“Un escritor es alguien que cree que a través de la forma puede llegar a la verdad”
Autor de libros como “Soldados de Salamina” y “Anatomía de un instante”, el español Javier Cercas charló con “Río Negro” sobre la naturaleza de su obra y los malentendidos alrededor de ella.
“¿Sabes qué es un español? Alguien que tiene una teoría sobre el 23 de febrero”, dispara Javier Cercas (Cáceres, 1962) detrás de unos anteojos de marco negro que protegen su mirada chispeante, inquieta. El 23 de febrero de 1981 hubo un de intento de golpe de Estado en España. Se llamó El Tejerazo y, aunque fallido, se convirtió en una obsesión ciudadana: los españoles no pararon de hablar sobre él y no pararon de mirarlo (está filmado) durante años. El quinto libro de Cercas, “Anatomía de un instante”, aborda ese episodio. Salió en el 2009 y fue considerada la novela del año en su país. Cercas ya había sacudido la opinión pública ocho años antes, cuando publicó su tercera obra, “Soldados de Salamina”, libro que al mismo tiempo que le granjeaba prestigio planetario –fue elogiado por Mario Vargas Llosa, entre otros– desataba una serie de malentendidos. Gracias a su éxito universal y a la aparente honestidad del relato, creíamos, erróneamente, que “Soldados…” se trataba, una vez más, de un periodista puesto a reconstruir un hecho –derivado de la Guerra Civil española– valiéndose de las herramientas de la literatura. Y que el resultado había sido fantástico. Cercas ayudó mucho a esa confusión, claro, porque el protagonista de esa obra se llama Javier Cercas, tiene su misma edad y es periodista. Pero la verdad es otra. Porque Javier Cercas –el real, el que se sienta café de por medio a charlar con “Río Negro”– no es periodista sino profesor de Filología hispánica y hasta tanto el diario “El País”, gracias al prestigio que ganó con su obra, lo convocó como columnista, nunca había pisado una redacción. Por último, “Soldados…” –traducido a más de 20 idiomas– no es un relato real, es simplemente una novela en forma de relato real. Todo esto se encarga de aclarar –de desentrañar– no bien se sienta a conversar el verdadero Cercas, que al contrario del ingenuo y un tanto machista protagonista de “Soldados…” aquí se muestra afable, intenso y vital, dueño de un ingenio notable, enamorado de la vida y de su oficio. “El malentendido –dice– surge porque el narrador dice que es un relato real, pero eso es lo que dice el narrador. No es la verdad. Como sabemos, lo primero que tenemos que hacer al leer una novela es desconfiar del narrador, porque si creyéramos en el narrador tendríamos que creer que el Don Quijote no lo escribió Cervantes”. –Lo que confunde, además, es que el narrador se llama como usted y que parte de un dato que sí es real. –Claro. Pero lo cierto es que yo no soy periodista, sino un tipo que viene de la universidad, de la filología, y que de repente, el periodismo lo fascinó. Vengo de otro sitio, lo que determinó que consideraran ilegítimo que yo mezclara ficción y realidad. –Es interesante, porque uno de sus libros posteriores, “Anatomía de un instante” (N. de la R.: Cercas aborda el intento de golpe desde tres perspectivas distintas que corresponden a los tres únicos protagonistas que no se rindieron de entrada), pareciera que tiene un proceso diferente: no hay nada de ficción y sin embargo se puede leer como una novela. –“Anatomía…” no utiliza ficción para nada. Hice exactamente lo contrario porque no hacía falta: siempre sentí que el 23 de febrero de 1981 era una gran ficción colectiva, como si fuera el asesinato de Kennedy. Es el punto exacto en donde convergen todos los demonios de la historia anterior: seis años después de la muerte de Franco entran estos tipos a los tiros en el Parlamento. Y lo que hice fue escribir un libro en el que desentierro todos los elementos de una gran ficción colectiva. –Hay una gran pregunta que recorre ambas obras, e incluso su último trabajo, “Las leyes de la frontera”, y es la búsqueda del sentido. –Claro. En “Soldados…” es: ¿por qué el soldado no dispara? En “Anatomía…”, ¿por qué ese tipo no se tira al piso en el medio de los tiros? El 23 de febrero es el episodio más publicitado de la historia española, incluso está filmado. –De todas maneras, escribir sobre algo que ya se había escrito, y mucho, era una presión, ¿no? –Yo trabajo como un novelista. Creo que lo que puede haber de original en mis libros en relación al periodismo es una cosa muy elemental: yo concibo una novela como un animal omnívoro, que se lo come todo. Como lo concebía Cervantes: como un género de géneros. Llega un momento en que también devora el periodismo, que para mí es un gran género literario. No es el periodismo devorando a la literatura, como el Nuevo Periodismo, sino lo contrario. ¿Por qué me pongo a escribir sobre el 23 de febrero? Estoy en mi casa mirando algo que vi miles de veces, como los aviones incrustándose en las Torres Gemelas, por ejemplo, son las imágenes más increíbles de la historia, y de repente veo algo que no había visto nunca: y es que hay tres tipos que no se tiran al suelo. –¿Y nadie había trabajado sobre eso? –Evidentemente no. –Eso es lo que provoca muchas veces el horror, no nos preguntamos sobre su naturaleza o su origen, sino simplemente lo condenamos u ocultamos. –Exactamente, pero es a la vez la pregunta que se haría un niño: papá, ¿por qué esos tres no se tiran? –El hecho de que “Anatomía…” sea decididamente una novela anida en que se privilegia la forma antes que la información. –Claro, no sólo por la estructura sino porque yo soy novelista. ¿Qué es un novelista? Un tío que cree que a través de la forma puede llegar a una verdad a la cual no se puede llegar de ningún otro modo. Eso es un escritor. Este libro busca la verdad literaria y la verdad de los hechos. –Como una suerte de arruga nunca antes vista en un rostro recorrido mil veces. –Es eso. “Anatomía…” es un libro loco. Y además es una novela porque yo creo, y esta es la clave, que los géneros literarios se distinguen por las preguntas que se hacen y por sus respuestas. La gran pregunta de “Anatomía…” es por qué Adolfo Suárez no se tira al suelo el 23 de febrero. Es una pregunta moral. No es una pregunta que se haría un periodista o un historiador. Y la respuesta es novelesca. Y la respuesta es que no hay respuesta. La respuesta es el propio libro. –Son conjeturas. –Exactamente. Son respuestas contradictorias y en ese sentido es una novela. Ya había demasiada ficción. La verdad está en la novela. Y la verdad de la literatura es una verdad abstracta, moral. –Las búsquedas de los protagonistas son morales. –Claro, a mí interesa saber por qué un tipo no se tira. Me interesa saber eso. No el hecho, sino su naturaleza. –“La velocidad de la luz” es un libro suyo que no tuvo la gran recepción de los otros, pero también hay una búsqueda, más del tipo “Apocalipsis Now”. –Ocurrió algo particular y es que fue mi primer libro posterior a “Soldados…”, que había tenido un éxito fabuloso. Y, por lo general, la primera reacción que tiene un escritor después del éxito es el suicidio literario. Por eso, para mí, “La velocidad…” es, antes que nada, un acto de supervivencia. Lo que digo es que el silencio de gente como (Juan) Rulfo o gente como (JD) Salinger solo se entiende después de un éxito que los descoloca por completo. –Genera un monstruo y provoca mudez. –Claro. Lo que decidí es seguir escribiendo. Es un libro muy triste, muy duro. Porque “Soldados…” es un libro luminoso, en cambio “La velocidad de la luz” es horroroso. –“Soldados…” es un canto a la esperanza. –¡Claro! Los tres –“Soldados…”, “La velocidad…” y “Anatomía…”– en realidad están unidos por una cosa: los tres son un tratado sobre el heroísmo. En “Soldados…” es un héroe homérico. “La velocidad…” habla sobre un antihéroe (lo que somos todos, más o menos) y “Anatomía…” es otro tipo de heroísmo, el del tipo que traiciona un pasado equivocado para construir un presente acertado. –Hay una cosa muy borgeana, que recorre todos sus libros que es aquella frase del Aleph que dice que “cualquier destino, por largo y complejo que sea, consta en realidad de un solo momento, el momento en el que un hombre sabe para siempre quién es”. –Exactamente, eso es así. Y eso no es solamente válido para mis tres libros sino para toda mi obra. Mi palabra clave es “no”. Los protagonistas de mis libros son los que dicen que no. ¿Qué es un rebelde? Un hombre que dice que no. –El hecho de que en “Soldados…” se sumergiera en el universo emocional de protagonistas que generaron dolor en su país le provocó críticas y cierta resistencia, ¿no? –Uf, desde filo comunista en adelante me han dicho de todo. –¿Eso no es un poco el efecto “La caída”, la película sobre las últimas semanas de Hitler? Se supone que el hecho de retratar a un personaje despiadado es visto como una humanización y por tanto un rescate… –Es exactamente eso, y es una estupidez. Una de las polémicas más idiotas del siglo XXI es la que se generó alrededor de la película, cosa que también se generó alrededor de “Soldados”. “La Caída” es intolerable porque humaniza a Hitler, se lo presenta como un hombre cariñoso con su mujer y encantado con su perrita… ¡Carajo! Es que ése es el problema: ¡Hitler era humano! Perdón, pero si hubiera sido extraterrestre, no hubiera habido problema, porque pasó esa vez y ya, el tema es que es parecido a nosotros. –El riesgo es que es como nosotros en un montón de aspectos. –Decir que era un genocida, un psicópata, pues ya lo sabemos. Lo interesante era averiguar cómo carajo hizo para fascinar al país más civilizado de la tierra. ¿Cómo carajo pasó eso? Necesitamos comprender. Y comprender es lo contrario a justificar. El tipo que nos ayude a comprender a Hitler es un genio. Y eso es lo que hace la gran literatura. Es lo que hace Shakespeare con Ricardo III. ¡Eso es la literatura, lo otro es hacer el idiota! –Sus libros tienen grandes finales, como operísticos, epílogos que retratan la peripecia emocional de sus personajes. –Claro, diría que “Anatomía” más que del gesto de Adolfo Suárez de no tirarse, de lo que habla es de una búsqueda personal, que es la búsqueda de mi padre, que justo se estaba muriendo. –Por último, ¿cómo es su metodología de trabajo? –Hago una vida monástica por completo. Me levanto cada día y voy caminando desde mi casa hasta mi despacho. Llego a las 8:30 y me la pasó allí hasta las 7 de la tarde. O sea, me la paso ahí sentado. La vida menos interesante del mundo es la del escritor. –Hay quienes dicen que cuando se domina el silencio se domina la escritura. –Ja. Pascal decía que todas las desgracias del hombre derivan del hecho de no ser capaz de estar solo en una habitación.
Pablo Perantuono
Javier Cercas, un escritor intenso, vital y dueño de un gran ingenio.
“¿Sabes qué es un español? Alguien que tiene una teoría sobre el 23 de febrero”, dispara Javier Cercas (Cáceres, 1962) detrás de unos anteojos de marco negro que protegen su mirada chispeante, inquieta. El 23 de febrero de 1981 hubo un de intento de golpe de Estado en España. Se llamó El Tejerazo y, aunque fallido, se convirtió en una obsesión ciudadana: los españoles no pararon de hablar sobre él y no pararon de mirarlo (está filmado) durante años. El quinto libro de Cercas, “Anatomía de un instante”, aborda ese episodio. Salió en el 2009 y fue considerada la novela del año en su país. Cercas ya había sacudido la opinión pública ocho años antes, cuando publicó su tercera obra, “Soldados de Salamina”, libro que al mismo tiempo que le granjeaba prestigio planetario –fue elogiado por Mario Vargas Llosa, entre otros– desataba una serie de malentendidos. Gracias a su éxito universal y a la aparente honestidad del relato, creíamos, erróneamente, que “Soldados...” se trataba, una vez más, de un periodista puesto a reconstruir un hecho –derivado de la Guerra Civil española– valiéndose de las herramientas de la literatura. Y que el resultado había sido fantástico. Cercas ayudó mucho a esa confusión, claro, porque el protagonista de esa obra se llama Javier Cercas, tiene su misma edad y es periodista. Pero la verdad es otra. Porque Javier Cercas –el real, el que se sienta café de por medio a charlar con “Río Negro”– no es periodista sino profesor de Filología hispánica y hasta tanto el diario “El País”, gracias al prestigio que ganó con su obra, lo convocó como columnista, nunca había pisado una redacción. Por último, “Soldados...” –traducido a más de 20 idiomas– no es un relato real, es simplemente una novela en forma de relato real. Todo esto se encarga de aclarar –de desentrañar– no bien se sienta a conversar el verdadero Cercas, que al contrario del ingenuo y un tanto machista protagonista de “Soldados...” aquí se muestra afable, intenso y vital, dueño de un ingenio notable, enamorado de la vida y de su oficio. “El malentendido –dice– surge porque el narrador dice que es un relato real, pero eso es lo que dice el narrador. No es la verdad. Como sabemos, lo primero que tenemos que hacer al leer una novela es desconfiar del narrador, porque si creyéramos en el narrador tendríamos que creer que el Don Quijote no lo escribió Cervantes”. –Lo que confunde, además, es que el narrador se llama como usted y que parte de un dato que sí es real. –Claro. Pero lo cierto es que yo no soy periodista, sino un tipo que viene de la universidad, de la filología, y que de repente, el periodismo lo fascinó. Vengo de otro sitio, lo que determinó que consideraran ilegítimo que yo mezclara ficción y realidad. –Es interesante, porque uno de sus libros posteriores, “Anatomía de un instante” (N. de la R.: Cercas aborda el intento de golpe desde tres perspectivas distintas que corresponden a los tres únicos protagonistas que no se rindieron de entrada), pareciera que tiene un proceso diferente: no hay nada de ficción y sin embargo se puede leer como una novela. –“Anatomía...” no utiliza ficción para nada. Hice exactamente lo contrario porque no hacía falta: siempre sentí que el 23 de febrero de 1981 era una gran ficción colectiva, como si fuera el asesinato de Kennedy. Es el punto exacto en donde convergen todos los demonios de la historia anterior: seis años después de la muerte de Franco entran estos tipos a los tiros en el Parlamento. Y lo que hice fue escribir un libro en el que desentierro todos los elementos de una gran ficción colectiva. –Hay una gran pregunta que recorre ambas obras, e incluso su último trabajo, “Las leyes de la frontera”, y es la búsqueda del sentido. –Claro. En “Soldados...” es: ¿por qué el soldado no dispara? En “Anatomía...”, ¿por qué ese tipo no se tira al piso en el medio de los tiros? El 23 de febrero es el episodio más publicitado de la historia española, incluso está filmado. –De todas maneras, escribir sobre algo que ya se había escrito, y mucho, era una presión, ¿no? –Yo trabajo como un novelista. Creo que lo que puede haber de original en mis libros en relación al periodismo es una cosa muy elemental: yo concibo una novela como un animal omnívoro, que se lo come todo. Como lo concebía Cervantes: como un género de géneros. Llega un momento en que también devora el periodismo, que para mí es un gran género literario. No es el periodismo devorando a la literatura, como el Nuevo Periodismo, sino lo contrario. ¿Por qué me pongo a escribir sobre el 23 de febrero? Estoy en mi casa mirando algo que vi miles de veces, como los aviones incrustándose en las Torres Gemelas, por ejemplo, son las imágenes más increíbles de la historia, y de repente veo algo que no había visto nunca: y es que hay tres tipos que no se tiran al suelo. –¿Y nadie había trabajado sobre eso? –Evidentemente no. –Eso es lo que provoca muchas veces el horror, no nos preguntamos sobre su naturaleza o su origen, sino simplemente lo condenamos u ocultamos. –Exactamente, pero es a la vez la pregunta que se haría un niño: papá, ¿por qué esos tres no se tiran? –El hecho de que “Anatomía...” sea decididamente una novela anida en que se privilegia la forma antes que la información. –Claro, no sólo por la estructura sino porque yo soy novelista. ¿Qué es un novelista? Un tío que cree que a través de la forma puede llegar a una verdad a la cual no se puede llegar de ningún otro modo. Eso es un escritor. Este libro busca la verdad literaria y la verdad de los hechos. –Como una suerte de arruga nunca antes vista en un rostro recorrido mil veces. –Es eso. “Anatomía...” es un libro loco. Y además es una novela porque yo creo, y esta es la clave, que los géneros literarios se distinguen por las preguntas que se hacen y por sus respuestas. La gran pregunta de “Anatomía...” es por qué Adolfo Suárez no se tira al suelo el 23 de febrero. Es una pregunta moral. No es una pregunta que se haría un periodista o un historiador. Y la respuesta es novelesca. Y la respuesta es que no hay respuesta. La respuesta es el propio libro. –Son conjeturas. –Exactamente. Son respuestas contradictorias y en ese sentido es una novela. Ya había demasiada ficción. La verdad está en la novela. Y la verdad de la literatura es una verdad abstracta, moral. –Las búsquedas de los protagonistas son morales. –Claro, a mí interesa saber por qué un tipo no se tira. Me interesa saber eso. No el hecho, sino su naturaleza. –“La velocidad de la luz” es un libro suyo que no tuvo la gran recepción de los otros, pero también hay una búsqueda, más del tipo “Apocalipsis Now”. –Ocurrió algo particular y es que fue mi primer libro posterior a “Soldados...”, que había tenido un éxito fabuloso. Y, por lo general, la primera reacción que tiene un escritor después del éxito es el suicidio literario. Por eso, para mí, “La velocidad...” es, antes que nada, un acto de supervivencia. Lo que digo es que el silencio de gente como (Juan) Rulfo o gente como (JD) Salinger solo se entiende después de un éxito que los descoloca por completo. –Genera un monstruo y provoca mudez. –Claro. Lo que decidí es seguir escribiendo. Es un libro muy triste, muy duro. Porque “Soldados...” es un libro luminoso, en cambio “La velocidad de la luz” es horroroso. –“Soldados...” es un canto a la esperanza. –¡Claro! Los tres –“Soldados...”, “La velocidad...” y “Anatomía...”– en realidad están unidos por una cosa: los tres son un tratado sobre el heroísmo. En “Soldados...” es un héroe homérico. “La velocidad...” habla sobre un antihéroe (lo que somos todos, más o menos) y “Anatomía...” es otro tipo de heroísmo, el del tipo que traiciona un pasado equivocado para construir un presente acertado. –Hay una cosa muy borgeana, que recorre todos sus libros que es aquella frase del Aleph que dice que “cualquier destino, por largo y complejo que sea, consta en realidad de un solo momento, el momento en el que un hombre sabe para siempre quién es”. –Exactamente, eso es así. Y eso no es solamente válido para mis tres libros sino para toda mi obra. Mi palabra clave es “no”. Los protagonistas de mis libros son los que dicen que no. ¿Qué es un rebelde? Un hombre que dice que no. –El hecho de que en “Soldados...” se sumergiera en el universo emocional de protagonistas que generaron dolor en su país le provocó críticas y cierta resistencia, ¿no? –Uf, desde filo comunista en adelante me han dicho de todo. –¿Eso no es un poco el efecto “La caída”, la película sobre las últimas semanas de Hitler? Se supone que el hecho de retratar a un personaje despiadado es visto como una humanización y por tanto un rescate… –Es exactamente eso, y es una estupidez. Una de las polémicas más idiotas del siglo XXI es la que se generó alrededor de la película, cosa que también se generó alrededor de “Soldados”. “La Caída” es intolerable porque humaniza a Hitler, se lo presenta como un hombre cariñoso con su mujer y encantado con su perrita… ¡Carajo! Es que ése es el problema: ¡Hitler era humano! Perdón, pero si hubiera sido extraterrestre, no hubiera habido problema, porque pasó esa vez y ya, el tema es que es parecido a nosotros. –El riesgo es que es como nosotros en un montón de aspectos. –Decir que era un genocida, un psicópata, pues ya lo sabemos. Lo interesante era averiguar cómo carajo hizo para fascinar al país más civilizado de la tierra. ¿Cómo carajo pasó eso? Necesitamos comprender. Y comprender es lo contrario a justificar. El tipo que nos ayude a comprender a Hitler es un genio. Y eso es lo que hace la gran literatura. Es lo que hace Shakespeare con Ricardo III. ¡Eso es la literatura, lo otro es hacer el idiota! –Sus libros tienen grandes finales, como operísticos, epílogos que retratan la peripecia emocional de sus personajes. –Claro, diría que “Anatomía” más que del gesto de Adolfo Suárez de no tirarse, de lo que habla es de una búsqueda personal, que es la búsqueda de mi padre, que justo se estaba muriendo. –Por último, ¿cómo es su metodología de trabajo? –Hago una vida monástica por completo. Me levanto cada día y voy caminando desde mi casa hasta mi despacho. Llego a las 8:30 y me la pasó allí hasta las 7 de la tarde. O sea, me la paso ahí sentado. La vida menos interesante del mundo es la del escritor. –Hay quienes dicen que cuando se domina el silencio se domina la escritura. –Ja. Pascal decía que todas las desgracias del hombre derivan del hecho de no ser capaz de estar solo en una habitación.
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