«Salir a la calle en Neuquén se convirtió en una tarea heroica»

Salir a la calle en la ciudad de Neuquén un día como cualquiera se ha convertido, en los tiempos que corren, en una tarea heroica por mantenerse paciente ante tanta afrenta reinante. Y a uno no le queda más que preguntarse cuánto más.

¿Hasta cuándo deberemos soportar las condiciones a que nos someten nuestros empleados del Estado, aquellos hipócritas faltos de preparación que olvidaron la esencia de la política como la búsqueda del bien común y la han transformado en un negocio demasiado rentable para sus bolsillos?

¿Cuánto más tendremos que ver sus mentiras por la televisión oficial, cuando la realidad nos muestra que nada es como nos dicen?

¿Hasta cuándo entrar en una oficina pública a realizar un trámite o pagar un impuesto será un suplicio para aquellos que aún lo hacemos entre tanto evasor beneficiado con la falta de control o las absurdas moratorias y entre tantos quistes que no hacen más que tomar café y llevarse su tajada del erario público?

¿Cuánto más deberemos soportar salir a la calle como peatones o conductores y no saber si volveremos con nuestras familias por la locura que son nuestras calles con dobles y hasta triples filas y cráteres asimilables a los de la Luna, agravados por enfermos apurados por llegar al próximo semáforo?

¿Cuántos días sin agua deberemos pasar? ¿Cuánta ausencia de posibilidad de crecer como personas, de acceder al hogar propio, de tener educación digna, de que la salud sea un beneficio?

Y escarbando un poco más profundo: ¿Hasta cuándo tendremos que aguantar la injusticia social sabiendo que es la brecha por donde se filtran y agravan la violencia y el descontento popular?

¿Cuánto más nos mentirán diciendo que no hay dinero en las arcas del Estado luego de tantos años de barril de petróleo por el cielo? ¿Acaso alguien se robó nuestro dinero? Y de ser así, ¿dónde están los culpables? ¿O es que nuestras rentas petroleras son bajísimas y drenan la riqueza hacia las empresas productoras? Y, en tal caso, ¿por qué no se renegocian los contratos con regalías que realmente nos hagan disfrutar nuestra riqueza dando oportunidad de desarrollar aquellos recursos que serán los que mantengan nuestra economía cuando el crudo se termine?

¿Cuánto tiempo más nos tomarán el pelo nuestros empleados? ¿Hasta dónde los dejaremos llegar? ¿Cuánto seguirán obligándonos a votar al «menos peor» quitándonos el único derecho de participación civil que como migaja nos han dejado en esta democracia de plastilina? ¿Cuánto más de miopía y ceguera de horizontes aguantaremos? ¿Cuánto más nos atormentará un Estado deficiente (municipal, provincial o nacional) cuyo único superávit se encuentra en la abundancia de empleados faltos de competitividad y sobrados de mala gana y nula predisposición?

La paciencia no es eterna y a medida que se acaba va generando la intolerancia que hoy se siente. Luego llegará el día en que ellos se harán las preguntas frente a un pueblo hecho turba, cuando como en imágenes futuristas sea una guerra de todos contra todos. Parece drástico, pero no tan lejano.

Emanuel Diez, DNI 30.725.848 – Neuquén


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