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La paradoja del guardapolvo blanco: nació para igualar, pero hoy la mitad no puede comprarlo

El invento argentino no previó la desigualdad subyacente y la realidad de las familias en la Escuela Pública a través del tiempo. La historia del delantal escolar y críticas: pone lo "blanco" como hegemónico y "esconde desigualdades".

El guardapolvo blanco es un invento argentino que data de 1915. Es común escuchar desde el ideario social que fue Domingo Faustino Sarmiento el creador, pero la mayoría de las fuentes coincide en que fue una mujer, la maestra Matilde Figueiras quien en el barrio de Recoleta (Buenos Aires) lo impulsó con un fin noble: igualar socialmente a las infancias de la época.

Fue en la escuela porteña «Cornelia Pizarro», ubicada en Peña 2.670; donde hace más de 100 años se gestó esta idea de «uniforme escolar» tras una reunión con familias. Así se saldarían las evidentes diferencias entre la vestimenta entre alumnas que tenían privilegios a la hora de vestirse por su posición económica.

Hubo resistencias fuertes entre las familias y costó casi tres décadas que se instaure el nuevo régimen, que eligió el color blanco con la idea de representar «la higiene» en un espacio masivo y cuna de enfermedades.

La maestra propuso instaurar un guardapolvo del mismo color que uniformara a todas, lo que no pudo es aunar opiniones ya que las familias se dividieron entre las que estaban de acuerdo y las que no. Quienes acompañaban la iniciativa no se unificaban en el color que debía usarse.

Figueiras lo terminó resolviendo por sus propios medios y compró tela blanca que pagó con su dinero y confeccionó los modelos de guardapolvo, según la reconstrucción histórica que hizo el periodista Daniel Balmaceda en diario La Nación.

Maestros como Diego del Pino, Enrique Mayochi investigaron el tema, también lo hizo la historiadora Inés Dussel, quien profundizó esos trabajos. Según estos autores, hubo varios aportes previos a la idea de Figueiras.

Las familias disidentes fueron a protestar al Ministerio de Educación, que finalmente terminó apoyando la idea. Así la maestra se ganó el visto bueno oficial, pero no la voluntad de todos. Varios entendían que era un gasto que no podían afrontar.

En la actualidad, la idea de fondo sigue vigente pero la realidad evidenció lo que algunos padres y madres plantearon un siglo atrás. Hoy alrededor de un 50% de los chicos que asisten al aula, dejaron de usar guardapolvo porque sus familias no pueden comprarlo, según sucede en algunas escuelas de barrios más humildes de Río Negro.

El factor económico: «Que no sea un obstáculo»


“El guardapolvo se pensó como un símbolo de igualdad, nos identifica como alumnos y/o docentes, pero poco a poco se fue dejando de usar por diversos factores, entre ellos el económico”, contó Gladys Caro, directora de la Escuela 364, «Barda Azul» de Roca. Hoy un guardapolvo se puede encontrar desde 15.000 pesos para arriba en supermercados de Río Negro.

Por otro lado, en las escuelas hace mucho calor y es hasta «insalubre» estar con los guardapolvos manga larga, opinó la docente. Lo «obligatorio» ya no es el uniforme o delantal en la escuela pública, sino el hecho de que asistan a estudiar.

«Pedimos que en actos, salidas educativas o primer día de clases, puedan usarlo; pero si no se puede comprar no importa, lo importante es que asistan a la escuela, que no sea un obstáculo para hacerlo», dijo la maestra de grado sobre la actualidad.

«En conclusión, (el guardapolvo) no es un ítem obligatorio, lo obligatorio es ir a la escuela. La asistencia es lo más importante»

Gladys Caro, directora de la Escuela 364, «Barda Azul» de Roca.

«Como tenemos chicos muy humildes, el guardapolvo unifica y no marca diferencias. De todas formas, tenemos en la escuela para aquellos chicos que no tienen», aseguró Silvia Miralles, directora de la Primaria 35 «Cuatro Galpones», una comunidad rural.

En esa escuela, se consiguen donaciones para los que no tienen aunque la mayoría accede a uno. «Por ahí se nota más, después de mitad de año», comentó la docente.

Un análisis desde la Educación: «Esconder las desigualdades»


Desde el punto de vista de la historia de las Ciencias de la Educación, el guardapolvo es uno de los “dispositivos que se usaron para la instauración de un determinado sistema educativo, con una perspectiva determinada por detrás”, analizó la licenciada Fabiana Perez.

“Cuando se empieza a conformar el sistema educativo, las ideas positivistas, higienistas, eran las que prevalecían y entonces lo blanco tiene que ver con la prolijidad, la higiene, explicó e ironizó: “Si hay algo que se ensucia es lo blanco, más aún sobre cuerpos infantiles que si algo tienen es no poder quedarse quietos”.

Para la especialista en Ciencias de la Educación, allí es donde se vislumbra la idea del ejercicio de un control, adoctrinamiento o disciplinamiento, no solo sobre las infancias (alumnos) sino también sobre las y los maestros. Pérez sostiene -basada en autores como Inés Dussel y el filósofo Bruno Latour- que lo blanco está basado en la creencia de la “supremacía de la raza blanca europea”.

El contexto no era para menos, ya que en la época en la que surgió el delantal, confluían en Buenos Aires un crisol de razas, pueblos originarios, descendientes de europeos y una inmigración con un amplio abanico de colores de la piel, de comportamientos y de ideas, de un pueblo totalmente heterogéneo.

“El guardapolvo blanco lo que hace es esconder las desigualdades pero también uniformar detrás de esa idea de lo puro, lo bueno, lo blanco como hegemónico”

Fabiana Perez, licenciada en Ciencias de la Educación (Universidad Nacional del Comahue)

“Lo que logra la educación, la escuela pública primaria; es la que en ese momento se impone que es la homogeneización detrás de la idea de la democratización”, concluyó la profesional.

La selección del color en los guardapolvos para jardines de infantes también esconde disciplinamiento y fundamentalmente estereotipos. El rosa generalmente está hecho para niñas y el celeste para varones.

Un análisis desde la Educación: símbolo de identidad


Para otras miradas, el guardapolvo es ícono de lucha por la educación pública. En 1918 ocurrió la Reforma Educativa, un movimiento político pionero en la transformación de la educación en América Latina.

«El guardapolvo se convierte paulatinamente en un símbolo de identidad de la educación pública», aportó el docente Roberto Balmaceda, uno de los fundadores de Unter. Ejemplo de eso es la lucha nacional de Ctera que se denominó «Carpa Blanca», el acampe de 1987, en alusión a este estandarte educativo.  

La historia del guardapolvo blanco: su creadora en el anonimato


La polémica que desató la maestra que lo propuso por primera vez, trascendió el ámbito de esa institución y pasó a los medios de comunicación a principios de siglo XX. Muchos se ampararon en que el uso de uniforme en escuelas públicas estaba prohibido por la Ley 1.420, que disponía la educación laica, gratuita y obligatoria, promulgada el 8 de julio de 1884.

Ese año, el Consejo Nacional de Educación recomendó a los maestros que usaran guardapolvo durante las horas de servicio y dentro de la escuela para «inculcar a los niños la tendencia a vestir con sencillez».

En 1919, se pidió las cooperadoras escolares que compraran guardapolvos a las familias que tuvieran recursos limitados. La aprobación oficial del guardapolvo blanco fue el 1 de noviembre de ese año, durante la presidencia de Yrigoyen. En 1920 por primera vez se sugirió a los alumnos el guardapolvo blanco y luego de dos décadas cargadas de debate, pasó a ser obligatorio, en 1942.

Pese a todo, de Matilde Filgueiras de Díaz, la maestra que luchó hasta el final por concretar su idea -aclamada y bastardeada a la vez- no se conservan fotos ni datos sobre su biografía. La mujer que dejó un legado persistente hasta el día de hoy, un siglo después, nació y murió en el anonimato.


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