Salud, medios y redes sociales

Jorge Tartaglione*

Hoy en día, la información que se expande por las redes sociales lo hace muy rápidamente con un alcance inimaginable. Al mismo ritmo circulan los mensajes falsos. Pero, cuando se trata de información médica esto puede resultar muy perjudicial para la salud de toda la sociedad, que hoy se vuelca a los medios sociales y de comunicación para informarse.

A esta conclusión también llegó un estudio recientemente publicado en Science. Un “inofensivo” retweet, un posteo de Facebook o el reenvío a todos los contactos de Whatsapp de una aseveración cuya fuente y veracidad desconocemos, puede hacer mucho más daño que el imaginado. La propagación de información médica errónea implica un perjuicio para la sociedad y los individuos.

Por eso, se vuelve fundamental que los médicos entendamos la importancia de los medios de comunicación, y particularmente de las redes sociales, donde coexisten noticias reales y falsas, para mejorar nuestro diálogo con los pacientes y con la sociedad en su conjunto; y fundamentalmente para evaluar cómo podemos sacar provecho de la extraordinaria llegada de los medios de comunicación para difundir mensajes con sustento científico.

Es una realidad que los médicos no adquirimos habilidades comunicacionales durante nuestra formación y, por eso, a menudo desestimamos poderosas herramientas como la televisión, la radio y fundamentalmente internet, con sus virales redes sociales. Hay pocos médicos muy formados que cuentan la información médica como periodistas.

Ese “vacío” que dejamos hoy lo ocupan celebridades, activistas o políticos, que terminan por contribuir a la desinformación o, aún peor, a la divulgación de información falsa. Y esto se debe a que están desinformados o bien a que la noticia médica que transmiten está ligada a intereses de grandes corporaciones, que ven en los medios una herramienta para alcanzar sus objetivos y estimular la demanda de productos muchas veces innecesarios.

Los médicos no adquirimos habilidades comunicacionales durante nuestra formación y, por eso, a menudo desestimamos poderosas herramientas como la televisión, la radio y fundamentalmente internet,

También están los periodistas que hablan como médicos o los que se aventuran a tocar temas de salud sin la más mínima preparación, lo cual queda evidenciado en lo confuso o equivocado de la información que comunican.

En el mismo grupo podemos encontrar a los “influencers”, muchas veces modelos, licenciados en administración de empresas, actrices y otras tantas personas ajenas al ámbito de la medicina, que aconsejan con total desparpajo -y sorprendente éxito- a sus millones de seguidores sobre temas de salud de los más diversos. Estos personajes, que no son médicos ni científicos, pasan a tener un impacto enorme sobre demasiadas vidas y sus voces suenan mucho más que las nuestras.

Un claro ejemplo de los peligros que entraña la difusión indiscriminada de mensajes de salud es el manto de duda que han hecho circular respecto a la importancia para la humanidad de las vacunas. A pesar de que no existe evidencia científica que avale una relación entre la vacunación y el autismo, ese miedo continúa siendo sembrado. Esta supuesta conexión se estableció a partir de un estudio, con resultados falsos, que se refutó hace mucho tiempo. La revista científica donde se publicó retiró la información y el autor tuvo que irse de su país.

Hasta tal punto se expandió el desconocimiento al respecto, que políticos argentinos en actual ejercicio han planteado dudas sobre la conveniencia de las vacunas, al proponer y elevar proyectos de ley para que se firme un consentimiento informado antes de aplicarlas y que el pediatra informe sobre los riesgos y se haga cargo de ellos.

Algo similar sucede con algunos fármacos cardiológicos que muchos pacientes se niegan a tomar por las informaciones falsas que circulan, en las que se habla de sus efectos adversos (que son reversibles) pero no de la enorme cantidad de pacientes que se salvan con ellos.

Es nuestra responsabilidad actuar, y el momento es ahora porque están en juego vidas humanas. Los médicos debemos entrenarnos para comunicar mejor. Dejar de lado el prejuicio de que estar en los medios desprestigia nuestra profesión. Debemos hacerlo con evidencia, con lenguaje claro y sencillo. La sociedad toda, por su parte, debe replantearse a quién o a quiénes decidirá creer y qué información contribuirá a expandir. Lo que ya nadie debería ignorar es que el daño que implica un mensaje falso de salud en un medio masivo puede costar una vida.

(*) Médico cardiólogo. Presidente de la Fundación Cardiológica Argentina.


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