Una nueva SIDE
El gran problema de la SIDE es que durante años sus jefes no han entendido que no debe actuar en política interna.
Aunque el interés actual por modificar las estructuras de la SIDE con miras a que sea más «transparente» que en el pasado se originó en el deseo indisimulado de ciertos frepasistas de incomodar lo más posible al «neoliberal» Fernando de Santibañes, fue precisamente la facilidad con la cual éste impulsaba su propio programa de reformas lo que les hizo pensar que el proyecto así supuesto no resultaría tan difícil como de otro modo les hubiera parecido. Mientras que a partir de la restauración de la democracia a fines de 1983 hasta iniciarse la gestión del presidente Fernando de la Rúa tanto los dirigentes políticos como la sociedad en su conjunto parecieron resignados a que la SIDE siguiera siendo un nido de procesistas de ideas raras, por lo común procedentes de las franjas más derechistas del peronismo, no bien De Santibañes asumió el mando anunció su propósito de separar a los vinculados con el viejo orden para hacer de la entidad una suerte de consultora económica que se concentrara en temas relacionados con el movimiento internacional de capitales, la búsqueda de nuevas oportunidades para los empresarios nacionales, la evasión fiscal, el contrabando, el narcotráfico, y así por el estilo, además de vigilar las actividades de bandas terroristas. Si bien podrían considerarse poco realistas los objetivos planteados por De Santibañes -no parece muy probable que los espías locales reciclados en economistas logren madrugar a los auténticos especialistas en la materia-, por lo menos le han servido para emprender la tarea nada fácil de marginar a los veteranos de las batallas políticas e ideológicas de otros tiempos y para mantener a raya, por ahora cuando menos, a sus propios adversarios del Frepaso encabezado por el vicepresidente Carlos «Chacho» Alvarez.
Según Alvarez, la SIDE, es de suponer con el conocimiento de su jefe, había estado llevando a cabo una «campaña» de desprestigio en su contra, hurgando en su vida privada con la idea de hallar o inventar detalles sobre sus eventuales desavenencias matrimoniales, acusación que, con la ayuda de sus partidarios, fue aprovechada más tarde para justificar un eventual desembarco frepasista en una secretaría que tradicionalmente ha sido reservada a «derechistas» con buenas relaciones con los militares. Sin embargo, la tesis de los frepasistas y también de muchos radicales de que la mejor forma de garantizar la neutralidad de una institución consistiría en permitirles participar directamente en su administración, no parece destinada a prosperar frente a la propuesta de De Santibañes de despolitizar la SIDE privilegiando en todo momento la capacidad profesional. Por supuesto, se trata de un concepto que es ajeno a la cultura política del país, la cual gira en torno del principio de que la razón de ser de los distintos movimientos consiste en encontrar espacios que podrían ocupar sus militantes, pero es claramente más «moderno» y también más democrático. Al fin y al cabo, el gran problema de la SIDE no es que se haya consustanciado con la línea política equivocada, sino que durante tantos años ni sus jefes formales ni los agentes han logrado entender que un organismo de su tipo no debería operar jamás en la política interna.
Puede que de lograr el Frepaso apoderarse de una cuota de los servicios de inteligencia nacionales le resultaría más fácil frustrar a los extremistas de derecha que lo consideran un partido marxista-leninista, además de ponerse a espiar a quienes en su opinión son «ultraderechistas» -categoría que a ojos de algunos abarca a buena parte del país-, pero en el fondo lo único que conseguiría sería hacer aún peor una institución que en su trayectoria se ha anotado más escándalos que éxitos. En cambio, de afianzarse el proyecto de De Santibañes, el país podría contar pronto con una entidad profesional y capaz, sin interés en cumplir el papel de arma en manos de alguna que otra facción política. Aunque la SIDE así conformada no necesariamente serviría para mucho, por lo menos sería menos peligrosa que la imaginada por los frepasistas cuyas ideas, en este ámbito como en tantos otros, son llamativamente más conservadoras que aquéllas de sus adversarios de la «derecha liberal».
Comentarios