Un oficio en riesgo: sastres, los últimos artesanos de la tela

Los cambios en el modo de vestir y la manera de producir los hicieron dedicarse más a los arreglos que a la confección. Pero no bajan los brazos. Las historias de dos sastres de Roca que buscan alternativas para reinventarse.

Un trozo de tela en sus manos se convierte en una prenda de vestir elegante para ser usada en una noche de gala. Ellos son los últimos artistas de la ropa formal. Durante mucho años fueron indispensables al momento de decidir renovar el guardarropa o elegir un traje para el casamiento o el vestido para el cumpleaños de 15. Esta es la historia de dos maestros de las telas que llegaron a Roca desde el otro lado de la frontera y se asentaron en el Alto Valle. Ahora se dedican más a los arreglos que a las confecciones y su oficio tiene un futuro incierto.

Aprender mirando

Iván González comienza su jornada de trabajo a las 14 en el taller de costura que tiene en su casa. Se autodefine como un sastre pero además de los trajes para los egresados de la secundaria o la universidad, confecciona los vestidos de casamiento para las novias y las quinceañeras.

Tiene 49 años y hace más de 25 llegó desde Temuco, Chile, a Roca. En la calle Gelonch, frente al Canal Principal de riego que divide la ciudad, tiene su casa.

A los 17 nació su pasión por confeccionar prendas de vestir. Una tía costurera fue quien lo inspiró a seguir ese camino. Los años lo formaron y es uno de los pocos maestros que pueden darle forma a una tela hasta convertirla en un pieza digna para usar en una noche de gala.

“Me empezó a llamar la atención ver como mi tía cortaba y desarmaba prendas. Antes, de las cosas viejas, se armaban conjuntos nuevos”, recordó.

Iván no realizó ningún curso solo aprendió el oficio mirando y aunque su experiencia lo hace muy conocido en Roca, remarcó que con cada pedido de los clientes sobre nuevos modelos, suma más conocimiento.

Luego de terminar sus estudios secundarios en Chile quiso realizar una carrera universitaria pero los costos eran muy altos. Unos familiares que se habían instalado en Roca desde un tiempo, lo invitaron a la ciudad y lo recomendaron para trabajar en una fábrica de camperas que estaba ubicada sobre la calle Isidro Lobo y San Juan. En Chile había trabajo pero la situación era mucho mejor en Argentina.

“Necesitaban a alguien que sea responsable y honrado para confeccionar camperas y quedar a cargo del local”, contó. Allí trabajó tres años y luego lo hizo de forma independiente.

Además al tiempo que arribó a la ciudad, comenzó a estudiar Servicio Social en la Universidad del Comahue, carrera que terminó y ejerce a principio de año para cubrir alguna suplencia de docencia. Sin embargo en la costura encontró su mayor pasión y la forma de ganarse la vida.

“Aprendí mirando y viendo los modelos y dándome ánimo para cortarlos”, dijo.

Iván contó que antes muchos clientes le pedían trajes y que ahora son menos, aunque esto se compensa con el importante aumento de arreglos en general.

“Hoy un traje se puede conseguir a un precio económico en una tienda y por el costo no conviene mandarlo hacer”, señaló.

“Pero a la persona de contextura grande o muy delgada lo mejor es que se lo confeccione para que quede a la medida”, agregó.

El hombre detalló que un ambo (saco y pantalón de vestir) se puede comprar a partir de los $3500 en las tiendas. Por otro lado confeccionar un traje cuesta $1500 más la tela que compra el cliente por lo que el monto total asciende a los $6000. Entre los vestidos de cumpleaños de 15, el más sencillo sale unos $5000.

Iván también confecciona prendas a pedido de organizaciones, como grupos de folklore, a escuelas privadas, a coros de iglesias evangélicas. Cuando llega un cliente a verlo, generalmente ya trae pensado el modelo de vestido o traje que quiere.

El sastre le toma las medidas de los hombros, contorno, cintura, caderas, largo del pantalón, el saco, la manga. Luego lo vuelve a llamar para comprobar si el trabajo va bien encaminado y le vuelve a tomar las medidas.

Si de ese chequeo determina que le queda bien, se realizan los últimos ajustes y se termina.

Según Iván tarda dos días en confeccionar un traje, mientras que una blusa un día.

Les cobra el trabajo pero los clientes tienen que llevar la tela. “Les especifico la cantidad y la calidad”, explica. En su taller tiene varias máquinas overlock que compra en el país y otras que usa para trabajar el cuero.

“Se trabaja mucho la tela mecánica, la sarga y la gabardina, se usan en ambas temporadas”.

No tiene publicidad en las redes sociales sino que promociona su trabajo a través del boca a boca, sus mismos clientes lo recomiendan. “Hubo un tiempo en el que tenía publicidad en la radio”, recordó.

Los modelos de la ropa de vestir fueron cambiando con los años. Hoy se usa el saco recto de dos botones o de tres. Unos más entallados que otros con pantalones tipo chupín.

Hace 25 años la moda era el traje tipo cruzado y los pantalones anchos con pinzas. “También se usaba el chaleco, ahora quedó casi obsoleto”, dijo.

El confeccionista contó que cuando llegó al país en la década de los 90 no se usaba mucho el traje en trabajos de oficina como el banco. “En Chile el traje se usaba en todos los ámbitos de oficina, no solo el banco sino también el municipio. Ahora acá en Argentina se exige más esta ropa de vestir”, señala.

También el trato con los clientes cambió, en especial con los hombres.

“Cuando un hombre venía a que le tomen las medidas, les costaba tener confianza, les daba más vergüenza, era más jodido. Ahora ya no, las cosas van cambiando”. Cada vez hay menos sastres en Roca y el gran problema es que no hay una nueva generación que continúe con el oficio.

En el caso de Iván, no tiene hijos y cree que su legado termina con él. “Creo que acá se acaba”. Tiene una ahijada llamada Daniela que es su asistente. “Ella tiene interés en aprender pero no se todavía que va a pasar en el futuro”, dijo.

El tiempo de los ajustes

Marcos Sobarzo tiene 70 años nació en Lago Ranco en la provincia de Valdivia, cerca de la cordillera y hace más de 45 vive en Argentina.

A los 15 llegó a Villa Regina, un tío lo trajo para que pudiera conocer el Alto Valle. En esos años todavía no había llegado el golpe militar en Chile y aunque había trabajo el eligió este país. “Me cautivó la gente, muchos extranjeros, muchos italianos, el ambiente me gustó mucho”, contó.

Su primer laburo fue en la construcción, pero como era delgado, el dueño de la obra, un italiano lo puso a trabajar en un aserradero armando cajones para la fruta. Cuando fue mayor de edad volvió a Chile pero ya se había acostumbrado al Alto Valle. Sin embargo no quería volver a la construcción o fabricar cajones.

Fue así que a los 22 habló con otro tío que trabajaba como docente en la Universidad Católica y le preguntó por alguna carrera rápida.

Al poco tiempo llegó a la capital de Santiago, miró entre las alternativas y vio sastrería. Tras dos años y medio se recibió como cortador sastre.

Con su titulo en mano volvió a Regina y era la novedad porque no había ningún hombre que cociera allí. Un vecino tenía un negocio de ropa de vestir y le ofreció trabajo para atender el local y hacer los arreglos de las prendas.

Años más tarde conoció a quien es hoy su esposa Marina Pérez que también era modista. La joven era viuda y había puesto un taller de moda al frente de donde él trabajaba. “Ahí juntamos los trapos”, expresó sonriente Marcos.

Él hace un tiempo que se había divorciado y cuando falleció su exesposa se casó con Marina.

Años después su patrón murió y decidió apostar a vivir en Roca porque era una ciudad más grande. Una vez que se asentó su primer trabajo fue confeccionarle un pantalón al dueño de un supermercado.

El hombre era amigo de José Raúl Fabi, dueño de la histórica tienda de ropa de vestir Nobel en Roca, quien al ver el trabajo le preguntó donde había comprado esa prenda.

A los pocos días Marcos fue contactado por el señor Fabi y trabajó en la tienda y realizando arreglos por más de 40 años.

Ahora vive con Marina en una casa que compraron al norte de la ciudad. Tuvieron un hijo que se mudó a Chile y da clases masajes y reflexología a personas no videntes.

Su amor por las telas no ha cambiado y su esposa sigue confeccionando polleras, blusas y vestidos. Aunque él por otro lado prefiere más realizar arreglos porque confeccionar trajes es mucho trabajo y se paga lo que cuesta. “Los trajes vienen preparados para el cuerpo de la persona. Hay gente que no se acerca al talle y se los ajusta”, contó.

Marcos compra su mercadería en Buenos Aires, los vende en Roca y les realiza los ajustes. A partir de $5.000, lo ofrece a sus clientes y son de algodón y fibra.

“Antes había éramos unos cuantos sastres en Roca. Algunos murieron y quedamos muy pocos”, expresó.

“Hasta que me muera voy a arreglar trajes”, dijo emocionado.

Vestidos. Iván González los sumó a su repertorio.
César Izza

Formación. Marcos se recibió de cortador sastre. Estudió dos años y medio en Santiago de Chile.
César Izza

“No hay una nueva generación que se interese por el oficio. ¿Legado? Como no tengo hijos, creo esto se acaba conmigo…”

Iván González, 49 años. Llegó a Roca desde Temuco, Chile.

“Antes éramos varios los sastres en Roca. Algunos murieron, quedamos muy pocos. Hasta que me muera voy a arreglar trajes…”

Marcos Sobarzo, 70 años, de Lago Ranco, Chile. Llegó a Roca tras vivir en Regina

Un ambo (saco y pantalón de vestir) se pueder comprar desde $ 3.500 en las tiendas. Hace un traje cuesta $ 1.500 de mano de obra más unos $ 4.500 de tela.

Datos

“No hay una nueva generación que se interese por el oficio. ¿Legado? Como no tengo hijos, creo esto se acaba conmigo…”
“Antes éramos varios los sastres en Roca. Algunos murieron, quedamos muy pocos. Hasta que me muera voy a arreglar trajes…”
Un ambo (saco y pantalón de vestir) se pueder comprar desde $ 3.500 en las tiendas. Hace un traje cuesta $ 1.500 de mano de obra más unos $ 4.500 de tela.

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