Referéndum en Bariloche: la hora de las urnas
Jorge Luis Vallazza (*)
En unos días la ciudadanía barilochense definirá en las urnas el destino final del último intendente electo, ahora suspendido. Aunque no se mencionan los saqueos de fin de año entre los fundamentos del pedido de revocatoria de mandato, fueron esos hechos –por su gravedad social y repercusión nacional– lo que el lenguaje popular define como “la gota que colmó el vaso” de una catarata de desavenencias que han ido sucediendo en el gobierno municipal durante su año de existencia. Omar Goye asume la Intendencia, convocando diversos sectores, incluso extrapartidarios, como el Partido Pueblo. Si bien “la pesada herencia recibida” dejaba a la comuna en una situación alarmante, el triunfo del FpV en la provincia, el apoyo del gobierno nacional –con el incesante acompañamiento del senador Pichetto– y la reactivación del Turismo superada la crisis del volcán pronosticaban el mejor escenario para el futuro de esta ciudad. Sin embargo, a pesar de los buenos augurios, desde el inicio de la gestión múltiples acciones de gobierno fueron cuestionadas por la opinión pública local. El fuerte aumento de la planta política, el atraso en el pago de los planes sociales, el conflicto con los estudiantes por el boleto, la pelea con la prensa, las denuncias sobre el manejo de los fondos públicos –como la causa del cobro de la publicidad callejera– son algunos de los “títulos” de una larga lista de hechos que fueron alimentando “in crescendo” el desencanto ciudadano. El Concejo Municipal debió navegar entre garantizar la gobernabilidad y a la vez no quedar involucrado en los desaciertos del intendente. Todo este proceso de desgaste –agravado por la sucesiva renuncia de funcionarios que terminan dejando al intendente prácticamente solo, rodeado de su entorno más íntimo– explotó en los conocidos hechos de fin de año. Un gremialista municipal sentencia: “La cosa no da para más”. La ciudad queda en un estado salvaje, de caos, graficando el “estado de naturaleza” del ser humano, similar al caracterizado por el filósofo Thomas Hobbes para fundamentar la necesidad de un estado-sociedad, con una autoridad que ordene y gobierne. El Concejo, asumiendo el rol que le corresponde, motoriza el proceso de revocatoria y reúne rápidamente las firmas necesarias que fija la norma. El intendente suspendido se refugia en un relato paranoico y maniqueo colocándose como una víctima de una confabulación planetaria de “traidores”, categoría conceptual que atribuye a todo aquel que se ponga en su contra. Desde esta mirada sólo se salva la presidenta, a la que se la justifica como “mal asesorada”. Derrapa calificando de “golpismo” la aplicación de una herramienta contemplada por la Carta Orgánica, boicotea la participación ciudadana en el referéndum y judicializa todos los pasos que fue dando del gobierno interino, cosechando no más que rechazos en la Justicia. Apela por momentos a una suerte de “chauvinismo” llamando a la resistencia de los barilochenses contra los “ataques de afuera” e invoca por momentos al “sentimiento peronista” para defenderse de las fuerzas que lo quieren fagocitar y destruir. Omite autocrítica alguna a su gestión sobre el proceso de deterioro que lo llevó a esta situación de aislamiento y de enfrentamiento con gran parte de la sociedad y con todas las fuerzas políticas que lo apoyaron para ganar y/o gobernar en su año de gestión. Mientras tanto, el gobierno interino debe resolver las complejas problemáticas de una ciudad heterogénea, ávida de respuestas a los múltiples conflictos cotidianos. El drástico achique en la planta política, el armado de un gabinete con profesionales de probada trayectoria y honestidad y la presencia continua de la intendente interina –tanto en las distintas dependencias municipales y barrios periféricos, como en la gestión frente a Provincia y Nación– son signos positivos que alientan a recuperar la confianza de la ciudadanía. El gobierno de transición debe demostrar con gestos y obras que aún están vigentes las ventajas del alineamiento provincial y nacional, manteniendo viva la esperanza de que son posibles los cambios que la ciudadanía demandó con su voto en las últimas elecciones. Todo este análisis está teñido de la subjetividad de quien escribe, convencido de la necesidad de dar fin al ciclo de Goye, por incumplimiento del mandato de la ciudadanía que lo votó (y también de la que no lo votó). Justamente ése es el objetivo de uno de los medios más importantes con que cuenta la participación ciudadana para controlar y profundizar las democracias modernas. Por eso será finalmente la expresión de los vecinos en el cuarto oscuro el próximo 7 de abril –inapelable y soberana– lo que demuestre cuánto de cierto hay en todas estas afirmaciones, definiendo lo que desean los barilochenses para su propio futuro institucional. Démosle lugar, entonces, a “la hora de las urnas”… (*) Licenciado. Exministro de Desarrollo Social de Río Negro
Jorge Luis Vallazza (*)
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