En defensa de los médicos residentes en hospitales públicos
En nuestros hospitales públicos la base del sistema de salud son los médicos residentes. Y el pediatra es la figura de la que dependen el niño enfermo y también su madre con él, a su lado.

En esta época post pandémica, con niveles elevados de ciega agresividad reactiva a la frustración que supuso el aislamiento y al empeoramiento de las condiciones generales de la mayoría de la población, es interesante recordar que los primeros indicios de sociedad organizada hallados por los antropólogos fueron descubiertos en un fósil de hueso humano reparado, demostrando que hubo ya en ese momento organización de quienes se ocupaban con habilidad de otros para que pudieran sobrevivir. La medicina, el cuidar a otros, los médicos están en la base de nuestra civilización humana.
Como psicoanalista quiero aportar a la reflexión en este doloroso momento de nuestro país.
Desde el psicoanálisis sabemos que los seres humanos para desarrollar su potencial de crecimiento y llegar a convertirnos en lo que somos requerimos de cuidados muy especiales. Siguiendo a Freud el cuidado materno hace posible la especialísima condición de largada del ser humano en términos de asegurarle un plus de placer en medio de una realidad a todas luces demasiado hostil para él. La madre es aquella que va a adaptarse y adaptar el ambiente de tal manera que el bebé no tenga que vérselas con la cruda realidad que no haría menos que arrasar con las posibilidades de subjetivación y se la va a ir suministrando lentamente, en cuotas. Las que el bebé necesite para poder habitar finalmente este mundo siendo él mismo un sujeto autónomo.
A esta especial habilidad Winnicott la llama sostén, que juega un papel fundamental en el desarrollo sano del infante. Es necesaria una madre o figura primaria de cuidado (cuando hablamos de madre o padre hablamos de funciones) que sostenga al bebé, que “no lo deje caer” nos dice Winnicott para hacernos entender las agonías primitivas del niño pequeño y también entiende que el sostén es dado también por un padre que contenga a esa madre cubriendo sus urgencias para que pueda dedicarse por al menos un tiempo plenamente a aquello tan especial demandado por el bebé. Pero esto no alcanza, también es necesaria una sociedad que rodee a ese grupo humano y vele por él ofertando posibilidades dignas de crecimiento en trabajo, educación y salud. Estos círculos concéntricos que sostienen la díada madre-bebé son lo que garantiza el desarrollo del niño que fuimos todos. Mucha patología puede verse muy directamente relacionada con las fallas de estos sostenes que a lo largo de la vida son distintos, pero todos necesarios.
Dependencia y empatía
El ser humano depende de otros. Esto es tan básico pero hay que decirlo y recordarlo, incluso descubrirlo para muchos. Muy lejos de la prescindencia que nos quieren imponer opiniones alejadas de cientificidad y generadas ad hoc con fines mercantiles y utilitaristas, el ser humano por características de su desarrollo neuronal es en esencia profundamente dependiente.
Esta dependencia es absoluta en los primeros tiempos para llegar a ser relativa en la consecución de su autonomía personal, pero jamás desaparece del todo. Somos con el otro, nunca sin el otro.
Sin esa empatía absoluta de la madre que responde a la dependencia también absoluta del bebé no hay desarrollo humano posible. Nuestra extremada prematurez al nacer, aunque lo hagamos a término, requiere de una capacidad de resonancia y de disponibilidad de otro humano también mayúscula.
Por estas tan especiales condiciones de partida humana, podríamos entender que la solidaridad/empatía/cuidado por el otro es constitutiva de nuestra humanidad y también que el narcisismo desbocado es nuestro enemigo?
En nuestros hospitales públicos que son punta en saber y tecnología, la base del sistema de salud son los médicos residentes. Y el médico pediatra es la figura principal de la que dependen el niño enfermo y también su madre con él a su lado. El niño es cuidado por el médico, con todos los conocimientos y habilidades científicas y técnicas que ha atesorado con gran esfuerzo en su larga formación académica.
Hoy el Estado ataca a los médicos residentes vulnerando sus derechos humanos básicos, empujándolos por debajo de la línea de pobreza, sabiendo que trabajan entre 80 y 100 horas semanales con enormes responsabilidades, luchando cuerpo a cuerpo contra la muerte, con niveles de estrés altísimos y para la gran mayoría de nosotros intolerables. Cuando el Estado se vuelve contra ellos, ¿no es acaso como si en un mismo cuerpo la boca se volviera de pronto feroz mordiendo sus propias y solícitas manos? ¿Qué estamos haciendo con nuestro cuerpo social?
Como heredera de una tradición de psicoanalistas de niños y adolescentes que supieron comprometerse con los hospitales públicos tanto pediátricos como maternidades, denuncio y condeno enfáticamente el maltrato y el abuso de poder a los médicos residentes de los hospitales que son vulnerados en nuestra querida Nación, porque en ellos se ataca la base de la sociedad en que vivimos.
* Miembro de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires
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