Un lugar mágico para meditar en medio del paraíso barilochense

Algo escondida en el cerro de Otto se construyó una Stupa, un monumento sagrado budista que se utiliza para girar a su alrededor y alcanzar la iluminación. La hizo el arquitecto barilochense Michel Hanono, la disfrutan todos los que buscan paz.

Algo escondida en una ladera del cerro Otto, la Stupa de la Iluminacion se ha convertido en un lugar de peregrinaje en Bariloche.
Más allá de su belleza tiene un profundo simbolismo. Al llegar a kilómetro 6.100 de la avenida de los Pioneros, una angosta calle de ripio llamada Sayhueque, conduce al monumento budista, ubicado a unos 1800 metros más arriba.


El arquitecto barilochense Michel Hanono fue responsable de su construcción en un terreno privado de uso público en 2004. Un año más tarde, la stupa fue consagrada por el lama Drukpa Choegon Rinpoche.


“Las stupas son monumentos sagrados budistas que se utilizan para girar a su alrededor. Representan el camino budista desde que una persona se interesa en el crecimiento espiritual hasta el objetivo final, el estado de buda”, detalló Hanono y agregó: “Todo eso está representado en el monumento”.


Destacó que en la parte más elevada se puede ver un sol, una luna y una especie de gota que simboliza el estado iluminado. La práctica de circunvalar el monumento se realiza en el sentido de las agujas del reloj, “en sentido positivo”.

Imagen de buda y banderines tibetanos, parte de la stupa de Bariloche. Foto: Alfredo Leiva


Desde el monumento, sale una hilera de banderines de colores que llaman la atención desde más abajo. Hanono contó que forman parte de los lugares sagrados: “En esos banderines, hay plegarias para beneficiar a todos los seres. Cuando sopla el viento, ese mensaje se difunde en el espacio, llegando a todos”.


Este barilochense se reconoce como un practicante activo del budismo. Conoció a un grupo de lamas en una visita por Bariloche en 1986. “En ese momento, casi no se conocía el budismo tibetano –relató-. Tomé contacto con uno de los lamas y me fui dos años a India para aprender y practicar. Cuando escuché sus enseñanzas, me di cuenta que era lo que andaba buscando”, aseguró.

El budismo no representa ningún dogma, aclaró Hanono que lo definió como “un camino de desarrollo espiritual que lleva a quien lo practica al estado iluminado de la mente, al estado máximo de conocerse a sí mismo”.

Hay fechas especiales en las que se concentran muchas personas en la stupa. Gentileza

Se enorgullece al afirmar: “Yo mismo construí la stupa. Cuando vinieron los lamas por primera vez a Bariloche, les gustó mucho la ciudad. Poco después, yo viajé a la India y surgió el proyecto de construir una stupa en Bariloche”.


De inmediato, con ese desafío, el arquitecto comenzó a averiguar por lotes en el cerro Otto hasta dar con el lugar apto para el monumento sagrado. Hay ciertas condiciones de geolocalización. No necesariamente debe ser un lugar alto pero sí un espacio atractivo, donde haya sol y una buena vista que transmita alegría, calma y buena energía.


El proyecto demandó una ardua investigación de la estructura y el interior del monumento. La construcción estuvo a cargo de un albañil con su hijo durante siete semanas en pleno verano. Hanono llevaba los materiales y de tanto en tanto, colaboraba. Solo en un momento, participó más gente del proyecto ya que había que llenar lozas con hormigón.

La stupa de la iluminación tiene una imponente vista de la zona oeste de Bariloche y el lago Nahuel Huapi. Foto: Alfredo Leiva

“Uno de nuestros lamas me dirigió para poder hacerla como corresponde y como soy arquitecto, me manejé bien. El lama vino a visitar el sitio y lo confirmó”, señaló al tiempo que insistió: “La stupa está hecha no solo para budistas.

Los budistas hacen ofrendas o alguna práctica de meditación pero también concurre el resto de la gente a pasar un rato agradable o encontrarse consigo mismo. Es un lugar energético muy positivo”.


Hanono reconoce que se siente “feliz porque el objetivo se cumplió y funciona. Cuanta más gente pase por ahí, mas beneficio. Ya pasaron 16 años y cada vez circula más gente. Es como un manantial que la gente busca para saciarse”.

Los banderines tibetanos colorean la stupa del cerro Otto. Foto: Alfredo Leiva

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