La muerte de su agresor le trajo paz a Gabriela, una víctima de violencia género del Alto Valle

Una joven relató el infierno que vivió con su expareja. Tras la muerte del violento, 15 años después de su último contacto, se sintió por primera vez una “sobreviviente”.

Pasaron 15 años desde que Gabriela tuvo, por última vez, contacto físico con su agresor. Sin embargo ella continuó por más de una década revisando sus movimientos por redes sociales. “No le miraba el perfil por amor, era por miedo a que apareciera, que me desestabilizara y cumpliera con sus amenazas”, contó. Hace un par de semanas, cuando buscó su estado, supo que había muerto de un infarto y sintió alivio: “Ahora sí puedo decir que soy sobreviviente”.

Gabriela había salido de una dura adolescencia y recién, con poco más de 20 años, estaba fortaleciendo sus primeras cáscaras en ese proceso que le llaman maduración. Todo quedó truncado el día que hizo contacto visual con Darío, de profesión kinesiólogo, con una familia constituida y casi 30 años mayor que ella.


Él la conquistó y le prometió una vida repleta de satisfacción, lejos de las enjuiciadoras miradas que condenaban su romance. No sólo por la diferencia de edad sino porque él ya tenía una esposa e hijos que eran de la misma generación que Gabriela.


Pero Darío insistió y como toda historia de amantes, él le garantizó que abandonaría a su familia y que se irían muy lejos donde, como en los clásicos cuentos de la literatura, vivirían felices por siempre.

Toda narrativa necesita un conflicto, un enemigo o un monstruo. Y en esta historia fue el propio Darío el que encarnó ese rol. Cumplió sus promesas: abandonó a su familia y se llevó a Gabriela a vivir muy lejos, incluso de sus propios afectos. El guión entonces dio un giro de 360 grados y la pochoclera película de dos enamorados se transformó en una de terror.

Distanciada y aislada, Gabriela fue sometida a los peores tormentos. Inimaginables para una joven ilusa que todavía creía en el amor. Inconfesables e incontables. Pero logró escapar y sobrevivió. Volvió a su origen, apostó nuevamente a la vida y se reconstruyó, aunque carga heridas emocionales que todavía no sanan.


Durante 15 años Gabriela le revisó las redes a Darío. “Él había trabajado tanto mi psiquis que necesitaba saber sus movimientos, por eso lo monitoreaba. Me hostigó hasta último momento, me mandó solicitudes de Facebook en cuarentena y llamaba al teléfono fijo de la casa de mi mamá”, relató Gabriela que hoy tiene 37 años.


“Temía porque me trabajó mucho la psiquis, no estaba saldada ni cerrada esa historia. Tenía miedo que un día me golpeara la puerta y cumpliera con todas las amenazas”, relató.


Contó también que él la desestabilizaba cada vez que aparecía, pero no en el nivel amoroso: “Sobrepasa los límites del amor, de ver quien es su pareja actual o sí rehizo su vida, sí la persona que está al lado es más linda o más fea. No, no es eso. Es saber dónde está, cuáles son sus movimientos y cuánto tiempo más voy a sentirme librada. Para mí marcó un tiempo cronológico importante en mi vida”, confesó.

Hace unas semanas, en esos controles rutinarios que Gabriela hacía sobre sus redes sociales descubrió que Darío se había muerto de un infarto y que su familia lo despedía. “Sentí alivio porque su presencia física no me va a torturar más, suponía que su imagen sí me iba a torturar, me impactó el primer día, mucho, estuve pensando, queriendo buscar las cosas malas para alegrarme por su muerte y no pude. Solo le mandé energía para que su alma descanse en paz y las personas que han sido víctimas de él también”, afirmó Gabriela.


Contó que es muy difícil explicar la sensación, porque pasaron 15 años desde la última vez que lo tuvo enfrente. “Recién ahora puedo hilvanar algunas definiciones, siento hace unos días que soy sobreviviente, después de 15 años puedo decir que soy sobreviviente porque siempre en mi cabeza existía la posibilidad de que aparezca y cumpliera con todas sus amenazas, con su trabajo inconcluso”, sintió.


Entonces se preguntaba: ¿Está sanada esta historia? ¿Está lista mi psiquis para no recaer en sus manejos y que me atrape de nuevo? Como en muchos casos, sólo la muerte tiene la capacidad de librar a una víctima de violencia de género.

Más de 10 causas por violencia de género


Más de 10 mil causas por violencia familiar y de género ingresaron el año pasado solo al fuero de Familia del Poder Judicial. Esa cifra deja afuera a los Juzgados de Paz de las localidades que también se ocupan de la temática y al fuero Penal. Los números crecen todos los años y en el Alto Valle concentra gran parte de ese número.

De cada diez causas por violencia que se denuncian, casi siete son de la jurisdicción que abarca desde Río Colorado hasta Catriel, es decir la Segunda y la Cuarta Circunscripción Judicial. La cifra es alarmante y el Poder Judicial ha dotado de recursos y estructuras para combatir el flagelo de la violencia de género: se crearon nuevos juzgados de Familia en Roca y Cipolletti, se duplicaron las secretarías, se sancionó un código procesal propio y se dictó una acordada que fija las pautas de actuación.


Al fuero Penal le tocan las causas que terminan en lesiones, intentos y femicidios consumados, además de las desobediencias a las órdenes judiciales de restricción de acercamiento. También, por la ley Pica – así se conoce en el ámbito tribunalicio por el nombre del legislador que promovió la reforma – las juezas y los jueces penales pueden dictar prisiones preventivas más expeditivas en cuestiones de género. Pese a las herramientas, la violencia machista no encuentra freno.


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