«Sueño inconcluso»
Sobre cómo a veces los sueños quedan inconclusos.
Mi papá sufría una enfermedad renal que hizo que dependiera durante ocho años de una máquina de diálisis para vivir. Su sueño era recibir un trasplante para poder disfrutar más de la vida.
En mayo del 2008 le diagnosticaron un problema cardíaco severo, por lo que debió someterse a una cirugía. Decidió operarse en una reconocida clínica especializada de la ciudad de Cipolletti, el 10 de junio de ese año.
Fue una operación muy larga -duró casi ocho horas-, un sufrimiento tremendo para los que esperábamos afuera y que gracias a Dios terminó cuando el médico salió y nos informó que todo había salido bien; sólo quedaba esperar la evolución y la recuperación.
Siempre estuvimos orgullosos de la fortaleza de mi papá; se recuperó muy rápido. Luego de ocho días se fue a su casa a disfrutar de la vida. Pero esa felicidad duró sólo unos días, ya que el 23 de junio comenzó a sentirse mal -fiebre y un dolor muy fuerte en su pierna izquierda, de la cual le extrajeron la vena safena para poder realizar el triple baipás-.
Quedó internado en observación. Luego de unas horas le suministraron antibióticos, sin saber el diagnóstico.
Quiero aclarar que sé perfectamente que un paciente renal está inmunodeprimido, que sus defensas son muy bajas y que para su organismo es muy difícil luchar contra una bacteria. Pero no es imposible, siempre y cuando se trate a tiempo; es por eso que no me puedo explicar por qué dejaron pasar tantos días.
Día a día la pierna fue empeorando, no hacía falta ser médico para entender que algo andaba mal. Luego de ocho días de fiebre constante y un dolor insoportable decidieron llevarlo al quirófano para examinar la pierna y fue ahí -creo- que los médicos tomaron conciencia de la gravedad del tema, por lo que decidieron realizar lo que ellos llaman toilette durante 34 días consecutivos, días en los que mi papá fue empeorando de una manera inexplicable: perdió peso, tuvo fiebre constante, pérdida temporal de conocimiento. Cambió el esquema de antibióticos, los que nunca lograron controlar la infección, y la pierna cada iba día peor.
El dolor era tan insoportable que él pedía que se la cortaran, que para vivir necesitaba su corazón sano? él era consciente de que la infección podía avanzar y afectar la válvula de su corazón, algo terrible.
En cada informe médico que nos daban todos descartaban por completo la posibilidad de tener que realizar una amputación.
Por eso digo que fueron presos de sus palabras, ya que el domingo 3 de agosto sufrió una descompensación que lo dejó al borde de la muerte, por lo que a las 19 el equipo médico decidió llevarlo nuevamente al quirófano, pero esta vez para lo peor: le amputaron la pierna.
Ese día vivimos la situación más traumática de nuestras vidas, algo que jamás hubiésemos imaginado y que quedará grabado en nuestras vidas por siempre.
Recién al día siguiente pudimos verlo en la unidad de Terapia Intensiva luego de escuchar el parte médico, que no fue para nada alentador, ya que nos informaron que para verlo debíamos usar guantes y delantal: estaba aislado como consecuencia de haber contraído una bacteria intrahospitalaria que no podían erradicar de la sala de cuidados intensivos? ¡increíble! ¿Otra bacteria más? Por Dios, ¿en qué clase de clínica había decidido operarse?
Mi papá se operó para vivir mejor, para disfrutar de la vida, y en esa clínica se encargaron de arruinar todo, sus sueños, sus proyectos, su amor a la vida, ¡todo!
Tras pasar 60 días internado, volvió a su casa el 22 de agosto sin su pierna izquierda. Algo horroroso… el calvario, ¡total! Su muñón nunca cicatrizó y su pierna derecha, con escaras, que según indicaciones médicas debían curarse con aloe vera. ¡Por favor! ¿Aloe vera? ¿Qué clase de médicos son? La fiebre nunca cedió y su estado era cada día peor; así y todo él siguió yendo, en su silla de ruedas, a Neuquén tres veces por semana para poder dializarse.
Cuando digo que él amaba la vida, me refiero a esto, a que a pesar de todo siguió adelante, ya que quería vivir.
El 20 de octubre tuvimos que internarlo nuevamente: su presión arterial estaba muy baja. Esta vez decidimos llevarlo al Policlínico de Neuquén, donde hicieron lo imposible para que mejorara aunque lamentablemente ya no había mucho para hacer. En su pierna derecha con escaras -que según los otros médicos se curaban con aloe vera- descubrieron que tenía osteomielitis, pero para entonces el organismo de mi papá no respondía a ningún tratamiento. El ritmo cardíaco era muy bajo y la presión arterial también, como consecuencia de la infección? infección que a esta altura creo que no necesito aclarar donde había contraído, ¿no?
Es por eso que al principio de esta carta hice mención a que a veces los sueños quedan inconclusos: el 25 de noviembre de 2008 a las 14:35 el sueño de mi papá se apagó.
Hoy, a casi un año de su partida, siento una bronca inmensa, un dolor que me quiebra, inunda mi alma y mi corazón; un dolor tan pero tan grande como el amor que siento por mi papá, por quien escribí esta carta.
María José Vaira
DNI 27.719.768
Cipolletti
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