«Un hallazgo impensado»: trajo al país el cultivo con el que lograron 4.000 kilos de carne por hectárea
Un recurso forrajero tuvo su estreno en la Patagonia en 2017, luego de un viaje revelador por Oceanía y gracias al ímpetu de una experta en ganadería. Hoy sigue expandiéndose y marcando hitos productivos en buena parte de la Argentina.
La iniciativa, proactividad y vocación de Verónica Favere, una técnica muy respetada en la Patagonia y apasionada por la ganadería, fueron los motores que permitieron que en Argentina arribara y comenzara a expandirse un recurso forrajero que ya revoluciona el sector.
Hablamos de la remolacha forrajera, un cultivo capaz de lograr altísimos niveles de biomasa por hectárea traducibles en impresionante producción de carne. Favere es ingeniera agrónoma y la actual jefa de la Agencia de Extensión de INTA Valle Medio. Junto a Juan José Gallego y Gabriela Garcilazo, trabaja en el área de ganadería del organismo.
Entrevista con la mujer que trajo la remolacha forrajera a la Argentina
PREGUNTA: Todo empezó en un viaje que hiciste a Nueva Zelanda. ¿A qué fuiste?
RESPUESTA: Nos juntamos con un par de técnicas más en enero de 2016 y dijimos “estaría bueno organizar un viaje”. Pensamos que Nueva Zelanda y Australia eran buenos destinos porque queríamos ir a ver ganadería en un lugar de una latitud parecida a la nuestra. Además, son países referentes en un montón de aspectos de producción ganadera y uso de pasturas. Una docente, ya jubilada, que se llama Guadalupe Klich, había ido otras veces y tenía contactos. La invité y me dijo que sí. Sumamos como a 35 productores de diferentes del Valle Medio, de la zona de Río Colorado y de Bahía Blanca. Tanto en Nueva Zelanda como en Australia había una persona que nos recibía.
P: ¿Cuál fue el primer contacto con la remolacha forrajera?
R: En Nueva Zelanda nos encontramos con un productor ganadero de Palmerston North, llamado Brent Fisher, y nos muestra el cultivo. Fue el primer contacto de Argentina con la remolacha. Todos estábamos bastante curiosos porque no la conocíamos, así que hicimos varias preguntas. Cuando nos estábamos yendo de ese lugar, le pregunto a Fisher si eso lo hacía solo o con el acompañamiento de alguna entidad, y me dice que lo hacía de la mano de Jim Gibbs de la Universidad de Lincoln. Anoté ese nombre en mi libretita. Pasó esa visita, seguimos con el viaje y nos cruzamos con la remolacha en otros lugares porque también se usaba para tambo.

P: ¿Qué sucedió después del viaje?
R: Ya en Luis Beltrán, me siento a hacer el informe del viaje, y cuando empiezo a escribir sobre la remolacha quería más información para agregar. Así que googleo “Jim Gibbs Universidad de Lincoln”, que es veterinario y había desarrollado el sistema de pastoreo directo con remolacha forrajera. Le escribo un email. Me contesta al toque, me pasó información y me dice “en junio voy a estar en Chile, si ustedes quieren puedo ir a Argentina”. Y como tres productores que viajaron se habían quedado enganchados, les cuento y les consulto para ver qué le respondía. “Que venga”, me dicen. Termina viniendo a Luis Beltrán el 20 de junio de 2017, estuvimos charlando con él en el INTA, vinieron cinco productores y fuimos a la chacra La Alameda de la familia Murray, que fue donde luego se hizo remolacha por primera vez en Argentina. Él me dijo “nunca vi un lugar así, es espectacular para hacer remolacha, tienen excelentes condiciones”. En Nueva Zelanda lograban de 20 a 22 toneladas de materia seca por hectárea, pero llovían 600 milímetros anuales nada más. Por eso cuando Jim Gibbs conoció las condiciones climáticas del Valle Medio y el agua disponible para riego, vio que el potencial es enorme. De hecho, este año un productor en Valle Medio hizo 3.980 kilos de carne y más de 40 toneladas de materia seca por hectárea. Después de que se fue, até cabos y entendí que él de verdad vio potencial en Río Negro porque en la zona de Chile donde están desarrollando esta tecnología llueve todo el tiempo durante el invierno. Los animales están pastoreando la remolacha, pero con el barro en la panza, con lo que tienen un nivel de estrés altísimo. Eso en nuestros valles no sucede: los animales todo el tiempo están pastoreando en un lugar seco, sin barro, sin problemas.
«Cuando conoció el Valle Medio, Jim Gibbs me dijo ‘nunca vi un lugar así, es espectacular para hacer remolacha forrajera, tienen excelentes condiciones'».
Verónica Favere, ingeniera agrónoma.
P: ¿Cómo siguió la historia?
R: Él había traído de Chile dos cajas de semillas y nos dice “si ustedes quieren, yo los puedo poner en contacto con KWS”. Le dijimos que sí. INTA Patagonia Norte tiene hasta el día de hoy un convenio con KWS Chile, del cual soy la responsable. En noviembre de 2017 iniciamos la primera prueba en La Alameda. El cultivo salió mal, pero hubo algo que incentivó mucho a los productores: con lo poco que se produjo pudimos hacer una prueba con animales que salió excelente. Todo esto siempre fue acompañado por el know-how de KWS Chile, que vieron en la ganadería argentina un gran potencial para desarrollar el paquete tecnológico. Los primeros cultivos de remolacha forrajera en Argentina tuvieron lugar en La Alameda de Luis Beltrán y en un campo del valle inferior del río Colorado, de Alejandro Pérez Iturbe. Él y la familia Murray estuvieron desde el día cero acompañando el proyecto. Como en el primer año la carne salió buena y las ganancias de peso fueron interesantes, dijimos “vamos con otro año”. En el segundo año mejoramos en algunos aspectos y supimos que la gran mortandad de plantas que habíamos tenido el año anterior se debió a una enfermedad llamada marchitez amarilla. Así que empezamos desde INTA a contactar a gente del Ipave (Instituto de Patología Vegetal), un organismo de INTA que está en Córdoba. Hicimos un caminito hasta que dimos con Luis Conci, un referente en la temática de fitoplasmas. Desde el día cero nos dio una mano, y seguimos trabajando con él. Vanina Bongiorno fue otra persona clave. El camino en ese aspecto se empezó a allanar. Fuimos aprendiendo un montón sobre épocas de siembra, de fertilización y de control de malezas, que es un capítulo aparte. El cultivo siempre fue mejorando y lográbamos transformarlo en una cantidad de kilos de carne importante, lo que entusiasmaba un montón a los productores.
P: ¿Qué pasó con el control de malezas?
R: En Argentina no había herbicidas registrados para el cultivo, y esa fue la primera traba importante. Nicolás Auñón del Senasa fue una persona clave. Lo de Senasa fue bastante dificultoso, y empezaron a dar autorizaciones extraordinarias para traer una cantidad de semilla junto con la cantidad de herbicida solo para esas hectáreas, que eran pocas. Entonces desde INTA establecimos un contacto y trazamos un camino de confianza que llevó a que se pudiera tener registrado un herbicida para la remolacha. Es tan poca la superficie con remolacha que las empresas no querían registrar el producto. Ese fue un obstáculo grande porque vos no los podés obligar, no hay nada que hacer. Como INTA está muy bien visto en esas empresas, nos dieron una mano importante y lo que terminó pasando fue que Bayer Alemania y KWS Alemania, en conjunto, solicitaron la inscripción del producto en Argentina. Logramos desde INTA que el herbicida se registrara en tiempo récord: un año. La inscripción fue hace dos años, y desde entonces podés comprar todo lo que quieras.

P: ¿Cuál es la actualidad del cultivo, nueve años después de su llegada?
R: Fue un hallazgo impensado, es increíble cómo se dieron muchas cosas. El desarrollo es aún es incipiente, pero nuestros valles irrigados tienen mucho potencial. Se han logrado 4.000 kilos de carne por hectárea. Con la importancia que tiene la ganadería en la Norpatagonia y con el momento que atraviesa el sector, la remolacha es capaz de generarle al productor un ingreso que no te lo genera otra cosa. Si bien tenemos todavía algunos desafíos importantes, hay un montón de puntos que pulimos, como el sistema de siembra. Hemos ido simplificando muchas cosas y muy rápidamente. Para la historia de la introducción de un cultivo en un país, es como que todo ocurrió ayer. Por ejemplo, la soja se empezó a introducir en la década del 70, y recién a fines de la década de los 90 el cultivo tomó relevancia. Todos los procesos llevan su tiempo y hay que ir tomando una inercia y una dinámica que te va a llevar a que puedas tener más variedades y ser más versátil. Es muy difícil que vivas de 25 hectáreas haciendo ganadería, pero la remolacha te permitiría tener un nivel de facturación para vivir de la ganadería. Es particularmente relevante para productores pequeños porque es un cultivo muy versátil. Este año se harán 2.500 hectáreas en Argentina, con un mayor número de productores y cerca de 200 hectáreas en los valles irrigados de la Norpatagonia, que es donde tuvo lugar el Big Bang de la remolacha forrajera.
Remolacha forrajera en Nueva Zelanda: la acidosis y el paso de la leche a la carne
P: En sus inicios, la remolacha forrajera ocasionó muchas muertes de animales.
R: Así es. Pero en Nueva Zelanda un productor lechero estaba empecinado con hacer remolacha forrajera. Tuve la oportunidad de conocerlo, y me dijo que no quería pensar en la cantidad de vacas que se le habían muerto en el proceso de poner en marcha el sistema. Y fue Jim Gibbs quien lo ayudó. Antes creían que la remolacha era tóxica por los oxalatos de calcio que tiene en la hoja, pero ahí descubrieron que los azúcares en la raíz eran tan fácilmente fermentables en el rumen que el animal moría rápidamente de acidosis aguda. Eso era lo que ocasionaba la muerte. Por eso la usaban en pequeñas proporciones en las dietas y por eso cuando viajamos era una tecnología medianamente nueva a pesar de que remolacha se hace desde hace más de 200 años en Europa.
P: ¿Cómo incrementaron la proporción de remolacha forrajera en la dieta?
R: Gibbs y el productor entendieron que, como era un alimento diferente, el animal tenía que hacer un acostumbramiento y un cambio de su microflora y microfauna del rumen para que todos esos azúcares puedan ser procesados. No es ni más ni menos que el acostumbramiento que se hace para un animal que consume grano, con la diferencia no menor de que, con la remolacha, el ambiente ruminal una vez acostumbrado es como si el animal estuviese consumiendo una pastura. Eso desde el punto de vista nutricional es muy bueno porque vos le podés asignar remolacha a cualquier categoría, cosa que no podés hacer con el maíz.
P: ¿Cómo pasó la remolacha del sector lechero al cárnico?
R: Derribaron el mito, pusieron a punto la técnica y las vacas lecheras empezaron a consumir remolacha, porque en el invierno ellos también tienen un bache de producción forrajera. Jim Gibbs le propuso a Brent Fisher empezar a hacer la prueba en animales para carne, y aceptó. Antes, el ciclo ganadero de Fisher era así: en marzo destetaba los animales, pasaban ese primer otoño comiendo pasturas, un primer invierno complicado, en la primera primavera los terneros tomaban envión, pero no alcanzaban a terminarse sino que pasaban en el campo un segundo invierno y recién en la segunda primavera se iba la mayoría. Imaginemos que en Nueva Zelanda no hay feedlots, ni suplementación proteica, ni nada de eso. Con la remolacha él pasó a destetar los animales en marzo, seguían comiendo raigrás o pasturas consociadas, en invierno remolacha, y en la primera primavera casi todos los animales salían gordos. O sea, sacaba los animales del campo un año antes.
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La iniciativa, proactividad y vocación de Verónica Favere, una técnica muy respetada en la Patagonia y apasionada por la ganadería, fueron los motores que permitieron que en Argentina arribara y comenzara a expandirse un recurso forrajero que ya revoluciona el sector.
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