pesadilla.


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