Peligros del éxito

Nuestro país comienza una nueva etapa de relativa apertura de la cuarentena durante la cual, en casi todo el país excepto Capital y Gran Buenos Aires (AMBA), municipios y provincias podrán permitir ciertas actividades y tolerar una mayor circulación de personas. En Argentina, el juego de ensayo y error mundial que ha sido el combate a la pandemia de coronavirus ha sido bastante exitoso en lo sanitario, lo que paradójicamente es a la vez su debilidad, por el riesgo del relajamiento de medidas de prevención aún indispensables.

Los números que dio el presidente admiten varias lecturas. Por un lado, se alcanzó la mayor brecha de días en los que se duplica la cantidad de contagios (25) y la enorme mayoría (86%) se concentra en el AMBA, o si se quiere en el 11% de los municipios del país, pero los más densamente poblados. En la región, Neuquén logró diez días sin nuevos positivos, mientras Río Negro tuvo varios sustos por picos de infectados que la ubicaron -tristemente- entre las provincias más complicadas.

El alivio relativo puede llevar a conclusiones erróneas, como creer que lo peor ya pasó

Como en toda catástrofe natural, cuando amaina hay un previsible deseo de volver a la normalidad. Por eso, algunos distritos ya habían flexibilizado de hecho la cuarentena. Profesionales, pequeñas obras y comercios, servicio doméstico, peluquerías, servicios, comenzaron a operar en horarios limitados y con restricciones de atención. En los lugares con baja circulación de virus, la gente lógicamente pide volver a generar ingresos. Muchos han consumido ya buena parte de sus reservas económicas y otros que ni siquiera las tenían están llegando al límite de su resistencia, pese a las ayudas del Gobierno. El propio Estado está tocando límites de acción porque la grave recesión también restringe sus ingresos.

Una encuesta de Carlos Fara revela cambios en el ánimo de la gente en esta fase de la pandemia. El 90% no cree que se llegue a los niveles catastróficos de Italia, España o EE. UU. El 43% tiene incertidumbre sobre el futuro, un 27% esperanza y solo 12% miedo y enojo. Un 66% cree que ya es momento de flexibilizar la cuarentena y el 83% cree que el país saldrá adelante.

Sin embargo, el alivio puede llevar a conclusiones erróneas, como creer que lo peor ya pasó. Si bien el aislamiento ralentizó el ritmo de contagios y los picos esperados en abril y mayo no llegaron, eso no significa que no ocurran, ya que el virus circula de manera comunitaria en varias zonas del país y aún amenaza. El foco más preocupante está en las villas de CABA y los distritos más pobres del conurbano bonaerense, donde la cifra de contagios y muertes crece en contextos de hacinamiento, falta de infraestructura, pobreza e informalidad que convierten en una quimera el aislamiento social. Allí la pandemia se combina con la del dengue y se acerca el invierno con patologías características, que pondrán a dura prueba sistemas sanitarios que fueron reforzados y equipados, pero no solucionaron deficiencias estructurales de décadas.

Hablar de “normalidad” puede hacer olvidar que el virus sigue allí, la vacuna aún no llega y por largo tiempo conviviremos con ciclos de alivio y reinfección. Un logro de la cuarentena fue que generó conciencia de que el lavado frecuente de manos, el uso de barbijos, la distancia de dos metros, seguirán por largo tiempo. Un mensaje excesivamente optimista de la dirigencia puede “deseducar” a la población y generar riesgo.

Chile lo vivió en carne propia esta semana, donde la realidad golpeó al presidente Sebastián Piñera, quien tras abrir actividades por los buenos resultados debió volver a confinar a la población de Santiago ante una brusca suba de contagios. España vivió horas de descontrol tras disponer desordenadamente “salidas recreativas” que puede lamentar. Y la debacle sanitaria de Brasil, con centenares de muertos por día, nos recuerda el peligro del negacionismo estilo Bolsonaro.

Buena parte del éxito de esta nueva etapa dependerá de la responsabilidad individual de los argentinos, que deberán superar su tradicional tendencia a la anomia y al individualismo, en un contexto económico adverso y con el pico de la pandemia en curso. No será sencillo.


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