Un panorama incierto

Como ya es tradicional en verano, los dirigentes políticos están aprovechando la suspensión pasajera de las actividades habituales para prepararse para los conflictos que les esperan en los meses siguientes. No les está resultando fácil. Si bien la mayoría da por descontado que el ciclo kirchnerista ya terminó y que tarde o temprano otra fuerza comenzará a desempeñar el papel protagónico, todavía no se perciben con claridad las características que asumirá. A juzgar por los movimientos que están produciéndose -y por las encuestas de opinión-, lo más probable es que se enfrenten los mayormente progresistas vinculados con la Coalición Cívica de Elisa Carrió con conservadores, por lo común de origen peronista que suelen dar a entender que ellos también son progresistas, representados por personas como los ex gobernadores provinciales Carlos Reutemann y Felipe Solá, además del gobernador bonaerense actual, Daniel Scioli. Por su parte, los kirchneristas procurarán aferrarse al poder a pesar de que el único bastión que les queda consiste en las zonas pobres, pero densamente pobladas, del Gran Buenos Aires. A menos que el ex presidente Néstor Kirchner y su sucesora, la presidenta Cristina Fernández, logren mantener conforme al grueso de los votantes del conurbano, los candidatos que les son leales experimentarán una derrota catastrófica en las elecciones legislativas que es de suponer se celebrarán en octubre.

En tal caso al país podría aguardarle una crisis política tremenda, puesto que ni los Kirchner ni los demás dirigentes políticos se han acostumbrado a la idea de que es mejor permitir que un gobierno poco popular siga en el poder hasta concluir el mandato fijado por la Constitución que lo que sería cambiarlo por otro que contara con un mayor grado de adhesión. En efecto, a mediados del año pasado cuando, para su asombro, el voto «no positivo» del vicepresidente Julio Cobos en el Senado selló la derrota oficialista en el conflicto con el campo, el ex presidente Kirchner quiso que su esposa abandonara el poder, de este modo «castigando» al país -y a Cobos- por haberlos desairado. Aunque luego de un día de reflexión la pareja optó por aceptar que en un país democrático es normal que de vez en cuando el Poder Ejecutivo tenga que gobernar con el Congreso esporádicamente en contra, el que aquel revés coyuntural haya provocado una reacción tan desmedida hace pensar que, si los resultados de las elecciones legislativas le son tan adversos como muchos vaticinan, sería plenamente capaz de regresar a Santa Cruz, dejando la presidencia en manos de Cobos.

De haberse prolongado por lo menos un año más la coyuntura económica internacional sumamente favorable que le tocó al país a partir del inicio de la gestión kirchnerista en mayo del 2003, la transformación del panorama político habría podido ajustarse al calendario constitucional, pero por desgracia la crisis gravísima que se hizo irreversible en setiembre pasado ha modificado todo. Aunque el gobierno insiste en que la economía seguirá creciendo a un ritmo respetable, si bien nada espectacular, en los meses próximos, muchas consultoras privadas pronostican una recesión muy dura. Asimismo, los datos más recientes sobre la caída precipitada del consumo distan de estimular optimismo. De estar en lo cierto quienes prevén una contracción fuerte, a los kirchneristas les esperaría un panorama electoral decididamente ingrato no sólo en los centros urbanos relativamente prósperos y las zonas agrícolas del interior sino también en el conurbano bonaerense. Los políticamente más beneficiados por el eventual colapso del «modelo» y, por lo tanto, del «proyecto» kirchnerista serían con toda probabilidad los peronistas disidentes de perfil conservador, encabezados por Reutemann y Solá, no porque la ciudadanía tuviera mucha confianza en su capacidad para minimizar el impacto de un retroceso económico alarmante sino porque, a diferencia de los comprometidos con la Coalición Cívica de Carrió, brindarían la impresión de estar en condiciones de asegurar «la gobernabilidad», tema éste que a la luz de los problemas de seguridad que tanto preocupan a la ciudadanía sería prioritario si, como se prevé, las dificultades económicas hicieran subir la desocupación y la cantidad de pobres e indigentes.


Como ya es tradicional en verano, los dirigentes políticos están aprovechando la suspensión pasajera de las actividades habituales para prepararse para los conflictos que les esperan en los meses siguientes. No les está resultando fácil. Si bien la mayoría da por descontado que el ciclo kirchnerista ya terminó y que tarde o temprano otra fuerza comenzará a desempeñar el papel protagónico, todavía no se perciben con claridad las características que asumirá. A juzgar por los movimientos que están produciéndose -y por las encuestas de opinión-, lo más probable es que se enfrenten los mayormente progresistas vinculados con la Coalición Cívica de Elisa Carrió con conservadores, por lo común de origen peronista que suelen dar a entender que ellos también son progresistas, representados por personas como los ex gobernadores provinciales Carlos Reutemann y Felipe Solá, además del gobernador bonaerense actual, Daniel Scioli. Por su parte, los kirchneristas procurarán aferrarse al poder a pesar de que el único bastión que les queda consiste en las zonas pobres, pero densamente pobladas, del Gran Buenos Aires. A menos que el ex presidente Néstor Kirchner y su sucesora, la presidenta Cristina Fernández, logren mantener conforme al grueso de los votantes del conurbano, los candidatos que les son leales experimentarán una derrota catastrófica en las elecciones legislativas que es de suponer se celebrarán en octubre.

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