Placer, poder y control


Siguiendo al filósofo Michel Foucault, estamos en un encierro virtual, donde el sujeto se cree libre pero está preso del consumo, de las últimas tecnologías y de la cultura del hedonismo.


Muchas veces pensamos como espacios libres de intercambios de miradas a las plataformas virtuales y a las redes sociales. Espacios supuestamente transparentes donde compartimos mensajes de afecto, opiniones y formas de ver el mundo. Estas herramientas comunicacionales, como cualquier otra, afectan nuestras relaciones y percepciones, ya que activan la producción de saberes y deseos.

Las redes de intercambio virtual crecieron bajo la ilusión de contribuir a una democracia más plena, ya que parecían cuestionar la centralidad del poder comunicacional tradicional.

En ese camino fueron utilizadas para visibilizar situaciones de violencia que estaban ausentes en los medios de comunicación que ocupan posiciones dominantes. Las militancias de género, ambiental y contra la violencia institucional encontraron en estas herramientas la posibilidad de hacer oír sus voces.

La mirada crítica

Sin embargo, ese potencial y esa pseudotransparencia nos dificulta el desarrollo de una mirada crítica. Porque también estamos frente a espacios comunicacionales administrados por grupos concentrados.

Empresas que tienen intereses ideológicos y económicos, las cuales establecen las reglas de juego donde se desarrolla buena parte de la agenda política y social.

La temática tomó visibilidad cuando recientemente Twitter y Facebook suspendieron las cuentas oficiales de Donald Trump.

Pero esta injerencia en los debates políticos no es nueva: la empresa Twitter, con sede en California, Estados Unidos, bloqueó cuentas oficiales de los gobiernos de Cuba y Venezuela. La empresa Youtube canceló tres canales de la Televisión estatal Venezolana donde se alojaban más de 68.000 videos.

Recientemente el sociólogo y politólogo Atilio Borón manifestó “Zoom: comunico a quienes me están contactando para participar en videoconferencias u ofrecer charlas que no aceptaré ninguna invitación que utilice la plataforma Zoom. Solo revertiré esta decisión cuando Zoom permita que los usuarios de Cuba también puedan usar esa plataforma”.

Hace unos meses atrás, en Venezuela, Twitter bloqueó la cuenta del medio alternativo Alba TV. Pablo Kunich, integrante de Alba TV, aseguró: “Estamos usando las redes sociales de manera inocente, pues son plataformas privadas y privativas. Es un llamado de alerta para los movimientos sociales, para las personas usuarias de Twitter como las otras redes sociales, no son un campo libre. Esto ha pasado no solo en Venezuela, sino en varios países donde Estados Unidos tiene intereses y conflictos”.

La información personal

Paralelamente, estas plataformas, reciben información de nuestros gustos, ideas y perfiles y mediante sus algoritmos nos condicionan qué cosas debemos ver y qué descartar.

Quizás, retomando el concepto de la “sociedad de control” que nos convidó el filósofo francés Michel Foucault: estamos en un encierro virtual, donde el sujeto se cree libre pero está preso del consumo, de las últimas tecnologías y de la cultura del hedonismo.

En una entrevista reciente, Cédric Durand, autor de “Tecno-Feudalismo, crítica de la economía digital” manifestó: “Es el mundo donde impera el Big Data el cual termina por conocernos mejor que nosotros mismos. La lógica de la vigilancia acaba por trascender a los individuos y en ella hay como un camino sin salida. No podemos escaparnos de ese mundo porque, individualmente, somos más débiles que los algoritmos. Estamos dominados y guiados por ellos. No hay una solución individual para la protección de los individuos ante los soportes digitales. Por el contrario, hay que reflexionar en qué manera colectiva podemos emanciparnos de ellos preservando espacios de la existencia que no estén totalmente dominados por este sistema. Es una discusión política y no tecnológica”.

Las ilusiones de los efímeros placeres virtuales, los mensajes de afecto y las imágenes de mascotas conviven con lógicas de poder y control que si no desarrollamos miradas críticas tienden a hacerse invisibles: que las fotos de los gatitos no nos tapen las redes de poder.


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