Expedición científica en el Mar Argentino: cómo es la vida arriba del buque Falkor (Too), una experiencia única

El barco que hizo la histórica campaña en el Cañón Submarino Mar del Plata hoy navega las aguas de la Patagonia. La oceanógrafa Ana Paula Osiroff contó como se vive aguas adentro del Atlántico Sur.

Marcela Charo y la Dra. Silvia Romero y Ana Paula Ociroff. Foto: Gentileza.

Desde la sala de estar del buque Falkor (Too), la científica Ana Paula Osiroff planea su jornada laboral. Frente a ella, una postal inolvidable acompaña el día a día de los 25 investigadores que integran la nueva expedición del Schmidt Ocean Institute. “Estoy en un living precioso, con ventanales enormes al mar. Es un momento muy plácido del día”, dice la investigadora mientras el barco avanza rumbo al sur hacia los cañones submarinos Almirante Brown y Bahía Blanca ubicados frente a las costas de Chubut y Río Negro, donde esta campaña marítima abre un nuevo capítulo en la historia científica.

Afuera, el Atlántico se extiende sin límites. Adentro, el ritmo del Falkor marca una rutina distinta a la habitual en la que, durante un mes, este laboratorio flotante buscará comprender cómo los sistemas de cañones submarinos influyen en la llegada de aguas frías y nutrientes que fertilizan la plataforma continental.

Pero más allá de los datos y las muestras, el día a día a bordo es una experiencia intensa e interesante. Ana Paula es oceanógrafa del Servicio de Hidrografía Naval y es parte el equipo de científicos que integra apenas una parte de las decenas de personas que habitan el barco durante estos días. La investigadora contó cómo se vive arriba del Falkor (Too).

Ana Paula Osiroff. Foto: Gentileza.

Para aquellos que no trabajaron durante la noche, el día comienza bien temprano con el desayuno. “Es de 7 a 8, el almuerzo a las 11.30 y la cena a las 17.30 de la tarde», relata. «Esos son los horarios de los barcos, sobre todo de origen estadounidense”, detalla. Después de eso, los bocadillos siempre están disponibles, sobre todo para aquellos que hacen guardia. «Acá se trabaja las 24 horas. Hay gente que duerme de día y trabaja de noche, todo depende del turno”.

El Falkor (Too) es un laboratorio, una casa y un pequeño mundo donde conviven personas de distintas disciplinas y nacionalidades. Todo al mismo tiempo. “Somos alrededor de 25 científicos de distintos organismos, pero también hay más gente trabajando a bordo. La campaña está liderada por el Servicio de Hidrografía Naval, del Ministerio de Defensa, y participan investigadores del CONICET, de la UBA, del CIMA y del IADO de Bahía Blanca. Es multidisciplinario e interinstitucional”, comenta Osiroff.

Boya oceanica. Foto: Gentileza.

La diversidad es lo más atrayente. “Eso lo hace muy interesante. Nos llevamos muy bien, cada uno sabe lo que tiene que hacer. Y si falta alguien, otro lo ayuda. La vida a bordo es muy agradable”, asegura la oceanógrafa.

Entre los tripulantes también hay una periodista ecuatoriana encargada de registrar todas las expediciones del instituto y una artista francesa seleccionada por concurso. “Eso también le da una riqueza especial al grupo”, dice.

Laboratorio. Foto: Gentileza.

El corazón del trabajo se concentra en las operaciones oceanográficas. “Hay un caballito de batalla que le decimos los oceanógrafos: un instrumento con una roseta de botellas vacías que se baja con un cable conductor y va midiendo las condiciones del agua desde la superficie hasta el fondo. Puede ser a 100, 200 o 1.000 metros”, explica. “Uno ve los datos en tiempo real: temperatura, salinidad, oxígeno. Después, en los puntos donde queremos muestras, las botellas se cierran y el agua se analiza en los laboratorios del barco”, explica sobre la tarea.

Cada operación puede durar una o dos horas, dependiendo de la distancia entre estaciones. “Hay un grupo que se encarga de eso de día y otro grupo que trabaja de noche«, cuenta la investigadora encargada de realizar determinaciones de pH para conocer la acidificación del mar y también medir salinidad.

«A veces trabajamos de día y de noche. Somos yo y una colega y nos turnamos. No es un horario fijo: a veces hay que dejar estabilizar las muestras tres o cuatro horas, entonces dormimos un poco. Todo depende del mar y de las muestras”, detalla.

Geólogas en plena tarea. Foto: Gentileza.

La vida científica también tiene momentos de emoción y asombro a bordo del Flakor (Too). “Ayer tuvimos la visita de unas ballenas que estuvieron dando vueltas cerca del barco. Fue maravilloso», comenta Osiroff. Fue ese mismo día cuando los geólogos hicieron un muestreo. «Ahí ves la cadena completa: fitoplancton, zooplancton, ballenas. Todo conectado”, relata. “Eso tiene que ver con lo que venimos a estudiar: cómo el agua de Malvinas, enriquecida con nutrientes de la zona antártica, se introduce en nuestra plataforma y fertiliza todo el ecosistema”, agrega.

La convivencia en altamar tiene una calidez particular. “Todos estamos compartiendo camarote, salvo la jefa científica. Son camarotes de dos personas, con baño incluido, muy cómodos. Estamos todos los científicos en una misma cubierta, un piso por arriba de los laboratorios y uno por debajo del comedor”, cuenta la oceanógrafa.

Preparando boyas derivantes para poner en el agua. Foto: Gentileza.

El comedor y el living son el corazón social del barco. “En esta cubierta hay un salón de juegos, un televisor grande y una salita de cine. El capitán come con nosotros, no hay diferencias. Eso es muy lindo”, dice. Y aunque los días son largos, hay lugar para el ocio. “El que quiere puede ir al gimnasio o a correr por cubierta. Algunos aprovechan para leer, mirar una película o escribir», relata la investigadora que se aseguró de que en su bolso esté su Kindle para seguir con su lectura en el tiempo libre.

El barco cuenta con conexión a internet las 24 horas, algo que para los navegantes es un privilegio. “Nos permite estar comunicados con la familia, con amigos. Saber qué pasa. En otras campañas eso no existía y era muy difícil estar tanto tiempo sin noticias. Ahora eso cambia mucho la experiencia”, asegura Osiroff.

“Lo estamos pasando bien. Las cosas están saliendo tal cual lo previsto”, dice. “Hay días y días, algunos más tranquilos, otros de mucho trabajo», agrega.

Zoólogos marinos observando en la lupa. Foto: Gentileza.

Hoy, mientras el Falkor (Too) avanza hacia los cañones del sur, en el laboratorio los científicos preparan las botellas y calibran los sensores. Afuera el viento acaricia el buque.

Por su parte, Ana Paula Osiroff suma otra experiencia inolvidable a bordo de expediciones marítimas. Lo hace junto a sus dos amigas, Marcela Charo y la Dra. Silvia Romero. «Navegamos juntas hace 30 años», comenta. Una relación que surfea las olas y el tiempo.

Su día continúa. «Ahora tengo que seguir con las muestras de pH que saqué a la mañana. Las tengo que dejar atemperar porque se sacan a ocho grados y hay que llevarlas a veinticinco para medirlas. A la tarde me dedicaré a eso”, detalla.

Veinte días por delante, miles de metros abajo del agua y una misión que combina ciencia y pasión. Así transcurren los días a bordo del Falkor (Too), un barco que navega buscando entender los secretos del Atlántico Sur.


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