De noche era sereno y de día encargado de un campo: hoy es productor ganadero con 3 chacras en Río Negro
Mario Rodríguez encarna una de esas historias de éxito en la producción, cuyos inicios se construyeron en base a mucho esfuerzo y convicción. A sus 71 años sigue apostando por la actividad y comparte los frutos con Matías, su hijo, que trabaja a la par y lleva en la sangre la misma pasión y los mismos valores.
La historia de Mario Rodríguez es la de un hombre que empezó desde abajo, con largas noches como sereno en Vialidad Rionegrina (en Pomona) y días enteros como encargado en un campo ajeno. Con esfuerzo y constancia, fue armando su propio destino. En 1989 compró su primera chacra en Lamarque, Río Negro, y con ella inició un camino productivo que hoy comparte con su hijo Matías.
Esa primera inversión, de apenas 10 hectáreas, se convirtió en la base sobre la que levantaron una empresa familiar. Años después se sumó una segunda chacra, que fue limpiada y puesta en producción por ellos mismos, con trabajo físico agotador, pero también con entusiasmo. Allí empezó formalmente la sociedad entre padre e hijo, que poco a poco fue creciendo en rodeo, herramientas y capital.
El gran salto llegó con el dueño de una chacra cercana de 100 hectáreas que estaba abandonada. El trato fue claro: ellos la limpiaban y sistematizaban, y a cambio recibían la mitad de los alquileres y también el beneficio de utilizar parte de ella. Ese fue un punto de inflexión que les permitió multiplicar su escala, tecnificarse y capitalizarse.

Hoy la familia Rodríguez no solo mantiene un sistema de recría a campo y engorde a corral, sino que también maneja su propia carnicería en Lamarque. Y en este 2025, suman una tercera chacra, esta vez con la tranquilidad de contratar a otros para la limpieza, porque la vida les devolvió en parte todo lo que sembraron a pulmón.
Noches de sereno y días de chacra en Río Negro
“Estuve 15 años en Vialidad. En ese tiempo trabajaba de noche como sereno en Pomona y de día me ocupaba de una chacra de un tío de mi señora. Ahí engordaba ovejas que mi suegro traías del sur y después empecé a comprar algunos terneros”, recuerda Mario. Los años ’80 fueron para él tiempos de mucho esfuerzo y poco descanso.
En 1989 apareció la oportunidad de comprar su propia chacra. Eran apenas 10 hectáreas, pero significaban independencia. “La señora me insistía para vendérmela, hasta que la compré. Ahí arranqué solo, con 45 o 50 animales, los engordaba con una pastura consociada”, explica. Mientras tanto, Matías, su hijo, apenas tenía ocho años y comenzaba a absorber de su padre el amor por el campo.

El siguiente gran paso se dio en 2005, cuando Mario sumó una chacra de 15 hectáreas más. Esa compra marcó el ingreso de Matías al trabajo familiar. El predio estaba en muy mal estado, con frutales abandonados, y fueron ellos mismos quienes lo limpiaron con motosierras y lo pusieron en producción en el transcurso de dos años y medio. En esa chacra se dedican hoy a la recría con pasturas y silobolsa, mientras en la primera hacen maíz para engorde y tienen los corrales. Fue también el inicio formal de la sociedad padre-hijo.
El punto de inflexión: trabajo duro por hectáreas
Con apenas 25 hectáreas propias, la escala seguía siendo limitada. Todo cambió cuando apareció la posibilidad de trabajar una chacra de 100 hectáreas, que estaba cerca pero prácticamente inutilizada. “Estaba sucia, los canales cerrados. El arreglo con el dueño fue que, si nosotros la limpiábamos y la dejábamos lista para producir, íbamos a medias de lo que se alquilara, y además podíamos usar una parte sin pagar”, recuerda Matías.
Durante 12 años trabajaron esa chacra, primero compartida y luego en forma completa. “Era cruzando la calle, nos quedaba a mano. La limpiamos entera con Matías, los dos solos. En cuatro años estaba toda lista”, agrega Mario, con orgullo y emoción. Allí sembraron maíz, alfalfa, sorgo y avena bajo riego, y armaron un sistema de cría que les permitió multiplicar el número de animales.

“El campo nos ayudó a armarnos de ganado y herramientas. Gracias a eso compré mi primer tractor y una rastra, llegué a tener 125 vacas madres, estamos muy agradecidos”, cuenta Matías. Es que fue la etapa que les permitió tener un esquema más sólido y con proyección. Cuando la relación contractual con el vecino finalizó, ya habían dado un salto muy grande.
La actualidad: campo, feedlot y carnicería familiar
Hoy la familia Rodríguez trabaja sobre unas 25 hectáreas propias, a las que en este 2025 se sumaron otras 13 recién compradas. La diferencia es que esta vez la limpieza no la harán ellos con motosierra y pala: contrataron una máquina para acelerar el proceso. “Ya tengo 71 años, hay cosas que no puedo hacer. Pero igual sigo en el día a día, acompañando a mi hijo”, admite Mario.
El sistema productivo combina recría a pasto más silobolsas, y terminación a corral con una dieta balanceada de maíz y forraje. Actualmente manejan unos 350 animales entre propios y de la empresa Raza Fuerte.
«Se puede ser un pequeño productor y vivir de esto, y crecer.»
Mario Rodríguez.
La producción propia tiene un destino definido: la carnicería Los Tres Nietos, abierta hace poco más de un año en Lamarque. “Vendemos solo nuestra carne, que es espectacular. El negocio nos permite mejores márgenes que vender el animal gordo”, destaca Matías, que se encarga de la logística de faena en un frigoríco de localidad vecina de Luis Beltrán.
La carnicería se convirtió en un emprendimiento familiar. Allí trabajan Gloria y Ailén, parejas Mario y Matías respectivamente, junto a un carnicero. “Es lindo ver a la familia toda unida en esto, vivimos del campo y también de la carnicería”, cuenta Mario. Y ya sumaron mercadería general y servicios como Rapipago para diversificar la clientela.
El presente los encuentra en un lugar de crecimiento sostenido, con la tranquilidad de haber construido todo a base de esfuerzo. “Se puede ser un pequeño productor y vivir de esto, y crecer”, dice Mario, con la satisfacción de ver a Matías continuar el camino. Y Matías, por su parte, resume el vínculo con su padre en una frase que lo dice todo: “A veces yo sé lo que él va a pensar, pero igual le pido su opinión, porque necesito su visto bueno. Es mi seguridad”.
La historia de Mario Rodríguez es la de un hombre que empezó desde abajo, con largas noches como sereno en Vialidad Rionegrina (en Pomona) y días enteros como encargado en un campo ajeno. Con esfuerzo y constancia, fue armando su propio destino. En 1989 compró su primera chacra en Lamarque, Río Negro, y con ella inició un camino productivo que hoy comparte con su hijo Matías.
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