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El papa Francisco partió denunciando una economía deshumanizada

El "milagro" de la cooperación es una estrategia de equipo que abre una brecha en la pared de soledades o multitudes indiferentes, que excluye a los más débiles.

El trabajo no debe ser denigrado por ineficiencias y corruptelas políticas, ni por ideologías sin rostro humano, como hoy traduce cada jubilado ordinario el que aún habiendo ¡trabajado y aportado mucho y en serio!, sabe que así, desde entonces, viene muriendo un poco cada día.

Precisamente, la Doctrina Social de la Iglesia (DSI) en «Laborem Exercens» de Juan Pablo II, Carta encíclica publicada en 1981, ya profundizaba en la importancia del trabajo humano, definiendo y exigiendo al trabajo personal como un medio para que el ser humano se realice y se desarrolle como tal. Además, subrayaba la dimensión social del trabajo, enfatizando la necesidad de justicia y dignidad para todos los trabajadores, antes y después de su jubilación o retiro.

El trabajo como fuente de dignidad y desarrollo:


La DSI afirma que el trabajo es inherente a la naturaleza humana y permite al ser humano realizarse plenamente.

El trabajo no es solo una necesidad para subsistir, sino una forma de participar activa y satisfactoriamente del desarrollo humano, poniendo de relieve cada singularidad creativa personal desde y hacia una perspectiva comunitaria en el marco de la autogestión y la acción vecinal.

El trabajo contribuye al desarrollo integral de la persona, tanto en el ámbito personal como en el social y cultural.

La dimensión dignificadora, civil y comunitaria del trabajo:


La DSI sostiene la importancia de la justicia social en el ámbito laboral, enfatizando la necesidad de proteger los derechos de los trabajadores.

El trabajo debe ser digno, remunerado adecuadamente y permitir a las personas desarrollar sus capacidades y talentos.

El trabajo debe ser una fuente de unidad y cooperación, promoviendo la solidaridad y el bien común.

Coherente y consecuentemente, el papa Francisco para el vía crucis de este viernes santo, una de las meditaciones que nos dejó sugeridas por escrito fue: “la economía de Dios no mata ni aplasta”.

En las 14 estaciones en las que se describe la Pasión de Cristo, el papa hace reflexiones como la que propone abrazar “la economía de Dios, que no mata, no descarta, no aplasta”

Y la compara con una economía “deshumana” en la que “noventa y nueve valen más que uno”.

“Sin embargo, hemos construido un mundo que funciona de ese modo; un mundo de cálculos y algoritmos, de frías lógicas e intereses implacables”

Concordantemente para Francisco, “el trabajo cooperativo en la Doctrina Social de la Iglesia, “corrige ciertas tendencias propias del colectivismo y del estatismo, que a veces son letales para la iniciativa privada; y al mismo tiempo, frena las tentaciones del individualismo y del egoísmo propios del liberalismo”

El éxito del modelo cooperativo es posible porque combina por un lado, la lógica de la empresa y, por otro, la de la solidaridad: solidaridad interna entre sus miembros y solidaridad externa con los destinatarios. Esta forma de vivir el modelo cooperativo puede ejercer una influencia significativa en las empresas que están demasiado atadas a la lógica del beneficio, porque las empuja a descubrir y evaluar el impacto de su responsabilidad social y ambiental.

La cooperación y los cooperativismos son también -vaya vaya- una manera de “superar la soledad que convierte la vida en un infierno». Cuando el hombre se siente solo, experimenta el infierno. Cuando, por otro lado, siente que no está siendo abandonado, entonces puede enfrentarse a todo tipo de dificultades. Para Francisco nuestro mundo está enfermo de soledad y egoísmo.

Por ello, un gesto posible, es convertir la cooperación en un modo de vida, dando “un trabajo y una jubilación dignamente remunerados; permitiendo que demasiados titulares de “artes y oficios” que se han vuelto más frágiles o excluidos a causa del mercado y la globalización financiera, formen parte de una sociedad civil que los fortalezca, los apoye, reconvierta e incluya”, cabal, productiva e íntegramente.

El «milagro» de la cooperación es una estrategia de equipo que abre una brecha en la pared de soledades o multitudes indiferentes, que excluye a los más débiles.

Finalmente, para la DSI -con transparencia, fomento y promoción- el terreno del buen combate para el trabajo cooperativo, será oponer la relación contra el individualismo, el equipo contra el interés, la autonomía e independencia laboral contra monarcas sindicalistas e industrias del juicio, para confluir mancomunadamente a la mayor conveniencia humana del bienestar de todos contra los intereses de unos pocos.


El trabajo no debe ser denigrado por ineficiencias y corruptelas políticas, ni por ideologías sin rostro humano, como hoy traduce cada jubilado ordinario el que aún habiendo ¡trabajado y aportado mucho y en serio!, sabe que así, desde entonces, viene muriendo un poco cada día.

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