Áreas Naturales Protegidas de Río Negro: entre el turismo y la conservación ambiental

Mientras crece el interés turístico por estos espacios, autoridades redoblan esfuerzos para proteger su biodiversidad y fomentar una visita responsable.

En Río Negro hay 13 Áreas Naturales Protegidas y actualmente están en un proceso de conservación y revalorización. ¿Por qué? Porque muchos se acercan a disfrutar de ellas, pero desconocen los límites territoriales y a veces hacen caso omiso a las normas que se establecen para visitarlas. Para su puesta en valor, la secretaría de Ambiente y Cambio Climático, a través de la subsecretaría de Áreas Naturales Protegidas trabaja en el ordenamiento, señalización y educación ambiental, al tiempo que convoca a los visitantes a ser parte activa del cuidado de estos ecosistemas únicos.

Punta Bermeja, Caleta de los Loros, Bahía de San Antonio, Puerto Lobos, Meseta de Somuncurá, Río Azul – Lago Escondido, Río Limay, Valle Cretácico, Parque Provincial Azul, Bosque Petrificado de Valcheta, Cipresal de las Guaitecas, Camino La Luisa (Paisaje Protegido) y Lagunas de Carri Lafquen son las 13 áreas naturales protegidas que hay en Río Negro.

El subsecretario de Áreas Naturales Protegidas, Oscar Cozzani, destacó la diversidad de tipologías que presentan estas zonas y cómo eso influye en su gestión. “Son de distintas categorías que pueden determinar cuáles son las cosas que uno puede realizar dentro del área y las pautas de manejo de la autoridad de aplicación”, explicó.

Un ejemplo de esto es el área natural protegida Parque Provincial Azul. “Está en la categoría de reserva científica o natural estricta», dijo el funcionario. “Tiene más de 13 mil hectáreas», comentó. También mencionó al Área Natural Protegida Río Azul – Lago Escondido. «El público que asiste al sitio lo reconoce como Anbrale, aunque es un acrónimo, la gente lo reconoce así”.

Hizo hincapié en que muchas veces los visitantes conocen las áreas por su denominación popular, sin distinguir los límites administrativos o los valores de conservación. Lo mismo sucede con La Lobería, ubicada en la costa atlántica. Allí se encuentra el área natural protegida Punta Bermeja. «No es lo mismo el área natural que la playa», destacó el funcionario.

El Area Natural Protegida de Punta Bermeja. Foto: Marcelo Ochoa

Las denominaciones son un punto clave para la presentación del lugar. «En su inconsciente, si la gente sabe que es un área de reserva, va a ingresar con otro comportamiento y un recaudo más al saber que es un área protegida», destacó Cozzani.

Punta Bermeja, conocida porque allí habitan lobos marinos que de vez en cuando son acechados por la visita de las orcas, pertenece a dos categorías: de reserva científica y de usos múltiples. «Este caso nos está diciendo que en algunos sectores no se permite el acceso de las personas y otra que es más permisiva».

El subsecretario señaló que no todas las áreas son iguales, y muchas presentan desafíos particulares. “En general, las áreas tienen territorio con propiedades privadas y una parte fiscal. Eso complica el manejo, tenés que acordar el uso que se va a hacer”.

Area Natural Protegida Anprale, en El Bolsón. Foto: Archivo Alfredo Leiva

También mencionó el caso de la Reserva Bahía de San Antonio, que abarca tres localidades: San Antonio Este, San Antonio Oeste y Las Grutas. “Es una de las más complejas por la alta presión turística. Trabajamos en forma coordinada para establecer qué cosas se pueden hacer y de qué manera”.

El trabajo en conjunto, la cartelería y la educación ambiental son los tres pilares claves para la conservación de estos espacios. «Es para que la gente comprenda que el área tiene un porqué. Un valor de conservación que ha decidido que se la declaré así».

Para fortalecer el respeto por estos entornos, la señalización se ha vuelto una prioridad. «Entre tantas falencias una de ellas es la cartelería», admitió Cozzani. Por eso, la subsecretaría ha puesto en marcha un plan para colocar cartelería nueva.

«Por suerte hemos logrado tener ya una cartelería básica para todas las áreas naturales de la provincia. Serán 106 carteles y pronto serán colocados”, informó. Los carteles estarán distribuidos estratégicamente: unos indicarán el ingreso al área protegida, otros permitirán orientarse en el territorio y habrá también señalización al inicio de senderos.

El Área Natural Protegida Bosque Petrificado. Foto: Archivo José Mellado.

La cartelería no es lo único que funciona como una herramienta de control y orientación para los visitantes. Dentro de cada área hay guardas ambientales. “Muchos llevan ya 20 años trabajando y tienen un conocimiento muy importante. Son más de 50 personas en la provincia. Las tareas son múltiples y todos deben pasar por el instituto en cuatro aspectos fundamentales: control y vigilancia, participación en investigaciones y acompañamiento científico y educación ambiental”.

A pesar de los bastos recursos para controlar las visitas, desde la subsecretaría también apelan a la responsabilidad del turista. Visitar un área natural protegida implica una actitud de respeto hacia el ambiente y sus habitantes. No se trata solo de contemplar un paisaje, sino de ingresar a un ecosistema donde cada elemento cumple un rol esencial. Por eso es importante asumir ciertas normas de convivencia con la naturaleza.

Área Natural Protegida Puerto Lobos. Foto: Gentileza.

Cozzani señaló que una de las infracciones más comunes es el ingreso con mascotas. «Es la más común de todas y a veces ingresan sin ni siquiera una correa».

También está absolutamente prohibido encender fuego fuera de los sectores habilitados, como los campings. A esto se suma la prohibición de cortar leña, extraer plantas o llevarse elementos del lugar. Estos elementos, por más simples que parezcan, son parte del entorno que se busca proteger.

Otro aspecto fundamental tiene que ver con los residuos: todo lo que se lleva, se vuelve con uno. En estas áreas no hay tachos de basura, y eso no es un descuido, sino una política deliberada. Incluso los residuos orgánicos, como una cáscara de banana o una yerba usada, deben ser transportados de regreso.

Por último, se desalienta el uso de parlantes y música a volumen alto. También mencionó el impacto del ruido: “El uso de música en senderos interfiere en la reproducción y nidificación de especies. Genera una interacción negativa que puede provocar que los animales abandonen su hábitat”.

El subsecretario reiteró las normas porque habitualmente se registran infracciones. Recordó un caso ocurrido semanas atrás. “Un vehículo ingresó a un área que actualmente está cerrada y lo hizo sin registrarse, escondido. Ahora estamos definiendo la sanción correspondiente. Es necesario visibilizar que hay reglamentaciones que deben cumplirse”.

También se refirió a la caza furtiva. “Son cuestiones que debemos atender. Estamos trabajando con distintas áreas del gobierno para su control».

Finalmente, subrayó: “Las áreas no están para que estén dentro de una burbuja, sino para que se puedan hacer actividades. Pero debemos procurar que sea un trabajo coordinado y cuidado para que perdure en el tiempo”.

El mensaje es claro: las Áreas Naturales Protegidas son patrimonio común, con un valor ecológico incalculable. Y su preservación depende tanto de las políticas públicas como de la responsabilidad de cada visitante.


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