Exclusivo Suscriptores

El ovillo anudado

Tomé un ovillo de hilo, como era de esperar, después de tanto tiempo girando de un lado para otro, estaba anudado. No un poco, muy anudado. Pero lo necesitaba. En el corto plazo.


Me senté, respiré profundo. Por qué a mi, pensé. Si, así, como un castigo. Es muy difícil que pueda quedarme sentada, haciendo cosas tan insignificantes como esa, perdiendo el tiempo desatando un ovillo caprichoso. No tenía opción. Lo necesitaba y no tenía a nadie para que me ayudara o simplemente para endilgarle el peso que no soportaba. Esa cosa insignificante me estaba complicando mi día, que ya venía con su acción intensa.


Bien. Comencé. Estiré de un lado y del otro, nada. Parecía que había tomado vida propia y que se empecinaba a quedarse instalado en su madeja, enmarañada.


Mis piernas se movían de un lado para otro, marcando el ritmo de mi estado de ánimo, de mi impaciencia. ¡Ay! ¿Por qué? Me escuché gritar, desesperada, viendo que el tiempo transcurría y yo seguía ahí, sin nada más que la frustración delante de mí.


No podía posponer, sino resolver. Me paré, tomé un vaso de agua y lo miré desde lejos. Las ganas de revolearlo estaban ahí, asomándose, pero sabía que solo iba a complicar la situación. Me contuve.
Me sacudí un poco y comprendí que no estaba en una batalla
. No era él contra mí. El era un nudo construido por bastante tiempo y yo, una persona que lo necesitaba, sin nudos.


Intentaré comprenderte me dije. Intentaré seguir tu hilo, no mi idea acerca de cómo desenredarte.
Con ese criterio proseguí, segundo a segundo, tratando de descentrarme, sin tiempo, sin apuros.

El hilo empezó a aparecer, con más facilidad por instantes, otras con complejidad. Ok, vamos que por ahí es la cosa, me dije una vez más, sintiendo que el ejercicio de no pensar en la inmediatez ni en mi concepto de “ya”, se apoderara de mí.


Claro está que logré que el nudo se convierta en hilo a una velocidad menor a la que hubiera imaginado.
Supongo que a esta altura no están los lectores lejos del tema que quiero transmitir.


Es diferente a mi, lo que sea, situación o persona. Más complicado, menos complicado, pero diferente a aquello que suponía. ¿Quién soy yo para juzgar cómo es? La cuestión a resolver es qué hago yo con eso que se me presenta. Esa sí es mi responsabilidad.


El hilo pudo haber sido siempre hilo y no anudarse nunca, pero si lo hizo es mi responsabilidad y protagonismo absoluto la reacción que tenga sobre él.


¿Por qué el resto del Universo debería reaccionar como suponemos desde nuestro deseo, criterio o prejuicio?


Y traspolandolo a nuestros hijos… ¿Por qué deberían hacer todo el tiempo lo que nosotros consideramos correcto? ¿Para cumplir nuestro capricho? ¿Para suponer que tenemos todo controlado? ¿Para que no nos desestabilicemos? ¿Para sostener nuestra posición soberbia?


Es cierto, no me gustan los nudos, pero aprendo tanto de ellos, que me termino enamorando. Esa forma que me hacen enojar y al mismo tiempo me invitan a crear el desafío de superación, de descentrarme.
Que sea bienvenido el pensar y actuar diferente. El pataleo que viene acompañado de un respiro y un vaso de agua. De un “lo logré” o lo que sería mejor para los vínculos “lo logramos, porque nos amamos”.

Lic. Laura Collavini
Psicopedagoga. Autora del libro “Mi ambiente y yo.”
Presidente de Fundación Siendo.
@fundacionsiendo


Temas

Hijos
Adherido a los criterios de
Journalism Trust Initiative
Nuestras directrices editoriales
<span>Adherido a los criterios de <br><strong>Journalism Trust Initiative</strong></span>

Comentarios