TRATA DE MUJERES: «Hay que dar el paso al sexo de placer, no de imponer»

Ese día terminará la lucha contra el tráfico de personas, dice Torres. Es coordinadora en el Mercosur de una red para afrontar el problema. Estuvo en Neuquén y habló de mito y realidad en la prostitución.

NEUQUEN (AN)- Sara Torres es coordinadora en el Mercosur de la Coalición Internacional contra la Trata y presidenta en Argentina de esa red. El sábado estuvo en Neuquén para participar de una jornada sobre el tema y dialogó con «Río Negro» sobre el tráfico ilegal de mujeres, los mitos que rodean a la prostitución, la influencia de la moda y la psicología de los clientes. Esta es una síntesis.

-¿Este tema está instalado en los medios o es desconocido?

-Es visible pero son desconocidos los intereses que mueve. Es un tema difícil incluso para analizarlo políticamente. Compañeros de organizaciones políticas dicen que hay que reglamentar la prostitución para que «las compañeras se pueden sindicalizar y defender sus derechos». Pero una persona que defiende sus derechos no le da plata al dueño del burdel y la echan al segundo día.

-¿El esfuerzo está concentrado en rescatar a la mujer, brindarle contención?

-Las personas explotadas sexualmente tienen un serio daño de su autoestima, tienen síndrome de guerra, de violación. La constitución del yo para tener dónde apoyarse es en ellas mucho más lábil. Además son reactivas y es difícil armar un grupo de pares. Tienen miedo, saben que están solas, pero siempre esperan al príncipe azul, a alguien que las rescate y las salve.

-Existe el mito de que no se van del cabaret o del burdel porque no quieren.

-No tienen dónde ir.

-¿Hasta qué punto son libres para tomar una decisión?

-La familia no las acepta, los hijos a veces no las aceptan, aunque de lo que ellas han ganado se han mantenido. Todas las que conozco mantienen a un montón de gente: maridos, hijos, padres, tíos… Y ese mantener a otras personas es lo que les hace a ellas justificarse lo que están haciendo. Tienen el mito de que hay mujeres malas y buenas, y a ellas les tocó ser la mala. Hay otra cosa muy común: nunca encontré una agnóstica, jamás. La mayoría, por lo menos en Buenos Aires, tienen una estampita de San Jorge, que es patrono de la policía, para aliarse con él para que no se las lleven presas. Hay una lógica en ellas, una lógica de la desesperación.

-Hace pocos días aquí clausuraron un cabaret donde encontraron a tres menores ejerciendo la prostitución…

-Acaba de decir la palabra clave: ejerciendo. Yo me niego a usar la palabra «ejercen», porque implica un nivel de elección y de libertad que generalmente no tienen. Es como la persona que eligió pintar autos con papeles poco claros. Hace esa tarea y la hace bien, pero es cómplice. Hay un nivel en el que no pudo optar. Cuando alguien está en una situación de riesgo, el nivel de opción es más débil.

«En este mundo globalizado cada vez tenemos menos posibilidades de elección. Todos. ¿Hay una elección de una niña de 15 años que le pide de regalo al papá las lolas, o hay necesidad de identidad de grupo que la lleva a hacer eso?. La moda de los adolescentes, todo el negocio globalizado, termina siendo lo que tienen que elegir para pertenecer.

-A eso contribuyen la publicidad, la televisión…

-Claro, mantienen el negocio. Ahí es donde podemos ver su volumen en toda su dimensión. En los programas de televisión, no es que las mujeres pueden plantearse en función a su sexualidad hablar desde una sexualidad real. La única que está permitida es la del objeto para el modelo mal aprendido de la sexualidad masculina. No hay un programa de televisión que hable de la sexualidad de las mujeres. Hay una venezolana…

-Alesandra Rampolla.

-Esa, que el 50 por ciento de las cosas que dice están bien y el 50 por ciento son cosas que favorecen al statu quo.

«Son todos cómplices: la industria del espectáculo, de la moda, de la belleza. Son todos facilitadores de la situación, los que marcan el modelo de lo que tiene que ser. Y especialmente las comedias, que es lo que la gente más consume. Ahí está todo el tiempo el doble sentido pero no desde lo erótico, sino desde la venta, la posesión… el placer no está ni enunciado.

-¿Esta lucha va a terminar algún día?

-Para eso tendría que cambiar de un sexo como servicio a un sexo como placer; ese paso hay que dar. El placer compartido, la comunicación, no el sexo de imponer, que no sea una agresión.


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