Crecer junto al Dique: el vínculo entrañable que unió al tren con la gente y Ballester

Un taller de escritura sirve hoy para desempolvar recuerdos de lo vivido hace décadas, en la tierra que se transformó para dar paso al riego.  

Un viaje imaginario, a bordo de la memoria, puede servir para volver a caminar la Barda del Medio antigua, la de la arboleda a la orilla del canal, las acacias, los olivos y nogales que cargaban el aire de fragantes aromas. Sigue siendo el pueblo tranquilo que junto a Contralmirante Cordero, municipio del que depende ahora, integraban el conjunto de paradas y estaciones que movieron la actividad ferroviaria al norte de Cipolletti (Parada Limay – Colonia Lucinda), mientras crecían junto al resto del valle en transformación. 

Km. 1218, Punta de riel en Barda del Medio: en la fotografía el Sr. Faye, jefe de oficina, año 1913 | Gentileza: Jorge Faye.

Nacidas de la obra que derivó en el Dique “Ingeniero Ballester”, esa línea de rieles sirvió en su momento para la carga y el transporte de piezas de hierro que enviaba la empresa británica por mar y que llegaban gracias a las vías hasta Cipolletti. De ahí conformaron las bases de la megaestructura que activó el riego, pero que también movió el intercambio poblacional, dejando a su paso la consolidación de varias localidades, entusiasmadas por el sueño de hacer fértil a la región. 

En ese ir y venir, por ejemplo, el restaurante “España”, abierto en Cipolletti en la esquina de Villegas y Fernández Oro en 1903 (aún en pie) era refugio de “ingenieros y jefes de la obra, que los fines de semana se trasladaban con sus familias en tren para pasar el día en nuestro pueblo”, recordó la historiadora Liliana Fedeli. 

La casilla donde ejerció Faye, humilde parada de tren en Barda del Medio. Foto: Gentileza «Estaciones de tren en el Alto Valle» (Facebook)

Así, en un tramo de poco más de 30 kilómetros, se hicieron un lugar espacios como “Ferri” (Km. 1194,8), habilitada en 1911; “Colonia La Picasa”, actual Cinco Saltos (Km.1203,5), activada en 1914; Cordero, puesta en funciones en 1922 (Km. 1211,6) y Barda del Medio, punta de rieles, establecida en el Km. 1218,6. 

No siempre llevaron esos nombres, como unas cuantas referencias que perduran hasta hoy en el mapa regional: el dique se llamó “Neuquén”, “Cordero” y “Ballester”; la cuenca Vidal es ahora el Lago Pellegrini y el ejido de Barda del Medio era lo que antes se conocía como “El Campamento de los ingleses” y también Cordero, mientras que el actual municipio se identificaba apenas con la cantidad de kilómetros que lo separaban de Plaza Constitución (1212). El 1º de julio de 1945, según explicó el proceso el profesor Miguel González, del Museo Ferroviario cipoleño, se daría el primer enroque: Cordero recibió su nombre definitivo y Barda del Medio pasó recién a reconocerse con la numeración de su parada: la del “Km. 1218”.

Una foto desde el interior de la modesta casilla instalada allí, de estilo típico, muestra al jefe a cargo, el señor Faye, sentado en su escritorio junto al teléfono, la caja fuerte, los sellos, biblioratos y registros, pluma en mano, todo en el mismo rectángulo de escasos metros. A sus espaldas, un almanaque ofrece un marco temporal concreto: corría el año 1913

El retrato de Isabel Cordero, en la Biblioteca que hoy lleva su nombre. Foto: Gentileza.

Homenaje al nombre de Bartolomé Leónidas, un contraalmirante de amplia trayectoria en la marina, Cordero se formalizó en su ejido cuando la hija de este militar, Isabel Cordero de Durán, donó parte de las 4000 hectáreas que su padre había recibido por servicios prestados antes de la Campaña al Desierto, en otras misiones lejanas. Esa cesión quedó registrada en la jornada del 15 de noviembre de 1937 y más tarde en el decreto 14008/43, estableciendo la fecha fundacional. La Biblioteca local eligió por eso honrar a esa mujer que permitió completar el trámite. 

Se consolidaban así los cambios que habían empezado cargados de protocolo, con nada menos que una visita presidencial, el día que se colocó la piedra fundamental del dique con la visita del presidente José Figueroa Alcorta, del futuro jefe de Estado Roque Sáenz Peña, del ministro de Obras Públicas, Ezequiel Ramos Mexía y del ingeniero Decio Severini, a cargo del proyecto y reemplazo del ya fallecido para entonces, César Cipolletti

Foto: Archivo Diario Río Negro.

Rodolfo Ballester, por su parte, tenía apenas 28 años cuando llegó designado a Cordero. Nacido en 1887 en Gral. San Martín, provincia de Buenos Aires, cuenta una entrevista de archivo de Diario RÍO NEGRO hecha a dos de sus hijos, que ni su familia ni la de su esposa, Lelia Catalina Pichot, estaban de acuerdo con su arribo a la Patagonia. Pero apostó y quedó en la historia para siempre. Con él trabajaron unos 180 obreros, 40 capataces, oficiales y artesanos y unos 30 empleados administrativos. “Jugaba al fútbol en la obra, allí convivíamos con varias familias”, recordaron sus descendientes en 2010.

88 años después de esa conversión tan trascendental, un taller de Escritura municipal, a cargo de la estudiante de Letras Candela Bascuñan, se está convirtiendo en la llave para abrir armarios enteros de recuerdos, provenientes de los adultos mayores de Barda del Medio. Allí, con poesías, canciones y textos como disparador, cada uno va evocando su infancia, su origen diverso, el vínculo con la naturaleza, la identidad en torno al Club Obrero Dique y las profesiones de sus ancestros, que dejaron su humilde huella en la vida comunitaria. 

La ciudad cumple otro aniversario. Foto: Archivo

Un viaje imaginario, a bordo de la memoria, puede servir para volver a caminar la Barda del Medio antigua, la de la arboleda a la orilla del canal, las acacias, los olivos y nogales que cargaban el aire de fragantes aromas. Sigue siendo el pueblo tranquilo que junto a Contralmirante Cordero, municipio del que depende ahora, integraban el conjunto de paradas y estaciones que movieron la actividad ferroviaria al norte de Cipolletti (Parada Limay - Colonia Lucinda), mientras crecían junto al resto del valle en transformación. 

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