RIO SUELTO Fútbolsin fútbol

4-4-2

4-3-1-2

4-5-1

3-4-1-2

3-4-3

Ni números telefónicos ni las combinaciones de una caja fuerte. Tácticas. Todas nos dicen algo. La primera es tradicional y algo conservadora. la segunda, más creativa. La tercera no deja dudas: demasiado amarrete. La tercera y la cuarta oscilan entre combativas y agresivas. Eso sí, ninguna nos dice nada de los futbolistas. Porque como dijo Alfio Basile: «Mis tácticas son siempre las mejores, lo que pasa es que dentro de la cancha los jugadores se mueven…»

Y los jugadores que más se movían eran los once de Holanda que le dieron vida a «La Naranja mecánica» de la primera mitad d los '70, quizás la última gran revolución táctica en el fútbol.

Si hay un número que grafique su táctica, ese sería el 10. Porque salvo el arquero, todos se desplazaban por el campo sin un lugar preestablecido y al ritmo de Johan Cruyff, el director de esa orquesta futbolística.

Pasaron más de 30 años desde que esa formación «tocó» por última vez y fue en la final perdida del Mundial '74, ante Alemania (2-1). Hasta hoy, ningún equipo ni entrenador revolucionó el juego como lo hizo entonces el fútbol holandés. La modernidad actual es apenas un puñado de dispositivos tácticos que los entrenadores aplican para aplacar sus miedos.

Aquella selección tenía un entrenador, Rinus Michels, y una táctica, pero también un plantel de futbolistas extraordinarios. Sin ellos, las ideas del entrenador habrían naufragado. Michels sabía lo que quería: que la pelota estuviera siempre en los pies de sus jugadores. Para eso era necesario que sus jugadores supieran como tener la pelota y qué hacer con ella.

Los «modernos» le dan la pelota al equipo contrario, que sea su problema jugar con ella. Pero el problema es cuando el equipo rival también piensa lo mismo.

Hace 9 días, Boca y Huracán estaban listos para comenzar el partido. Ambos equipos estaban perfectamente acomodados sobre el césped, el árbitro Javier Collado también. Los jugadores mascullaban las directivas tácticas de sus entrenadores. La lección estaba bien aprendida, pero el partido no comenzaba… nadie se había dado cuenta que faltaba la pelota.

JUAN MOCCIARO

jmocciaro@rionegro.com.ar


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