Cuidado: si circulás en ‘cuatri’ por las playas de Las Grutas, podés atropellar a estos pichoncitos
Se trata de los ostreros, que se mimetizan con la arena y se pegan al suelo al sentirse amenazados. Cada año la especie sufre una matanza porque los vehículos aplastan pichones o destruyen los huevos que dejan en sus nidos. ¿Cómo manejarse para disfrutar de la playa sin dañar?
Son pequeños, adorables, y tienen un mecanismo de defensa que los convierte en blanco fácil de unos predadores para los que no los preparó la naturaleza: los seres humanos. Por eso cada verano la especie se juega su subsistencia. Y son muchos los que no resisten el mal uso que los turistas realizan de la playa. Ni tampoco la falta de controles adecuados, pese a que los guardas ambientales alertan sobre ellos.
Se trata de los ostreros comunes (Haematopus palliatus para la ciencia). Son aves playeras cuyo ciclo de vida coincide con los momentos en los que su hábitat se puebla de actividad turística. Pero ellas no están programadas para evitar el accionar de personas, que, circulando con vehículos por la arena, las ponen en riesgo incluso antes de su nacimiento, porque los adultos de la especie arman sus nidos en la playa.
Lo único que consiguen burlar con éxito es el ataque de pájaros rapaces, que las tienen como «parte del menú». Aunque los mismos mecanismos que las defienden de ese riesgo las convierten en víctimas del accionar humano.
Pero empecemos desde el principio, para revelar por qué los que andan en cuatriciclos u otros rodados pueden «llevarse puestos» a estos pichoncitos, sin siquiera advertirlo.
«Cuándo son recién nacidos o ‘pichones’, hasta que logran autonomía, los ostreros no vuelan. Además son muy diferentes a la especie adulta, que es más colorida y con un pico largo y rojizo. Los ostreritos son pardos, del color de la arena, porque justamente ése es un mecanismo de defensa para garantizar su supervivencia» contó Gabriela Mansilla, que es licenciada en turismo, especialista en educación ambiental e integrante de la fundación ambientalista Inalafquen.
Que sus cuerpos no se vean porque se mimetizan con el entorno los vuelve especialmente susceptibles al avance de los humanos. «Lo que ocurre es que se suman dos cosas, una de ellas es este tema del colorido que los ‘funde’ con el paisaje, y otra una peculiar herramienta defensiva, que los hace virtualmente imperceptibles para las aves rapaces, pero también para las personas» amplió la experta.
¿Y cuál es su segunda estrategia defensiva? Mansilla la explicó así: -«Los pichones, que, como señalé, no saben volar, ante una posible amenaza «se achatan», es decir, se aplastan contra el suelo para mimetizarse aún más con la arena y lograr que sus predadores ‘pasen de largo’-detalló- Esto lo hacen tras un aviso de sus padres, que, con un sonido potente -similar al que emiten los teros- los alertan, para que se queden quietos en el lugar en el que estén, y se aplanen».
Debido a eso, si la amenaza es un vehículo, los pichoncitos, para defenderse, se agachan. Y los cuatris, directamente, los atropellan, sin advertir la matanza de ejemplares juveniles que van dejando tras su paso.
“Cuándo se realizan censos costeros es muy triste ver a los ostreritos muertos, o descubrir los nidos arrasados, con los huevos destruidos” señaló la ambientalista, apenada.
“Con el tema de los nidos ocurre algo similar que con el resto de los mecanismos de supervivencia que tiene la especie. Están preparados, pero para defenderse de pájaros rapaces. Entonces sus nidos se camuflan con el suelo. Son pequeñas depresiones en la arena, dónde depositan los huevitos, que generalmente son tres, y de una coloración olivácea, que también se ‘funde’ con el entorno” contó la mujer.
Esos niditos, que se tornan casi imperceptibles, también se convierten en vulnerables ante el tránsito vehicular. Porque, aunque está vedado pasar por zonas costeras, muchos lo incumplen, avanzando con sus móviles hasta la orilla.
Otra de las amenazas que viven los ostreros se funda en que cada pareja “tiene un territorio de 100 o 200 metros de playa. Y cuando ven personas, para preservar a su cría, se alejan de ellos y van a otro sitio para tratar de llamar la atención del posible predador. Al dejar solos a los pichoncitos, éstos, en definitiva, quedan más vulnerables cuándo la amenaza es humana” apuntó la especialista.
Con respecto al ciclo vital, los ostreros nidifican cuando empieza el calor, en primavera, y la eclosión de los huevos, su nacimiento y su primera etapa como pichones coincide con la época en la que las costas se vuelven más transitadas, hasta llegar al verano, en el que se registra un gran volumen de público.
“La especie no está en peligro de extinción, pero, debido a esa coincidencia, es una de las más sensibles. Esos censos de los que hablábamos antes se dan, por caso, en distintos períodos. Se cuentan los nidos que se detectan, después las aves nacidas, etc…Y muchas veces lo que ocurre es que, tras la detección de las áreas de nidificación, al regresar con un nuevo relevamiento vemos los huevos aplastados por la acción de vehículos, o incluso, tiempo después, encontramos pichoncitos atropellados, y eso es muy triste. Son unos de los más afectados por el uso que el turismo intensivo – sin la regulación adecuada- realiza de estas áreas, impactándolas” se lamentó.
Claro que no todas son malas noticias para los ostreros. Lo positivo es que estas aves, como son tan adorables de pequeñas, son consideradas ‘carismáticas’, y difundir las pautas de manejo adecuadas para preservarlas puede contribuir, también, al resguardo de otras especies. “Eso es lo bueno” remarcó Mansilla, que recordó qué “lo esencial es no circular por la costa a bordo de vehículos, y ser respetuoso con el entorno, teniendo en cuenta que es el hábitat de muchísimas especies”.
Otras aves que amenaza el uso inadecuado de la playa
Los playeros rojizos, esas aves migratorias que llegan desde Tierra del Fuego y migran al norte, hacia el Ártico, para reproducirse, también sufren el impacto que el turismo intensivo produce en ciertos puntos de la costa.
“Hay zonas intermareales por las que no hay que circular. Allí generalmente hay guardas ambientales que lo marcan, para que nos alejemos. Porque si estas aves perciben una amenaza pierden la oportunidad de comer. Se alimentan de invertebrados marinos como mejillines, almejas y poliquetos (similares a gusanos), que no están disponibles de manera homogénea en toda la costa, ni tampoco están siempre al alcance de sus picos, porque comen en zonas intermareales, que quedan disponibles cuando el mar desciende. Por eso, si pierden acceso a la comida en esos momentos, se quedan sin alimentarse” contó, por su parte, la bióloga Patricia González, en una entrevista realizada tiempo atrás.
Como estas migratorias se alimentan aquí para duplicar su tamaño y prepararse para su reproducción en el Ártico, esa carencia podría ser nefasta, impidiéndoles sobrellevar con éxito su ruta migratoria.
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