¿Por qué Brasil superó a Argentina en el agro?

En cuatro décadas, el gigante sudamericano se convirtió en protagonista indiscutido de las exportaciones mundiales de granos y proteínas animales. Lo logró con inversión, estabilidad y una alianza público-privada que transformó su ruralidad, mientras Argentina quedó atrapada en la lógica de producir lo mismo con menos. El potencial de desarrollo desde el norte de la Patagonia hasta el sur de Santiago del Estero es enorme.

Redacción

Por Iván Ordoñez

En 1984, Brasil producía exactamente la misma cantidad de granos que Argentina e importaba carne y trigo argentino: era imposible para ellos autoabastecerse de la dieta europea que heredaron de su colonización y proceso inmigratorio. Hoy no solo producen tres veces la cosecha argentina de soja: la producción total de granos de Argentina es muy inferior a la cosecha anual de soja brasileña.

Adicionalmente, Brasil se transformó en el mayor exportador global de proteínas animales y elevó su consumo per cápita de carne vacuna. Además, coquetea todos los años con el autoabastecimiento de trigo. En los últimos 30 años, la producción brasileña de leche más que se duplicó, mientras la argentina está estancada.

Lo que Argentina debe aprender del boom del agro brasileño


¿Qué pasó? ¿Qué hicieron ellos y qué hicimos nosotros? En los últimos 15 años, el área agrícola argentina solo creció un 11%. Argentina se encerraba en la lógica defensiva de “producir lo mismo con menos”, mientras que Brasil abrazaba la estrategia ofensiva de “producir más con más”: más productividad, más inversión y más articulación público-privada.

Primer punto: la condición necesaria pero no suficiente sine qua non es el respeto a rajatabla de la propiedad privada, particularmente la de la tierra agrícola. La monumental expansión de los agronegocios fue posible porque fue financiada por los gauchos del sur (y sus parceiros paulistas) que compraron y desarrollaron campos en Mato Grosso, el Cerrado y MAPITOBA (Maranhao-Piauí-Tocantins-Bahia). Estaban a miles de kilómetros de esos campos: tener la seguridad de que nadie podría ocuparlos era fundamental para invertir.

Secundariamente, para que una hectárea sea económicamente productiva y lograr un margen positivo, sus costos tienen que estar por debajo del precio global “de Chicago” de lo que se produce allí. Los costos son todos los costos: tranquera adentro y afuera, para que el producto de esa hectárea sea consumido por sus clientes (transporte, almacenaje, procesamiento, etc.). Cuanto más bajos los costos y más alto el precio, mayor es el margen y, por lo tanto, el apetito de poner la hectárea en producción, porque da ganancia. El trabajo del Estado brasileño en este sentido fue enorme.

El productor agropecuario brasileño siempre accedió al precio lleno por lo que vendía desde el Plan Real; no hubo desdoblamiento cambiario, impuesto a las exportaciones o cuotas de exportación.

Iván Ordoñez, economista especialista en agronegocios.

Segundo punto: el productor agropecuario brasileño siempre accedió al precio lleno por lo que vendía desde el Plan Real; no hubo desdoblamiento cambiario, impuesto a las exportaciones o cuotas de exportación. Tener un horizonte claro sobre el acceso al precio lleno durante décadas es clave para generar un apetito permanente a invertir, dado que poner en producción una hectárea no es una decisión que se toma de manera liviana. Por el contrario, en Argentina, desde la salida de la Convertibilidad permanentemente se intervino el precio pagado al productor, con lo cual, ante una hectárea con iguales costos productivos, el brasileño podía ponerla en producción, mientras que el argentino no.

Boom demográfico en torno a la ruralidad


Este crecimiento brasileño pagó: en 40 años, Brasil creó en el corazón de su área agrícola una ciudad un poco más grande que Córdoba (Goiânia), dos similares a Mar del Plata y más de diez «Tandiles»: más de ocho millones de brasileños eligieron tener una vida plena en su ruralidad.

Sin retenciones y cepo cambiario, la franja centro del país podría desarrollarse enormemente: desde la Patagonia Norte al sur de Santiago del Estero, el país puede poner 80 millones de toneladas adicionales de grano en el mercado mundial, usarlas para engordar animales y dar la pelea por el suculento mercado de proteínas animales. Más importante aún: General Conesa podría tener la población de San Antonio Oeste, que a su vez podría aumentar su tamaño a la de Venado Tuerto, que por su parte podría ser Tandil, que por otro lado podría crecer hasta llegar a ser como Bahía Blanca, y esta última como Mar del Plata.

Desde el CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento) creemos que existe una posibilidad de desarrollar las ciudades rurales de Argentina para que sean un proyecto de vida individual y colectivo para sus vecinos y vecinas.

PERFIL
Iván Ordoñez


  • Iván Ordoñez es un economista especialista en agronegocios.
  • Se graduó como licenciado en Economía por la Universidad de Buenos Aires (UBA).
  • Es investigador asociado en CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento) y director del posgrado en desarrollo y gestión de AgTechs de la UCEMA (Univesidad del Centro de Estudios Macroeconómicos de Argentina).
  • Email: iordonez@gmail.com

En 1984, Brasil producía exactamente la misma cantidad de granos que Argentina e importaba carne y trigo argentino: era imposible para ellos autoabastecerse de la dieta europea que heredaron de su colonización y proceso inmigratorio. Hoy no solo producen tres veces la cosecha argentina de soja: la producción total de granos de Argentina es muy inferior a la cosecha anual de soja brasileña.

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