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«Defendemos a muerte la educación pública»: la escuela que nació en una casa hace 112 años

La experiencia de una comunidad educativa rural de Colonia Fátima que sigue trascendiendo a pesar del tiempo. Exalumnos, maestros y directores de la escuela centenaria se reencontraron en el que fue como su hogar en medio de las chacras, en Río Negro.

En el pizarrón de una aula vacía quedó escrita la fecha del último día que se habitó la clase, “7 de diciembre”. La escuela rural se quedó sin chicos antes de tiempo por falta de transporte escolar y comedor. Vacía y silenciosa, sin el bullicio y las risas de 370 alumnos, la Primaria 31 de Colonia Rusa nos dejó ver su historia centenaria. 

Creada en 1911, por voluntad de un grupo de inmugrantes rusos, cumplió 112 años y es de las escuelas más antiguas de la región. Albergó a varias generaciones de familias. Al llegar, una tranquera, flores y acequias dan la bienvenida al inmenso y viejo edificio que data del Plan Quinquenal de Perón.

Primero funcionó en la casa de Itzjak Locev, un inmigrante ruso-judío asentado en esa zona. El 15 de junio de 1953 se fusionaron dos instituciones en una, la 31 y la 130, y así surgió el actual edificio ubicado a pocos kilómetros de Roca, en el éjido de Cervantes.

Fotos: Andrés Maripe

En el traslado se perdieron muchos papeles históricos; pero varios de los protagonistas de esa longeva comunidad educativa, ex alumnos y maestros de entre 52 y 78 años, viven para contar el «milagro» de la educación pública.

Todavía atesoran un libro histórico con hojas amarillentas, fotos en blanco y negro y recuerdos. Entre esas paredes, los niños, hoy adultos, personas mayores; construyeron su identidad y alojan en los recovecos de la memoria colectiva los mejores momentos de su vida. Este 2023, quizás sin excusa ni razón, solo por nostalgia, organizaron el primer “Gran Encuentro” de ex estudiantes, maestros y directivos de distintos períodos históricos donde asistieron más de 80 personas, incluso nietos de exalumnos. 

“La escuela era mi lugar feliz, mi lugar en el mundo. Porque yo acá estudiaba, jugaba, tenía contención. Todo lo bueno lo aprendí acá, más allá de la enseñanza de mis padres, era mi mundo”, resumió Beatriz Laino, exalumna de la promoción 1969 y organizadora del encuentro. 

La muerte de una de sus compañeras la hizo pensar que ya era hora de reencontrarse, el tiempo es finito. El Facebook les sirvió para encontrarse después de tantos años y llegaron a contactarse 105 ex alumnos. “Hablé con Loada Balmaceda, mi figura de la escuela, mi querida maestra. Y se ocupó de hacer la parte de los docentes”, contó Beatriz. Fue un encuentro de alegría, felicidad y emoción. 

«El amor que le tengo a la escuela, a Colonia Fátima y a toda su gente. Hay un amor tan grande entre todos»

Beatriz Laino, exalumna de la Escuela 31 de Colonia Fátima, promoción 1969

Al entrar al aula que las alojó, recordaron el olor a humo de las estufas a leña de aquella época minutos antes de la entrevista con Diario RIO NEGRO. Recordaron a sus maestras que les daban ejercicios para la memoria, dictados y cálculos mentales. 

“Yo vivía acá a 1.500 metros. Era todos los días venir caminando porque no había transporte y mis padres no tenían vehículo. Nos juntábamos varios y veníamos en patota. En invierno, pasamos por adentro del canal con escarcha. Era lindo venir a la escuela, me acuerdo el nombre de todos. Quedamos muy poquitos”, contó Nelsa Garrido, exalumna del año 1964. 

Loada Balmaceda ingresó como maestra en el 60 y en el 67 tomó el cargo de directora. En esta escuela se aplicó la innovadora experiencia de la Psicolengua y la Psicomatemática. “Con el tiempo logramos tener un Preescolar, un gabinete técnico, hasta una sala de primeros auxilios dentro del establecimiento que realmente me costó mucho”, contó la maestra y enumeró uno por uno todos los avances que lograron arrancarle al Consejo Provincial de Educación.  

Una vecina enfermera tomó la posta y así empezó a funcionar la salita en uno de los depósitos de la escuela. Fueron testigos de la creación de la figura de los porteros. Los maestros censaban. Las familias de la escuela las llevaban a recorrer las chacras en sulqui para relevar y hacer las visitas domiciliarias. 

En aquel entonces eran unos 218 alumnos, que desde las chacras iban caminando a la escuela. “No teníamos transporte escolar hasta que se dio en el 70 la implementación de la jornada completa”, recordó, se daba desayuno, almuerzo y merienda. 

En la 31 se criaban conejos, se sembraba huerta y hasta tuvieron un programa en televisión propio. Era como la vida de un barrio, pero dentro del establecimiento. La misma directora vivía en una casita en el perímetro del colegio, para poder cumplir con su vocación jornada completa.  

“Yo siempre agradezco muchísimo el sentido humanitario de toda la comunidad y de las maestras”

Loada Balmaceda, exdirectora de la Escuela 31 de Colonia Fátima.

“Hay una calidez que no vas a encontrar en otras escuelas. La relación y los vínculos con las familias”, contó la actual directora Graciela Tapia. “Uno entra a la escuela y un niño te va a decir ‘Buen día’, ‘Permiso’ y ‘Gracias’. Acá la tecnología celular no existe, el niño sigue jugando a las bolitas, a la mancha, al metegol”, agregó la directora. 

La educación pública, un derecho para cientos de miles


“Defendemos a muerte a la educación pública”, dijeron al unísono las maestras históricas y las contemporáneas. Sin ella, la vida de estos chicos y de tantas familias no sería nada. Por años, tuvo un gran papel en la formación de miles de inmigrantes e hijos de obreros rurales, algunos de los cuales lograron recibirse en la universidad. 

La población de la escuela siempre estuvo compuesta por hijos de obreros rurales, de capataces, algunos dueños de chacra, de bodega e hijos de docentes. “Muchos vivíamos en la chacra. Cuando no había cosecha, había que pasar el año esperando la otra cosecha, con situaciones muy difíciles”, contó Nelsa, pero rescató que en aquel momento, no importaba cómo vestían y cuánta plata tenían.

“Éramos todos iguales, éramos todos uno en la escuela pública”

Nelsa Garrido, exalumna de la Escuela 31 de Colonia Fátima del año 1964

Actualmente asisten chicos de la misma Colonia Fátima, pero también de Puente Cero y barrio El Petróleo, que no podrían ni pensar en asistir a una escuela privada o semiprivada, dijo su directora actual. 

“Muchas veces dicen que en las escuelas de chacra los chicos no logran superarse, pero nosotros hemos tenido chicos que son contadores públicos, profesores de geografía y títulos profesionales”, sumó Beatriz. 

Hace medio siglo, había dos grandes problemas: la distancia, el trabajo y la situación económica, que generaban deserción. Muchos chicos no terminaban séptimo grado porque estaban “en edad de trabajar en la chacra”. Desde la escuela se hacían campañas solidarias para conseguir ropa y calzado y el logro del comedor fue de gran ayuda para que muchos pudieran volver a estudiar. 

Los problemas edilicios de aquella época se siguen reiterando y rescatan que siempre hubo una tradición de lucha colectiva para resolverlos. A lo largo de su historia, la Escuela 31 padeció problemas sanitarios, no había agua en los baños ni agua potable. Además, la presencia de murciélagos en los entretechos generaba excrementos.

Una vez junto con los padres y familias decretamos la emergencia sanitaria”, recordó el exmaestro Roberto Balmaceda, y decidieron suspender las clases. Finalmente un estudio químico comprobó que el agua estaba contaminada. 

Por el reclamo de la comunidad educativa, intervino el municipio y terminó sacando seis camiones volcadores con excrementos de murciélagos en la década del 70, recordaron. El problema del agua no apta se reeditó en el presente y tras los reclamos, la comunidad educativa logró una nueva instalación.

“En conjunto se podía trabajar, los padres siempre estuvieron muy cerca de esta escuela. Realmente era una comunidad muy activa y muy participativa”

Roberto Balmaceda, exmaestro de la Escuela 31 de Colonia Fátima

Sus primeros pasos: en la casa de un inmigrante


La historia de la Escuela 31 tiene su primer capitulo en el surgimiento de la Colonia Rusa, un asentamiento poblacional agrícola gestado en 1.906 por un grupo de pioneros, cuyo mentor fue Itzjak Locev, ruso-judío procedente de Shumiatich, Rusia. 

Locev representaba a 100 familias y logró finalmente su cometido de ocupar parcelas en las inmediaciones de General Roca. Después de una larga espera de finalización del loteo de las tierras, en 1908 se habilitó para concretar la colonización y se afianzaron como chacareros. Con los años, surgió la necesidad de una escuela primaria para la educación de sus hijos y así en 1911, comenzó a funcionar la escuela 31 en la casa de Locev, con la asistencia de una maestra de San Luis, enviada por el Consejo Nacional de Educación.

“Los registros de asistencia escolares históricos muestran la pluralidad de nacionalidades (…) Rusos, polacos, españoles, chilenos, alemanes, italianos, franceses y nativos”, contó Roberto Balmaceda. En 1963 finalmente se dio el cambio de denominación de “Colonia Rusa” por el de “Colonia de Fátima”.


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