El poeta y docente que enseña tras las rejas estrena obra de teatro en Roca
Carlos Mena aprendió a leer y escribir en la cárcel y hoy es referente en educación en contextos de encierro. Da talleres de literatura y boxeo. Este domingo estrena su obra de teatro en Roca, una experiencia sensorial e inmersiva con la participación de 15 actores en escena.
En la cárcel aprendió a leer y a boxear. Con los libros encontró la empatía; con los guantes, la disciplina. Carlos Mena convirtió esas dos herramientas en su modo de vida. Hoy, a los 44 años, vive en Roca, dicta talleres en contextos de encierro y se prepara para un nuevo desafío: estrenar una obra de teatro inmersiva con quince actores y actrices en escena.
Carlos Mena: «no romantizo el delito ni la pobreza»
Su historia está atravesada por la violencia y la marginación, pero también por la posibilidad de transformar esas marcas en herramientas para otros. “Yo no sabía leer ni escribir; la educación me salvó la vida”, dice.
Ese punto de inflexión lo encontró en un pabellón bonaerense, cuando conoció al escritor y docente Alberto Sarlo. Con él se adentró en la literatura y la filosofía, descubrió a Rousseau, Nietzsche, Sartre y Shakespeare, mientras en paralelo el boxeo se convertía en una disciplina que lo ayudaba a ordenar la energía. “La literatura me hizo llorar con otros, me hizo tener empatía por el dolor ajeno. Eso me cambió”, resume.
En los años siguientes recorrió pabellones de máxima seguridad. Terminó la primaria, siguió leyendo y debatió con compañeros que cargaban condenas perpetuas. La práctica de leer en grupo le mostró otra forma de vincularse. “La cárcel es un espejo de la sociedad. Lo que pasa ahí adentro es lo mismo que pasa acá afuera, pero concentrado y más brutal”, reflexiona.
Cuando recuperó la libertad, el Ministerio de Justicia bonaerense lo contrató como tallerista. Coordinó actividades en distintas cárceles y más tarde, ya en la Patagonia, continuó con esa labor, combinando lecturas, debates y boxeo sin contacto. “No romantizo el delito ni la pobreza”, aclara, “trabajo en prevención. Busco que los pibes puedan pensar en otros caminos antes de hacer daño.”
Su biografía también carga con otra herida: su madre fue víctima de femicidio. Esa ausencia la convirtió en poesía. “Cuando éramos canción” es el texto que escribió para ella y que leerá al final de la obra. “Es mi manera de reparar con palabras lo que la violencia rompió”, explica.
La obra que ahora presenta en Roca tiene un origen íntimo: el recuerdo de “Kitty”, un amigo que murió en prisión. “Quise darle descanso desde el arte. La obra habla de culpa, destino y libertad. Dios y el diablo no son criaturas aladas: somos nosotros cuando elegimos”, asegura.
A lo largo de los años fue encontrando un modo propio de unir disciplinas. En sus talleres propone leer a clásicos de la filosofía mientras se ejercitan movimientos de boxeo sin contacto. “El boxeo no es violencia: es disciplina, es respeto. Y la literatura enseña a ponerse en el lugar del otro. Cuando las dos se encuentran, aparece otra forma de pensar la vida”, explica. Esa combinación se convirtió en su marca personal, un puente entre mundos que suelen mirarse de lejos.
Su nombre empezó a circular en festivales de cine, encuentros literarios y charlas académicas, pero él no se reconoce en el lugar de “referente” ni de “ejemplo”. Prefiere verse como un “comunicador” que transmite lo que aprendió a fuerza de experiencia. “Yo no nací para dar lástima ni para que me pongan en un pedestal. Lo que hago es compartir lo que me funcionó a mí. Si sirve para otros, mejor”, dice.
El estreno de la obra lo entusiasma porque, asegura, condensa todo lo que lo atraviesa: la literatura, el teatro, la poesía, el boxeo y la comunidad. “Me gusta que sea algo colectivo. Somos un grupo de marginados que decidimos juntarnos para crear. Y desde ese margen, con arte, mostrar que siempre hay otra posibilidad».
Te busco: teatro que interpela desde adentro
El domingo 14, a las 19.30, la Casa de la Cultura de Roca será escenario de un estreno distinto. Carlos Mena, acompañado por un grupo de quince actores y actrices, presentará una obra que desborda el formato tradicional para invitar al público a atravesar, simbólicamente, la vida en prisión.
La propuesta comienza en la calle, con una escena de tiroteo, y continúa en la entrada, donde cada espectador recibe un “boleto” en forma de legajo penitenciario y deja su huella como si estuviera ingresando a una cárcel.

Una vez adentro, los pasillos y la sala se transforman en un pabellón sensorial: gritos desde las celdas, visitas inesperadas, guardias y momentos de tensión que van dando paso a escenas de música en vivo, poesía y actuaciones que se entrelazan con la experiencia de Mena y sus compañeros.
También habrá una exposición con dibujos e ilustraciones de libros en los que Mena participó como autor, sumando capas de memoria y de creación a la puesta.
“La idea no es mostrar morbo, sino generar conciencia: la cárcel es un espejo de la sociedad y lo que pasa adentro nos interpela a todos”, resume Mena sobre esta obra que combina teatro, literatura y música en una experiencia inmersiva.
Las entradas anticipadas se venden a $15.000 y, en la puerta, a $20.000.
En la cárcel aprendió a leer y a boxear. Con los libros encontró la empatía; con los guantes, la disciplina. Carlos Mena convirtió esas dos herramientas en su modo de vida. Hoy, a los 44 años, vive en Roca, dicta talleres en contextos de encierro y se prepara para un nuevo desafío: estrenar una obra de teatro inmersiva con quince actores y actrices en escena.
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