Tolaba le controlaba las redes a Delia y le cambiaba la foto de perfil

Sus amigas y compañeros de trabajo declararon que el acusado del femicidio le había “hackeado el Whatsapp”. Aseguraron que sufría violencia sexual. Llegó a perseguirla cuando estaba con su nueva pareja. “Yo la he seguido y lo he comprobado”, le dijo al dueño de la empresa en la que ella trabajaba.

Delia Aguado trabajaba en una empresa dedicada al desarrollo de obras en áreas urbanas e hidrocarburíferas. “Ella era el sostén del hogar”, aseguró su empleador. Un día vio que había modificado la foto de perfil que tenía en Whatsapp. Se lo dijo y ella le contó que su esposo, Diego Tolaba, era el que lo había hecho: cambió la imagen por una en la que aparecían juntos. Había encontrado la forma de hackearle el teléfono. Sus amigas también lo sabían, Delia les había pedido que la llamaran y no le enviaran mensajes.

Siete testigos declararon ayer en el juicio por jurados al que Tolaba llegó acusado del femicidio de su pareja. En su mayoría fueron amigas y compañeros de trabajo de la joven, cuyo cuerpo fue encontrado en el balneario Sandra Canale el 30 de noviembre de 2018. Detallaron pormenorizadamente el hostigamiento y control a la que la sometía.

“Era una persona muy humilde, correcta, seria”, afirmó el dueño de la empresa. Desde el primer momento supo que no tenía una buena relación con su esposo. Conoció a Tolaba, conversó con él dos veces. En una oportunidad le solicitó hablar a solas. Le manifestó que Delia “se había pasado para el otro lado”, que estaba saliendo con su supervisor. “Yo la he seguido y lo he comprobado”, le indicó Tolaba.

Sus amigas plantearon que esta situación a Delia la hacía sentir “humillada.” Él controlaba su vestimenta. Desconfiaba que ella fuese a trabajar. Si bien él estaba desocupado, todas precisaron que delegaba las tareas de cuidado en su hija mayor. Describieron situaciones de violencia psicológica, económica y sexual (ver aparte).

Tolaba y Delia estaban separados y convivían junto a sus tres niños menores de edad. El 23 de noviembre de 2018 la mujer se encontró con un compañero de trabajo con el que mantenía una relación. Hasta allí llegó el acusado en compañía de un hombre, que era el propietario de la vivienda que alquilaba la familia. Los encontró en el balneario Sandra Canale. La joven y su nueva pareja decidieron ir hasta la comisaría segunda. Tolaba los persiguió, se bajó del auto y la increpó: le echó en cara que había “dejado solos a sus hijos.” A la semana ocurrió el femicidio.

Uno de los testimonios más fuertes de la jornada fue el de una de las personas que actualmente tiene la guarda de los niños. Mencionó que a los pocos días del crimen fue hasta la casa a buscar ropa para los chicos. Se topó con el propietario de la vivienda.
-«Qué desgracia, ¿no?», le comentó.
-«El que las hace, las paga», fue la respuesta que obtuvo.

•La definieron como “una excelente persona”, “una mujer íntegra”, “alegre”.

•Mientras estudiaba para recibirse de técnica en Seguridad e Higiene vendía ropa en una feria. “Dejó de trabajar porque a él no le gustaba”, contaron las testigos. Le quedaba una materia para ser licenciada.

“Ella no quería llegar a su hogar”, aseguraron. “Yo la encontraba llorando en el baño”, planteó una de sus amigas, que también era compañera en la empresa que la empleaba. “Nunca faltaba”, recordó.

“No veía su sueldo”, manifestaron. Afirmaron que él administraba sus ingresos. Residía en una vivienda “muy precaria”. “Ella con la plata que ganaba podía alquilar algo mejor”, agregaron.

•Todas coincidieron en que no se animaba a conducir sola.

“Delia siempre estaba con sus hijos, les quería dar lo mejor”, aseguraron. Remarcaron que nunca se hubiese ido sin ellos.

El dato

32
años tenía Delia cuando fue asesinada. Nació en Salta. Su familia estaba compuesta de 10 hermanos, incluida ella.

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