“Oportunidad para actualizar el contrato social”

Deseo compartir un deseo con las autoridades que representan a los poderes constituidos de Neuquén (provinciales y municipales) y con los ciudadanos: Que hagamos de la emergencia climática una oportunidad para actualizar el contrato social, lo que implica un acuerdo entre gobernantes y gobernados para la convivencia en el Estado provincial. El objetivo general –en un plazo razonable y a definir– sería que no haya más neuquinos que dependan de la bondad y la caridad de los demás. La inversión en obra pública pensada en los efectos del cambio climático, la aplicación de principios de administración y gestión basados en el pensamiento estratégico, la garantía de acceso a los servicios esenciales para los habitantes de las presentes y futuras generaciones y la revisión ética por parte de quienes administran justicia y sancionan leyes formarían parte del compromiso de quienes administran poder. Con respecto a quienes integramos la sociedad civil, considero que también tenemos una deuda pendiente y que tiene que ver con nuestro comportamiento en el escenario público y que afecta a los demás en nuestra relación de vecinos, compañeros, colegas, consumidores, usuarios y, sobre todo, ciudadanos. Así como aparece la solidaridad en momentos de adversidad, durante la vida cotidiana solemos no respetar las reglas de tránsito. Es frecuente que apelemos a la descalificación de las ideas que no compartimos; asimismo, las conductas de vandalismo con los edificios públicos hablan mal de nosotros. Dicho de otra forma, el tratamiento de descuido que hacemos con la basura, la desidia y el no respeto al ambiente natural y social configuran básicamente una cultura permanente de oposición a la ley. No estoy diciendo que somos malos. Pienso que los ciudadanos argentinos desde hace al menos tres décadas venimos sufriendo un proceso de degradación: ya casi que los líderes políticos no nos llaman “ciudadanos” sino “beneficiarios”. Somos beneficiarios de planes y de subsidios, lo que nos despoja de la cultura del trabajo y esfuerzo. Las familias y el sistema educativo no desarrollamos precisamente pensamiento crítico en los jóvenes y somos funcionales al debilitamiento de la palabra, lo que –entre otras causas– produce conductas de violencia. En fin, nuestro compromiso como sociedad civil sería nada más ni nada menos que reflexionar sobre nuestras conductas en el escenario público y en el mundo del trabajo (hagamos de asistir a trabajar la regla y faltar la excepción). Y si nos toca recibir subsidios porque la desocupación ha llegado a nuestras vidas, exijamos a quienes nos conducen que nos dignifiquen con una contraprestación para articularnos socialmente. Me despido con la expectativa de que el contenido de esta carta sea completado, mejorado, ampliado y que nos estimule a un debate entre funcionarios y sociedad civil. Susana Ravalle DNI 13.539.338 Neuquén

Susana Ravalle DNI 13.539.338 Neuquén


Deseo compartir un deseo con las autoridades que representan a los poderes constituidos de Neuquén (provinciales y municipales) y con los ciudadanos: Que hagamos de la emergencia climática una oportunidad para actualizar el contrato social, lo que implica un acuerdo entre gobernantes y gobernados para la convivencia en el Estado provincial. El objetivo general –en un plazo razonable y a definir– sería que no haya más neuquinos que dependan de la bondad y la caridad de los demás. La inversión en obra pública pensada en los efectos del cambio climático, la aplicación de principios de administración y gestión basados en el pensamiento estratégico, la garantía de acceso a los servicios esenciales para los habitantes de las presentes y futuras generaciones y la revisión ética por parte de quienes administran justicia y sancionan leyes formarían parte del compromiso de quienes administran poder. Con respecto a quienes integramos la sociedad civil, considero que también tenemos una deuda pendiente y que tiene que ver con nuestro comportamiento en el escenario público y que afecta a los demás en nuestra relación de vecinos, compañeros, colegas, consumidores, usuarios y, sobre todo, ciudadanos. Así como aparece la solidaridad en momentos de adversidad, durante la vida cotidiana solemos no respetar las reglas de tránsito. Es frecuente que apelemos a la descalificación de las ideas que no compartimos; asimismo, las conductas de vandalismo con los edificios públicos hablan mal de nosotros. Dicho de otra forma, el tratamiento de descuido que hacemos con la basura, la desidia y el no respeto al ambiente natural y social configuran básicamente una cultura permanente de oposición a la ley. No estoy diciendo que somos malos. Pienso que los ciudadanos argentinos desde hace al menos tres décadas venimos sufriendo un proceso de degradación: ya casi que los líderes políticos no nos llaman “ciudadanos” sino “beneficiarios”. Somos beneficiarios de planes y de subsidios, lo que nos despoja de la cultura del trabajo y esfuerzo. Las familias y el sistema educativo no desarrollamos precisamente pensamiento crítico en los jóvenes y somos funcionales al debilitamiento de la palabra, lo que –entre otras causas– produce conductas de violencia. En fin, nuestro compromiso como sociedad civil sería nada más ni nada menos que reflexionar sobre nuestras conductas en el escenario público y en el mundo del trabajo (hagamos de asistir a trabajar la regla y faltar la excepción). Y si nos toca recibir subsidios porque la desocupación ha llegado a nuestras vidas, exijamos a quienes nos conducen que nos dignifiquen con una contraprestación para articularnos socialmente. Me despido con la expectativa de que el contenido de esta carta sea completado, mejorado, ampliado y que nos estimule a un debate entre funcionarios y sociedad civil. Susana Ravalle DNI 13.539.338 Neuquén

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