Miguel Sprumont: el maestro rural que alfabetizó a más de 50 adultos en el norte neuquino
Es de Buenos Aires y llegó a la escuela albergue de Manzano Amargo cuando tenía 22 años, con el guardapolvo puesto y la mochila cargada de ideales. En vísperas al Día del Maestro, el trovador y docente jubilado cuenta su historia.
Recapitular los 35 años como docente en medio de la cordillera neuquina, lo hacen reír de felicidad. La caja de recuerdos desborda de fotos viejas con sus primeros estudiantes, en la década del 90. Miguel Sprumont atesora con fuerza aquel día en que pisó por primera vez la Provincia de Neuquén con la misión de enseñar.
Él nació en San Antonio de Padua, Provincia de Buenos Aires. Su padre fue docente toda la vida. Y él llegó al rubro por casualidad ya que su primer empleo fue como ayudante de un profesor en una colonia de vacaciones. La educación y las infancias le movieron algunas estructuras y decidió inscribirse para hacer la carrera. “Con menos de 20 años ya estaba dando clases”, cuenta.
Cuando cumplió los 22, decidió cambiar de rumbo y el destino lo trajo al sur, donde la Escuela Albergue de la localidad de Manzano Amargo lo esperaba con los brazos abiertos en el año 1990.

“Fue una especie de amor a primera vista. Era una noche sin luna, no sabía adónde había llegado, pero cuando se hizo de día y vi la cordillera y el río Neuquén enfrente de la escuela, realmente sentí que algo de eso tenía que ver conmigo”, cuenta Miguel. Mientras todos rogaban que el invierno terminara, él lo esperaba con ansias para conocer la nieve por primera vez.
Solo habitaban 15 familias en aquel entonces. No llegaba la televisión, ni los diarios. No había Internet ni celulares: era como adentrarse en una comunidad aislada del mundo. “Lo que uno podía enseñar era algo que no estaban acostumbrados a ver”, recuerda Miguel.

En el aula tenía un pequeño grupo de alumnos con el que podía trabajar de una manera distinta a la que había experimentado en sus primeros años en el conurbano bonaerense, donde había grados súper poblados, realidades más duras y situaciones de violencia que vivían los chicos.
“Yo vivía en una ciudad pero siempre me iba a las afueras y sentía que mi lugar como docente tenía que ser en un espacio pequeño, más alejado, donde uno podía hacer otra clase de diferencia”, explica.
Luego de 15 años en Manzano Amargo, trabajó en Huinganco y después en Andacollo. En el camino y tanto andar, se enamoró del paisaje y se quedó. El “norte neuquino” lo abrazó hasta el día de hoy, con 58 años. Tiene cuatro hijos y eligió la localidad de Andacollo para vivir. Hace dos años se jubiló de la docencia, pero su espíritu permanece inquieto por las montañas.

Lo importante no es ni el gobierno ni la burocracia ni los problemas, sino ese estudiante que tal vez tenga esa única oportunidad en la vida de hacer algo diferente y uno se lo puede brindar”.
Miguel Sprumont, maestro rural jubilado en Andacollo.
“Maestro”: una historia de admiración y respeto
Nunca es tarde: cambiar la vida de las personas con educación
Uno de sus más satisfactorios recuerdos en la docencia es haber podido cambiar la vida de más de 50 adultos de distintos parajes a quienes alfabetizó y empoderó con las herramientas de la lecto escritura. Otras 30 personas aprendieron y se formaron con él como alumnos, pero ya sabían leer y escribir.

El proceso de enseñanza en la adultez es diferente al de las infancias porque rápidamente se ven los resultados. Muchas personas aprendieron a escribir su nombre y abandonaron la almohadilla y el dedo, para empezar a firmar de puño y letra. “Siempre me sentí útil, que lo que hacía servía a alguien y que uno podía cambiar algo de la realidad”, expresa Miguel.
“Ser maestro es una oportunidad de poder cambiar algo en el mundo, porque a pesar de todas las cosas que están bien o mal, uno en el aula tiene una oportunidad única, puede modificar vidas y eso no es poca cosa”, sostiene.
Un trovador patagónico que le escribe a los maestros
La música es parte de su esencia y Miguel la integró con su vocación. Es cantautor, trovador patagónico y compone canciones en honor a los maestros que se reproducen cada 11 de septiembre. Una de ellas, ”Me llaman maestro” la compuso cuando llegó a Neuquén, dedicada a sus primeros estudiantes. Mucho tiempo después pudo grabarla.

Ahora trabaja para la implementación de un Centro Oncológico en el norte neuquino. “Siempre estoy pensando de alguna manera de aportar, así como lo hice en los años de docentes, tratando de modificar un poquito las realidades”, cerró.
Recapitular los 35 años como docente en medio de la cordillera neuquina, lo hacen reír de felicidad. La caja de recuerdos desborda de fotos viejas con sus primeros estudiantes, en la década del 90. Miguel Sprumont atesora con fuerza aquel día en que pisó por primera vez la Provincia de Neuquén con la misión de enseñar.
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