“Sentir” la esencia del patrimonio: la invitación de Liliana Montes Le Fort sigue vigente en Neuquén 

El legado de la arquitecta y artista sirve aún para poner en discusión la idea de que sólo los monumentos y edificios oficiales tienen relevancia histórica. Entre sus luchas, la defensa del predio ferroviario logró darle nueva vida a un punto céntrico clave de la ciudad.

Reivindicar la dimensión “comunitaria” del espacio público, pensar en que la transformación de una ciudad no tiene por qué llevar a perder su pasado, evitar que los grandes edificios reemplacen sin revisión previa a otros sitios valiosos para la identidad local fueron algunos de los planteos de la obra de Liliana Montes Le Fort que se volvieron a escuchar en estas semanas, en el Museo Nacional de Bellas Artes, con sede en Neuquén.

La muestra temporaria “Los Mundos de Liliana” y una serie de charlas en su honor se organizaron desde el prestigioso sitio cultural, bajo la curaduría del Lic. Amadeo Laurin, en la previa al nuevo aniversario de una capital que le debe a esta arquitecta y artista mucho más que un repaso de las construcciones que han sobrevivido al paso del tiempo. 

De su mirada y su abordaje, tanto en las obras de su bastidor como en la reconstrucción del sentido que guardaban puntos urbanos como el predio ferroviario, por ejemplo, las y los vecinos actuales pudieron heredar un lugar que enorgullece, pese a la demolición de la Colonia Ferroviaria, porque en su metamorfosis encontró nueva vida para sedes como el Museo Paraje Confluencia, la sala “Saraco” y la sala “Alicia Fernández Rego”, hoy rodeadas de sectores parquizados y pensados también para el esparcimiento y la recreación, en vez de haber quedado cubiertos por nuevas torres y cemento.

Cuatro charlas la homenajearon en el Museo Nacional de Bellas Artes, hablando de sus pinturas, la historia y lo arquitectónico. Foto: Oscar Livera.

Nacida en Santiago de Chile en 1934, Liliana se radicó con su familia en Buenos Aires a los trece años, para luego estudiar arquitectura en la UBA. Su llegada a la Patagonia la ubicó primero en Viedma hasta que se radicó en la tierra de la Confluencia en 1970. Allí su defensa del Patrimonio Arquitectónico local y del interior neuquino motivaron su designación como primera delegada provincial por la Comisión Nacional de Edificios y Monumentos Históricos.

Gracias a sus publicaciones tituladas “Patrimonio Arquitectónico de la ciudad de Neuquén” (1998) y “La Ciudad del Viento (2001), investigadores, estudiantes y todo aquel que quisiera reconstruir el devenir en el tiempo de edificios y locaciones, encontraron en la labor de Montes Le Fort datos como el origen, la fecha de construcción, el estado de su estructura, el grado de su conservación, la familia propietaria en el caso de las viviendas, la nomenclatura catastral, si fue declarado “monumento histórico” y hasta el arquitecto que lideró el proyecto.  

Y desde su invitación a poner en discusión el discurso histórico autorizado, convocó a juntas vecinales y otras instituciones a acompañarla en su necesidad de repensar a Neuquén desde lo popular, donde no solo importaran los puntos reconocidos oficialmente, sino también aquellos que en tantos años calaron hondo en la vida cotidiana de nacidos, criados y neuquinos por opción, que se integraron como ciudadanos y que como ella, también hicieron su aporte al sentido de identidad. Es por eso que sus planos del ejido, coloridos y convertidos en obras de arte, ubican en el mismo nivel de relevancia, a la Casa de Gobierno, a la sede del Sindicato de la Fraternidad, a la imprenta Neumann y a la ribera donde disfrutan desde siempre familias y grupos de amigos. 

Resignificar el espacio público: la mirada de Liliana puso al mismo nivel de importancia a monumentos y a sitios de fuerte valor simbólico para los vecinos. Foto: Gentileza.

En este 121° aniversario su nombre volvió a recibir el reconocimiento a partir de las disertaciones que encabezaron el profesor Nicolás Padín, la historiadora Graciela Boschi, su colega y guía Felipe Stelzer además del guía Oscar Marichelar. También la recordó su propio esposo, el arquitecto Mario Bertoni, en una charla encabezada junto a Laurín, además de contar con el proyecto de recorridos inmersivos 360°, una propuesta interactiva liderada por Carina Frachia y que se pensó en conjunto con la Facultad de Informática de la UNCo.

Montes Le Fort falleció en 2017 pero sus convicciones no perdieron vigencia: regresan ante cada intento de cambio en una región que crece a pasos agigantados. Desde su trabajo, como señaló Padín en su exposición, exhorta aún a la comunidad toda a crecer en la “capacidad evocativa” y en la continuidad de las medidas de preservación, que no deben limitarse solo a lo hecho por los museos. Lejos de la mera nostalgia, “el patrimonio no es testigo ciego ni mudo, sino un protagonista en un terreno de apropiaciones, aún con las contradicciones” que lo acompañan, remarcó. 

El arquitecto Mario Bertoni (de lentes) acompañó agradecido la charla de Padín en honor a su esposa | Foto: Oscar Livera.

Reivindicar la dimensión “comunitaria” del espacio público, pensar en que la transformación de una ciudad no tiene por qué llevar a perder su pasado, evitar que los grandes edificios reemplacen sin revisión previa a otros sitios valiosos para la identidad local fueron algunos de los planteos de la obra de Liliana Montes Le Fort que se volvieron a escuchar en estas semanas, en el Museo Nacional de Bellas Artes, con sede en Neuquén.

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