Pensar en sustentabilidad en la región

Una profesional máster en arquitectura bioclimática invita a usar estrategias sostenibles desde el diseño.

Por: Mariana Gabriela Chanampa Vilchez

marianachanampa@gmail.com

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A nivel mundial, en las últimas décadas, la continua expansión demográfica y el movimiento migratorio de la población rural ha desencadenado una construcción masiva de viviendas, generando barrios de baja calidad ambiental. En su desarrollo han primado tejidos urbanos de alta densidad en detrimento de una dotación de edificios eficientes que mejorasen la calidad de vida de sus habitantes.

Este rápido proceso de edificación, sumado al empleo de materiales pocos permeables, escasez de espacios verdes, carencia de elementos que produzcan sombreamiento, flujos de calor generados por la maquinaria de acondicionamiento doméstico (sistemas de calefacción y refrigeración), uso del transporte y las industrias, han provocado que el urbanismo existente se encuentre lejos de modelos sostenibles.

Junto al elevado índice de contaminación, los factores anteriormente citados, son los responsables más directos del efecto “isla de calor” considerado uno de los mayores problemas del siglo XXI como resultado del crecimiento de la urbanización.

Las ciudades funcionan como almacenes de calor durante el día, mientras que la energía acumulada se libera durante la noche pudiendo haber una diferencia de 10 ºC entre los centros urbanos y las zonas rurales.

Las propiedades térmicas de los materiales utilizados para la construcción también influyen en climas áridos con altos valores de radiación como hay en el clima neuquino.

El porcentaje de radiación solar absorbida o reflejada por las superficies que conforman las envolventes de los edificios integrados en la trama urbana (cubiertas, fachadas, pavimentos, etc) afecta en gran medida la distribución de la temperatura.

Una de las características de la arquitectura moderna es la utilización de grandes fachadas vidriadas independientemente del clima del lugar. La mayoría de las veces generando un sobrecalentamiento de los espacios interiores, un aumento del uso de energía eléctrica para su acondicionamiento y limitando las exigencias de confort de sus usuarios.

El vínculo entre la arquitectura y su entorno es fundamental, simplemente con observar la arquitectura vernácula se puede visualizar la dependencia de los materiales, las técnicas, los sistemas constructivos y los diseños con las condicionantes climáticas de un lugar.

En este contexto, donde la temperatura media de la tierra va en aumento, es acuciante impulsar estrategias que minimicen el consumo de la energía, que sean responsables con el Medio Ambiente y que generen edificios sostenibles durante su vida útil (emisiones nulas de CO2 y consumo mínimo de agua además de otros recursos naturales primordiales).

Como medidas a considerar, en el clima de Neuquén, se encuentran la implementación de sistemas pasivos que tendrían que ser aplicados en el proceso de diseño, construcción y gestión de una determinada propuesta. Entre los que se destacan: los sistemas de ventilación cruzada en verano, parasoles, espacios soleados en invierno, aprovechamiento de la inercia térmica de los locales, diseñar potenciando la luz natural.

En verano es importante evitar la transmisión de ganancias energéticas al interior de los edificios, llevar a cabo estrategias de bloqueo térmico compatibles con estrategias de evacuación del calor.

Las protecciones más efectivas son las que evitan ganancias innecesarias considerando que no obstruyen la necesidad de radiación en los meses fríos.

Las envolventes vegetales constituyen un sistema de protección de las edificaciones adecuado para los meses más cálidos. Se consigue un descenso de las temperaturas de las brisas próximas a los cerramientos, además de aumentar la humedad ambiental debido al proceso de evapotranspiración que realizan las plantas, favoreciendo que los usuarios se encuentren dentro de los parámetros de confort en espacios exteriores, en un clima seco, como es el de Neuquén.

Además, son soluciones óptimas para la retención de agua de lluvia, filtración, posible posterior reutilización (en usos como riego o para la cisterna de los inodoros) y para mejorar la calidad del aire.

El impacto positivo en la calidad del aire por parte de la vegetación es consecuencia del proceso de la fotosíntesis, donde se absorbe CO2 y se proporciona O2 a la atmósfera; así como de la capacidad de fijar en sus raíces ciertas sustancias contaminantes (plomo, cadmio u otros metales pesados, como también compuestos volátiles) que posteriormente son metabolizadas a través de la microflora del sustrato.

La vegetación en áreas urbanas puede filtrar las partículas contaminantes cuando el aire pasa a través de las plantas, asentándose sobre sus hojas y superficies de manera mecánica.

Los efectos positivos sobre la salud que proporcionan las envolventes vegetales han sido estudiados en profundidad, los huertos urbanos que fomentan los espacios sociales crean un modelo económico de bajo impacto y sostenible, renovando al mismo tiempo el paisaje urbano.

En invierno se necesita aprovechar la radiación a lo largo de todo el día (favorecer las ganancias de calor e impedir las pérdidas por infiltración de aire y conducción). Es por esta razón que los huecos deben ser diseñados propiciando la captación directa en los ambientes que requieren de esta estrategia.

En cuanto a disminuir las pérdidas es conveniente realizar espacios tapón (zonas que no tienen necesidades de acondicionamiento pueden ser empleadas como barreras para las pérdidas en las orientaciones más desfavorables). Se busca principalmente captar en la orientación Norte donde la radiación es significativa en este período.

Es primordial el empleo de materiales con emisiones reducidas para obtener una construcción con una óptima calidad del aire interior. Para esto es conveniente estudiar el Ciclo de Vida de los materiales, elegir aquellos que impliquen un mejor comportamiento hacia el Medio Ambiente, por su bajo consumo energético, escaso nivel contaminante como así también por su destino como residuo (que permita su reciclado o su reutilización).

El uso de luminarias de bajo consumo, evitar puentes térmicos, potenciar la aislación en las envolventes, mejorar la calidad de los acristalamientos, son buenas prácticas en la edificación. El tratamiento de aguas residuales para su posterior uso, sumado a la recuperación de agua de lluvia, a la utilización de electrodomésticos, sanitarios, griferías, sistemas de riego de bajo consumo, permite reducir el empleo de agua potable vital en nuestras vidas, que en algunas ciudades de Argentina puede alcanzar los 600 litros por persona. A su vez es necesario complementar la matriz energética con otro tipo de energías como las renovables.

A la hora de establecer la relación entre Arquitectura, Edificación y el Ecosistema Global hay que poner de manifiesto las consecuencias que a nivel medioambiental se producen como resultado de un modelo convencional de edificación, conllevando una “huella ecológica” que se expresa de diversas formas. Los principios de la arquitectura “sustentable” se están convirtiendo en una causa mundial y como una respuesta a la creciente conciencia generada por la degradación medioambiental. Las autoridades locales deben facilitar herramientas, promover la investigación, formación, como otorgar incentivos a quienes apliquen algunos de los principios mencionados. Es importante el desarrollo de un sistema de información, divulgación, educación, participación y articulación pública-privada con los ciudadanos sobre estos temas.

El Informe de Brunbdtland, de la Comisión Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo, definió el desarrollo sostenible como aquel “que atiende las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para atender las suyas”, es gestionar adecuadamente los recursos evitando que se agoten. Se habla del término “sustentabilidad” como el equilibrio que considera lo económico, social y ambiental. El ritmo de vida actual no puede mantenerse sin hipotecar el porvenir de futuras generaciones. La continuidad de una vida humana digna sólo puede lograrse mediante estrategias más sostenibles que incorporen la racionalidad energética en nuestras construcciones, que promuevan un uso eficiente de los recursos disponibles y una reducción tanto de residuos como de emisiones.


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