Llegó a la Argentina desde Italia a los 4 años y «fundó» una importante economía regional: «Aprendí con el bolsillo»

Bruno de Rosa tiene 80 años. Tras ejercer su profesión en la construcción y encarar importantes obras en Río Negro, decidió dedicarse de lleno y antes que nadie a una producción que se convirtió en un emblema de su zona.

Han pasado 42 años desde el momento en que Bruno de Rosa, nacido en Nápoles (Italia), decidió asumir un riesgo e incursionar en una actividad de la que poco se sabía en el Valle Inferior del río Negro. Hoy, sin embargo, es un sector clave en la economía de esa región.

Fue en 1983 que Bruno decidió plantar su primer nogal en el Instituto del Valle Inferior (Idevi), cuando prácticamente no había experiencias previas. Fue su primera apuesta a los frutos secos, y el único objetivo era obtener un producto que se conservara por un tiempo.

En el camino se cometieron errores y se perdió dinero, pero el aprendizaje le permitió crecer hasta las más de 100 hectáreas de nueces, avellanas y almendras que gestiona junto a su hija, Patricia. Bruno vio en los frutos secos una oportunidad, sin saber que años más tarde se transformarían en un sector de gran relevancia para Viedma y todo el Valle Inferior del río Negro.

Allí, se producen más del 90% de las avellanas de toda la Argentina, con presencia de importantes firmas como Ferrero Rocher. Además, concentra más de la mitad de las hectáreas implantadas con frutos secos de toda la provincia de Río Negro, según fuentes oficiales. Viedma es, además, sede de la Fiesta Provincial de los Frutos Secos.

Bruno de Rosa tiene 80 años y cuenta su historia


PREGUNTA: ¿De dónde sos, Bruno? 
RESPUESTA: Yo nací en Nápoles, como mis padres. Soy inmigrante, vinimos a la Argentina en barco en 1949. En ese entonces tenía cuatro años, ahora tengo 80 recién cumplidos. Mis padres vinieron a la Argentina escapando de la posguerra. Mi madre era ama de casa y mi padre era empleado estatal, pero en realidad, cuando llegamos, él venía de estar varios años en la guerra en África. Mi papá fue un sobreviviente, y vinimos a Argentina de casualidad.

P: ¿Por qué fue una casualidad?
R: Porque el destino final era Brasil. Yo tenía cuatro tíos y dos tías por la familia de mi mamá, eran siete hermanos. En el barco venía un tío mío que era ingeniero industrial y que tenía trabajo en Brasil, pero se encontró allí a un argentino que le preguntó a dónde iba, y le responde que a Brasil. El argentino le dice “No, ¿cuánto te pagan? En Argentina estoy trabajando en la Panedile y tengo un trabajo para vos.” Llegamos a Bahía Blanca, estuvimos ahí un año, el canal Maldonado lo hizo mi tío. Después mis otros dos tíos, que eran economistas, consiguieron trabajo en San Juan, así que estuve hasta quinto grado allí, hasta que nos volvimos a Bahía Blanca. Me recibí en Bahía Blanca de ingeniero en construcciones, nada que ver con los frutos secos. Y gané un concurso como calculista en el Ministerio de Obras Públicas de Río Negro, donde trabajé tres años. Llegué a Viedma en 1972, nos compramos una prefabricada, y desde entonces no me fui de acá.

Plantaciones de almendros y nogales de Allhue en Río Negro. Foto: Juan Thomes.
Plantaciones de almendros y nogales de Allhue en Río Negro. Foto: Juan Thomes.

P: ¿Qué hizo tras irse de la administración pública?
R: Ahí empecé a hacer trabajos por cuenta propia. Arreglaba veredas, hacía algunas obritas de agua y energía, y fui creciendo. Luego empecé a presentarme en licitaciones, gané algunas. Como obras grandes, hice una escuela en Sierra Grande, la escuela del Barrio San Martín de Viedma, el aeropuerto de Sierra Grande, las escuelas en “el Alto” y el Barrio Melipal de Bariloche. El pueblo de San Javier lo hice en gran parte yo, y mediante una empresa que se llamaba Ecovía y que fundamos con un socio hicimos varias obras más. Y después en 1995 me fui de la empresa y seguí con las nueces. 

P: ¿Ahí arrancó con las nueces? 
R: No, continué. La primera chacra, de 26 hectáreas, la compré en 1982. Está en el Idevi, y ahí empecé a plantar nogales en 1983. Empecé con esto hace 42 años. Después compré una chacra que originalmente era ganadera pero que Idevi luego la dividió en tres frutihortícolas. Finalmente, compré otra a un ingeniero, se la cambié por un departamento en Bahía Blanca y una camioneta. Vendí la primera y me quedé con las últimas dos chacras que compré. En una tengo avellanos, y almendros y nogales en la otra. Son poco más de 100 hectáreas.

Bruno viendo la foto de su cumpleaños número 80, junto a su hija Patricia. Foto: Juan Thomes.
Bruno viendo la foto de su cumpleaños número 80, junto a su hija Patricia. Foto: Juan Thomes.

P: ¿Por qué decidió invertir en frutos secos?
R: En la primera chacra, empezamos por mejorar la casa, andábamos a caballo, los chicos se divertían. Pero dije: “no puedo tener 26 hectáreas improductivas, tengo que plantar algo”. Entonces establecí una condición: que no fuera algo perecedero, ni durazno, ni cerezas, ni damascos. Pensé en frutos secos y empecé a averiguar: en ese entonces importábamos el 80% de las nueces que se consumían en Argentina, casi todas de Chile. Le comprábamos a Chile las nueces que no podían vender. Por eso es que, aún hoy, la gente compra las nueces peladas y no con cáscara: vos antes abrías 20 nueces y capaz 10 eran malas. 

P: ¿Ya había alguna experiencia con frutos secos en Viedma?
R: No, fuimos dos pioneros. Uno fue el ingeniero Rolka, que tiene casi mi misma edad, y el otro fui yo. Rolka y el ingeniero Iannamico trabajaban en el INTA, e hicieron un plan de frutos secos a fines de los 70. Pero no había experiencias cuando yo empecé. Nos mandamos tantas macanas que no te podés imaginar. Yo hacía una plantación y se me moría el 70% de las plantas. Hoy hago una plantación y se me muere el 1%. Aprendí con el bolsillo, perdiendo plata, porque acá aún no se sabía nada de frutos secos.

Frutos secos de Allhue, en el Valle Inferior del río Negro. Foto: Juan Thomes.
Frutos secos de Allhue, en el Valle Inferior del río Negro. Foto: Juan Thomes.

P: Pero en algún momento dejó de perder plata con los frutos secos…
R: Sí, aprendimos. Afortunadamente al comienzo tenía el ingreso de la empresa constructora, que trabajaba muy bien. Seguí invirtiendo en la chacra, compré otra, seguí poniendo nogales, que tardan sus años en entrar en producción… Allhue quiere decir “poco a poco”. Luis Iannamico se especializó en frutos secos y ha dado conferencias por todo el mundo. Éramos amigos, yo le preguntaba y me decía: “mirá, te conviene esto, lo otro”. Aprendí y mejoré. 

P: ¿Luego sumó avellanas y almendras?
R: Sí. Cuando la compré, en la segunda chacra había nogales y cerezos, y decidí arrancar los cerezos y poner un cuadro de avellanos porque el Idevi tenía una colección de avellanos y es una planta bastante fácil de reproducir. Dentro de los frutos secos, el avellano es una planta más sencilla de manejar. No es un árbol, es un arbusto. Puse un cuadro, después otro… Luego compré la otra chacra, que tenía un cuadro de almendros que no tenía protección contra heladas. Ahí me di cuenta de que no podés tener almendras si no tenés protección contra heladas. Así que arranqué ese cuadro, puse nogales, y después hice una protección contra heladas con riego supra-arbóreo y puse almendros. Solo tengo cuatro hectáreas de almendros. La protección contra el agua se hace con riego. Aproximadamente, te diría que tengo un 60% de nueces, un 35% de avellanas y un 5% de almendras.

Patricia, Bruno y algunos de los productos finales. Foto: Juan Thomes.
Patricia, Bruno y algunos de los productos finales. Foto: Juan Thomes.

P: Las avellanas, como en el Valle Inferior, se convirtieron en una parte importante en el negocio.
R: Sí. Cuando puse las avellanas, nadie comía avellanas. Nadie sabía para qué usarlas más que para ponerlas arriba de una torta. Hoy cambió muchísimo, llaman de todos lados pidiéndonos avellanas. Ahora nos quedan 5.000 kilos sin pelar, y estamos dosificando la venta porque si no, vamos a llegar a Navidad sin stock. En general, el consumo de frutos secos no para de crecer, te diría hasta semanalmente. A mis 80 años no evalúo sumar hectáreas, laburo desde los 12 años. Mi primer trabajo fue de modelo: tenía que quedarme sentado quieto en una silla durante seis horas en Bahía Blanca para que me dibujaran (se ríe). 

P: Patricia, ¿tenés previsto sumar hectáreas?
R: La idea es reemplazar árboles por otros más jóvenes, pero más chacras por ahora no.  Hay mucha demanda de exportación, pero el mercado interno no deja salir nada, lo consume todo. Nosotros hemos exportado nueces desde el 2003 hasta el 2022, siempre a un mismo cliente de Italia. Nosotros nos orientamos más a agregar valor que a aumentar la producción; por ejemplo, con los snacks o los mix. Envasamos al vacío los frutos secos para el consumidor. La gente de Viedma, a partir de determinado mes, compra frutos secos más que nada acá porque saben que están envasados al vacío y están bien conservados. Eso nos permite tener frutos secos todo el año. Una nuez envasada al vacío te dura un año y medio; si no, con calor, hasta cuatro meses.


Han pasado 42 años desde el momento en que Bruno de Rosa, nacido en Nápoles (Italia), decidió asumir un riesgo e incursionar en una actividad de la que poco se sabía en el Valle Inferior del río Negro. Hoy, sin embargo, es un sector clave en la economía de esa región.

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