Norman Catto, el escocés de 81 años que es leyenda en la ganadería de la Patagonia y sacó más de 20 campeones en Palermo
Norman Catto es el asesor genético estrella de cabaña San Marón (Sarmiento-Chubut) pero su experiencia y su trabajo lo llevaron a ser reconocido en todo el país. Llegó por primera vez a la Argentina a los 17 años desde su ciudad natal Aberdeen, en Escocia, a trabajar en un campo en Córdoba. A punto de cumplir 82 años tiene entre sus logros haber conseguido más de 20 grandes campeones en la Exposición Rural de Palermo.
Norman Enrique Catto nació en el noreste de Escocia, en la zona de Aberdeen, y desde muy joven tuvo el destino marcado por la ganadería.
A los quince años terminó la escuela secundaria y se dedicó a trabajar con ovejas junto a su familia. Con apenas diecisiete años apareció la primera oportunidad para trabajar de ayudante en una cabaña de Angus muy cerca de donde vivía.
En ese momento corría el año 1961 y todos los toros de calidad en Argentina se conseguían en la cabaña de Firpo, en Córdoba, y los terneros que luego serían los toros reproductores se compraban en la exposición de Perth en Escocia, donde asistían los principales cabañeros del mundo.
En ese entorno, Firpo viajó a ese país donde habló con el mejor cabañero de Escocia y le pidió venir a Argentina a preparar unos toros para participar en la Exposición Rural de Palermo.
El cabañero escocés aceptó la invitación y finalmente viajó a la provincia de Córdoba donde estaba la cabaña y luego de un mes de preparación de los animales el trabajo tuvo su premio: lograron el título de Gran Campeón de Palermo.
Un nuevo pedido
En la cabaña de Firpo quedaron tan conformes con la tarea que le pidieron al cabañero escocés que venga con más tiempo a la Argentina a preparar los animales, pero eso no pudo ser ya que éste tenía su propio rodeo para cuidar.

La contrapropuesta fue preparar una persona de confianza en Escocia y enviarla 4 o 5 meses antes de la Exposición Rural de Palermo a trabajar con los animales que se presentarían en la próxima edición de ese gran evento que se celebraba en Buenos Aires. El cabañero escocés volvió a su país, habló con su hijo para pedirle asesoramiento y éste le dijo: ¡Mirá, está Norman trabajando en una cabaña acá cerca, él podría ser!
¿Quién era Norman? El hijo de Elsie, una mujer que casualmente había ido al colegio junto con este señor que estaba buscando un joven y cuyo campo lindaba con el de los tíos de Norman. Comenzaba a perfilarse el futuro de Norman Catto en Argentina, y la posterior leyenda de la ganadería local, aunque nadie lo sabía en ese momento.
«Uno aprende observando, escuchando y preguntando. No estudié genética, pero me formé en el campo».
Norman Catto.
“Yo tenía 17 años y este señor junto a mi tío aparecieron en el campo donde trabajaba y me hicieron la oferta de venir a la Argentina durante un tiempo, previa enseñanza en un campo escocés”.
Norman era hijo único y a los 10 años perdió a su padre, por lo cual la decisión de venir a un destino desconocido era una cuestión a discutir entre dos: Catto y su madre. Cruzaron miradas y Elsie le sacó una gran mochila de encima cuando le dijo: “no pienses en mí”.
“Quería trabajar con él”
“Acepté por las ganas de trabajar con este cabañero que era muy reconocido en mi país y había sacado campeones en Chicago, en Palermo, en Perth”, recuerda Catto sobre ese momento. Finalmente, y luego del período de enseñanza en sus tierras llegó la hora de emprender el viaje a la Argentina.

El joven escocés no podía imaginar que ese viaje de unos meses se transformaría en una vida entera dedicada a la ganadería local, con resultados sorprendentes.
Catto llegó a Canals en la provincia de Córdoba, a la cabaña de Firpo, y al poco tiempo participó de su primera exposición en Palermo, donde el toro que preparó salió Gran Campeón. “Ese toro tuvo aftosa un mes antes de Palermo, podés creer”, recuerda risueño.
“Arranqué con Angus en Escocia, pero el Hereford me marcó, lo conocí cuando fui a Las Lilas. Son animales nobles, con mucho carácter y gran funcionalidad”.
Luego llegó el día de regresar a Escocia, donde comenzó a trabajar de peón general en un campo, pero su destino ya estaba sellado. Al poco tiempo regresó contratado por la cabaña Moromar, de Safico, cerca de Necochea, que estaba dirigida por un inglés de apellido Jacobs. Allí Catto permaneció siete años repartidos en contratos de dos años, aprendiendo el oficio desde adentro y consolidando su experiencia como cabañero.
El fallecimiento del dueño de Moromar aceleró los tiempos y su carrera lo llevó luego a Las Lilas, una de las cabañas más prestigiosas del país ubicada en Lincoln, provincia de Buenos Aires, donde trabajó diecinueve años. “Me gustaba, era una cabaña de primera línea”, rememora.
Experiencia en Las Lilas
El cabañero de Las Lilas tardó un año en retirarse y mientras tanto Catto oficiaba de ayudante. “El primer año que me hice cargo sacamos los cinco campeones de Palermo, para el Gran Campeón eran todos de Las Lilas, fue histórico. Nunca había pasado algo así, ni volvió a pasar”, recuerda con orgullo.
A lo largo de su trayectoria en la cabaña obtuvo más de veinte grandes campeones, un logro que pocos pueden igualar. Pero otra vez el destino jugaba su carta. Con el fallecimiento del dueño de Las Lilas le dijeron que tenía que marcharse. Catto decidió seguir su camino de manera independiente, asesorando a distintas cabañas y ayudando a consolidar líneas genéticas en todo el país y también en Uruguay y Brasil.
“El primer año que me hice cargo sacamos los cinco campeones de Palermo, para el Gran Campeón eran todos de Las Lilas, fue histórico».
Norman Catto.
“La gente empezó a confiar en mi trabajo y me dieron oportunidades. Uno aprende observando, escuchando y preguntando. No estudié genética, pero me formé en el campo”, dice a Río Negro Rural.
El señor Romera, de Don Benjamín lo tomó como asesor porque había comprado un campo en Santo Tomás de la Sierra. “Él era empresario, no sabía mucho de campo”, cuenta Catto.
Después surge otro trabajo en la cabaña Río Frío, en Trevelín, donde hace un gran aporte para la recuperación de esa firma que venía de algunos años flacos en cuanto a producción ganadera.
Un amigo que Catto tenía en Comodoro Rivadavia, y que se dedicaba a la cría de lanares, le pasó el dato que había un inversor empezando con una cabaña en esa zona. Luego de una llamada se concertó una cita. Arrancaba la etapa en la cabaña San Marón.

Actualmente Catto trabaja como asesor en esa cabaña ubicada en Sarmiento, Chubut, donde se dedica al Hereford, su raza predilecta. “Arranqué con Angus en Escocia, pero el Hereford me marcó, lo conocí cuando fui a Las Lilas. Son animales nobles, con mucho carácter y gran funcionalidad”, explica.
A sus 81 años sigue activo y apasionado por lo que hace. A punto de cumplir 82 años esta semana que comienza dice convencido: “Voy a seguir hasta que el cuerpo no dé más”.
La ganadería de ayer versus la ganadería de hoy
Norman vivió la evolución de la ganadería argentina desde adentro. “Cuando llegué los animales eran chicos, casi enanos. Después se trajo genética de Estados Unidos y Canadá para agrandarlos, pero se fueron al otro extremo: eran toros enormes, difíciles de engordar y con vacas de poca leche. Ahora se llegó a un equilibrio justo”, analiza.
Para el asesor en genética bovina, la ganadería argentina atraviesa un momento excepcional. “La genética argentina está muy buscada en el mundo. Hay rodeos de primer nivel en la Patagonia que muchos no conocen. Son animales rústicos, sanos, engordan fácil, se adaptan a cualquier clima. El mejor Hereford de la Argentina está en la Patagonia”, sostiene con convicción.
«Hay rodeos de primer nivel en la Patagonia que muchos no conocen. Son animales rústicos, sanos, engordan fácil, se adaptan a cualquier clima. El mejor Hereford de la Argentina está en la Patagonia».
Norman Catto.
Sobre el presente del sector, Catto es optimista: “La gente aprendió que la genética no es un gasto, es una inversión. Los buenos animales se pagan, y el mercado reconoce la calidad”.
Y respecto a su trabajo con San Marón, afirma que la mejora es constante: “Seguimos incorporando genética de afuera, especialmente de Estados Unidos. En genética nunca se llega a un tope, siempre hay que mejorar”.
“Antes todo valía lo mismo, ahora no”, reflexiona sobre la incorporación de genética en el rodeo y el diferencial de precio que eso aporta.
“Yo aprendí mirando, escuchando y preguntando”.
Norman Catto.
Consultado sobre la clave del éxito en la ganadería, no duda: “Te tiene que gustar lo que hacés, tener pasión, arrancar con una buena base y no conformarse nunca. Cualquiera lo puede hacer. Siempre hay que buscar el mejor animal, mejorar la sangre. Y tener ojo, el ojo es todo y eso no se aprende en los libros”.
“Yo aprendí mirando, escuchando y preguntando”, resume su experiencia.
Consultado respecto de la posibilidad de haber tenido otro destino dijo sin titubeos: “Es lo único que sé hacer”.
“La Argentina me trató muy bien. Trabajé en lugares importantes, tuve muchos logros y me sentí siempre cómodo. No necesité tener campo propio, porque disfruté de cada lugar en el que estuve, la ganadería me dio todo”, sentencia.
Hablando de ojo clínico
“Aprendí solo”, comentó Norman Catto en referencia a la posibilidad de que algún maestro le haya enseñado el oficio. Reconoce que el hecho de haber trabajado en lugares muy importantes contribuyó a forjar su conocimiento sobre ganadería. “Estuve muchos años en Estados Unidos visitando cabañas y yendo a exposiciones, ahí aprendí mucho”, rescata de su recorrido.
¿Cuál es el secreto para preparar un buen animal? “Tenés que tener pasión, te tiene que gustar y tenés que saber de genética, que es muy variable. Las cabañas trabajan todas de manera parecida, la diferencia está en el toque final, son detalles pero muy importantes al final del día”, reflexiona.
Para cerrar, un último dato. En Septiembre de este año en la Exposición Rural de Conesa hubo un toro que logró un valor récord de 41 millones de pesos. ¿De quién era ese toro? ¿Qué ojo experto vio el potencial que tenía ese animal e hizo que terminaran convalidando ese valor de venta? La respuesta a ambas preguntas es la misma: Norman Enrique Catto.
Norman Enrique Catto nació en el noreste de Escocia, en la zona de Aberdeen, y desde muy joven tuvo el destino marcado por la ganadería.
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