Propósitos

Juan Ignacio Pereyra pereyrajuanignacio@gmail.com

Faltaba un rato para la medianoche. Comíamos y bebíamos. Estábamos cada vez más locuaces. El tono de voz iba subiendo. Iván Paperdán, asador de la ocasión y avezado animador de reuniones sociales, hacía un comentario cada tanto. Casi sin sentarse, iba y venía de un lado a otro. En un momento entró en la cocina y salió con su laptop en la mano. “Bueno, les voy a leer algo que escribí recién”, dijo Iván. Se hizo un silencio y todos lo miramos. Formuló una breve introducción y comenzó una enumeración de las cosas que anhela para el 2014 y de otras que espera sepultar junto con el año que se estaba por ir. No quiere escuchar más algunas frases y palabras como “¡Salió en Twitter, cómo no te enteraste!” y “Metástasis”, entre otras. En cambio, oír más seguido: “Perdón, me equivoqué”, “¿Traés un vino? Voy prendiendo el fuego”, “Te quiero”, “¿Necesitás algo?”, “¿Te puedo ayudar?”. Me pareció una saludable variante de las clásicas listas de fin de año, básicamente una idea que me hubiera gustado que se me ocurriera a mí. “Y vos Reyes, ¿qué pensás? ¿cuáles son tus deseos?”, me preguntó uno de la mesa. En ese momento no le respondí, no sé por qué. Pero desde hace días que venía pensando en el 2013 que se fue. Lo podría resumir como el año que besé por última vez a mi viejo, abracé cada vez más a Latana y afirmé el paso hacia los lugares que quiero. Aunque cueste y como si pudiera influir en la generación de una masa crítica, espero que este año nos acerque más a nuestros deseos reales y nos aleje de lo impostado. Que las relaciones crezcan en el cariño, la compresión y el amor. Más: confianza, genuinidad, paciencia, honestidad, sinceridad, coraje, valor, solidaridad, fortaleza. Menos: falsedad, conveniencia, cobardía en las decisiones, violencia, destrato, maltrato, intolerancia. Sería lindo que nos comprometamos un poco más. No esquivar algo solo porque requiere esfuerzo. Gozar de los momentos de satisfacción. Respetar los espacios para cada cosa: que trabajar una hora más no se imponga ante el almuerzo. Que no nos tomemos tan en serio a nosotros mismos y que el error sea visto como una oportunidad de aprendizaje. Me puse a investigar un poco y me encontré con los propósitos que escribió Woody Guthrie hace setenta años. La leyenda del folk norteamericano tenía 31 años, esposa, tres hijos y vivía un gran momento. De los 33 puntos de su lista, algunos me gustaron más: cepillarme los dientes si me quedan, estar contento, tener la máquina de la esperanza funcionando, tener buenos sueños, conocer mejor a la gente, leer muchos libros buenos, mantener la casa limpia, tener compañía pero no perder tiempo, bailar mejor, cambiar seguido las sábanas, ahorrar, amar a todos, entender qué quiero, y despertarme y luchar. Este es un terreno nuevo para mí, que nunca hice listas anuales. Tal vez por eso me resultó atractivo y también porque estoy convencido de que para ciertas cosas hay que tener un plan. Así que añadí: comer mejor (más frutas, verduras y pescado), escribir todos los días, oler, observar, escuchar una canción nueva al día, trabajar mejor y evitar enojarme por lo que no vale la pena. En un papel, en mi escritorio, anoté una frase que dijo Hank Moody en Californication: “Cualquiera puede ser cínico, el desafío es ser optimista”.


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