perfil
ROMA.- Andreotti encarnaba lo mejor y lo peor del poder en Italia y sus dotes –un hablar culto y divertido conjugado al cinismo y a su habilidad– le habían valido el apodo de “Belcebú” de la política. El dirigente devoto, que acudía a misa todos los días a las siete de la mañana y era capaz de conversar con los papas en latín, fue una figura omnipresente durante seis décadas y llegó a ocupar siete veces el cargo de presidente del Consejo y veinte veces un sillón ministerial. “El divino”, “el incombustible”, “el equilibrista”, fueron algunos de los motes del hombre que manejó las riendas del poder tras la Segunda Guerra Mundial, como uno de los líderes más influyentes de la Democracia Cristiana. Había nacido en Roma el 14 de enero de 1919, y tenía desde 1991 el cargo de senador vitalicio. En su carrera, consiguió sobreponerse a numerosos escándalos en los que se pretendió involucrarlo, desde los contratos en el sector del petróleo en los 60 hasta las acusaciones de no haber hecho lo suficiente para salvar a Aldo Moro, secuestrado y asesinado en 1978, o de complicidad con la Cosa Nostra en los años 90. (AFP)
Comentarios