“Otra revolución cuyos objetivos son tiempos sin plazos”
El 28 de junio de 1966, las Fuerzas Armadas asumieron el poder a través de sus comandantes en jefe. La junta militar de la autodenominada “Revolución Argentina” nombró como presidente de la Nación a Juan Carlos Onganía, un general sin experiencia política, caracterizado por muchos historiadores como un militar duro y autoritario. Para Onganía la “revolución” no tenía plazos, sino objetivos. Su programa de gobierno constaba de tres partes. En primer lugar, se encontraba el “tiempo económico”, en el cual se lograría la estabilidad, luego estaba el “tiempo social”, en el cual se distribuirían las riquezas obtenidas en la etapa anterior y, por último, el “tiempo político”, en el que se llevaría a cabo la transferencia del poder. El 3 de enero de 1967, es nombrado ministro de Economía el doctor en Ciencias Económicas Adalbert Krieger Vasena, un economista liberal cercano a los organismos financieros internacionales. El plan de desarrollo industrial impulsado por este ministro buscaba una estabilidad prolongada basada en las inversiones de empresas extranjeras. Hacia fines de la década de 1960, los conflictos sociales conocidos como Cordobazo o Rosariazo habían dejado al descubierto el malestar económico que atravesaban los trabajadores industriales y de otros sectores de todo el país, cuyos salarios habían sido congelados por el gobierno. El 8 de junio de 1970, la presidencia de Onganía llegó a su fin cuando éste se vio obligado a renunciar al encontrarse desbordado por la evidente crisis económica y las peleas internas que en ese momento tenían lugar dentro de las propias Fuerzas Armadas. La realidad es que hoy, 43 años después de la renuncia de Onganía, los argentinos seguimos siendo gobernados por un grupo de personas cuyas medidas no hacen otra cosa que hundir aún más al país y lo más grave es que el mismo pueblo es quien les ha dado la autoridad para que lo hagan. Por esto los argentinos debemos hacer mejor uso de nuestra democracia, que, luego de haber costado tanta sangre, hoy se encuentra más desvalorizada que nunca. La historia de la nación argentina ha demostrado que los proyectos de gobierno que “llegan para quedarse” se niegan a irse por la puerta delantera, terminan yéndose por la puerta de atrás de manera deshonrosa, cargando sobre sus hombros el peso del fracaso y el repudio de toda la gente. Aquí se pueden encuadrar a modo de ejemplo a diferentes presidentes argentinos, algunos elegidos democráticamente y otros de facto. Teniendo en cuenta todo lo mencionado anteriormente, se puede concluir que reside en cada uno apostar a un cambio para mejor, cambio que consolide a través del voto a un nuevo proyecto de gobierno, que sea más respetuoso en cuanto a los plazos de gobierno, a la Constitución nacional y a las diversas opiniones que se manifiesten dentro y fuera del país sobre su gestión. Hernán Rueda DNI 36.752.884 Neuquén
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