Un hombre que despierta amores y odios

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QUITO.- Carismático, autoritario, laborioso o prepotente, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, triunfó ayer en las elecciones para un segundo mandato de cuatro años. Es un líder que despierta amores y odios tras una gestión que devolvió la estabilidad a un país con fama de ingobernable y en la que ganó protagonismo internacional. “Esta revolución no la para nadie, estamos haciendo historia. Estamos construyendo la patria chica y la patria grande (Latinoamérica). Gracias por esta confianza, nunca les fallaremos, esta victoria es de ustedes”, dijo Correa al proclamar su victoria. El mandatario, que afirma estar llevando adelante una “revolución ciudadana”, defiende las características de su personalidad. “Soy decidido, frontal, objetivo, racional, pero si le caigo mal a alguien, ¿qué le vamos a hacer?”, se justifica este economista de 49 años, quien asegura que éste será su último período. Correa, un católico seguidor de la teología de la liberación, en el poder desde el 2007, nació en un hogar humilde en Guayaquil, por lo que se define como de clase media-baja, y pudo estudiar gracias a becas. Pese a que creció lejos de su padre, obtuvo una maestría en la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica) y se doctoró en economía en la Universidad de Illinois. A su regreso a Ecuador se vinculó con la academia y en el 2005 fue despedido del Ministerio de Finanzas, donde estuvo tres meses, por sus posturas radicales contra los organismos extranjeros de crédito. En cuestión de meses fue candidato y luego líder de una nación que hasta entonces había tenido siete presidentes en una década, caídos bajo revueltas populares. Ya en el poder expropió bienes a banqueros envueltos en casos de corrupción, forzó a las petroleras a cambiar sus contratos en beneficio del Estado y suspendió el pago de un tramo de la deuda externa que consideró ilegítimo, entre otras medidas. (AFP)